Consejero Académico de Libertad y Progreso
EL CATO – LA RAZÓN – Así como ha distorsionado la dura realidad del socialismo, el pensamiento hegemónico ha procurado hacer lo propio con la realidad del capitalismo, revistiéndola de un rigor insoportable. Lo pensé cuando leí el enésimo artículo sobre la pobreza en EE.UU., que el pensamiento único proclama, ignorando púdicamente a millones de trabajadoras de todo el mundo que se esfuerzan denodadamente para ir a vivir justamente allí, en ese supuesto infierno. Firmaba el artículo Idoya Noaín en El Periódico, hablando de la “pesadilla americana”, con 40 millones de pobres, y 18 millones en la pobreza extrema, y más de cinco en la pobreza absoluta. ¿Los datos? De la muy admirada ONU, burocracia inútil en el mejor de los casos, y dañina en el peor, pero idolatrada en los medios de comunicación de todo el mundo por eso mismo, por pintar retratos atroces de la miseria en los países ricos, especialmente en EE.UU. Y todo termina con nostalgias de Franklin Roosevelt y Lyndon Johnson, y, por supuesto, despotricando contra el malvado de Donald Trump.
Los profesores B.D.Meyr, D. Wu, V.R.Mooers y C. Medalia prestaron atención a los datos, subrayando algo que los especialistas hace tiempo que destacan: las informaciones sobre las colas de la distribución de la renta adolecen de una cantidad desproporcionada de errores, y los ingresos son sistemáticamente subreportados, y entran en amplia contradicción con los datos sobre el consumo (puede verse su trabajo original aquí. Las cifras indican que más del 90% de las 3,6 millones de familias supuestamente viviendo con menos de 2 dólares por día están clasificadas incorrectamente si se tienen en cuenta las transferencias en especie. Hay numerosas personas y familias incluidas en la extrema pobreza por error, o porque informan de ingresos inferiores a los reales, o no informan sobre varios ingresos públicos, y propiedad de activos. Si se toman todas estas variables en consideración, el nivel de vida de un porcentaje significativo de supuestos extremos pobres es bastante parecido al promedio de los norteamericanos. “También resultan comparables con la familia media del país en un abanico de otras dimensiones que recogen las encuestas, como los años de educación, la cobertura sanitaria (en especial la privada), y la ocupación”.
Los autores se apresuran a aclarar que, si bien la situación de los menos favorecidos en EE.UU. no es el infierno para decenas de millones de desgraciados, tampoco es un paraíso. Pero la clave es que los esfuerzos deberían orientarse hacia las personas que realmente están necesitadas. Por ejemplo, “dentro de los hogares que parecen ser realmente pobres, y por tanto desconectados del trabajo o de la red de seguridad, la inmensa mayoría son individuos solos, sin hijos”, lo que contrasta marcadamente con la literatura especializada en pobreza extrema, que suele concentrarse en familias con hijos.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 3 de enero de 2019.