Editorial
INFOBAE – Entrevista de Daniel Sticco a Natalia a Motyl
El comienzo de la semana sorprendió a los mercados con la aparición primero del Banco Central como vendedor de reservas para contener la suba del tipo de cambio, claro indicio de punto de giro de la confianza de los inversiones y ahorristas; y luego la decisión repentina del gobernador de la provincia de Buenos Aires de comunicar a través de una solicitada en los diarios del no pago del próximo vencimiento de deuda por apenas USD 255 millones, equivalente a menos del 0,2% del PBI de la provincia de unos USD 160.000 millones.
Y a poco más de un mes de Gobierno aún no se conoce el plan integral de política económica para recrear la confianza y asegurar una exitosa renegociación de los vencimientos y condiciones de pago de la deuda pública, tanto con acreedores privados, como con organismos internacionales.
Peor aún, se avanzó en la reasignación de partidas presupuestarias del Tesoro Nacional, a través de la Decisión Administrativa 2, para dar sustento al nuevo Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, por un monto de $272,7 millones, de los cuales $225 millones corresponden al presupuesto salarial y carga patronal; y poco más de $50 millones para gastos de funcionamiento de la cartera a cargo de Elizabeth Gómez Alcorta.
Con ese escenario, cada vez son más los economistas que alertan por las restricciones que tendrá el Gobierno para lograr su objetivo de bajar la inflación y volver a crecer, como es el caso de Natalia Motyl, de Fundación Libertad y Progreso, quien en una columna en Infobae planteó: “Para crecer, Argentina necesita reducir la cantidad de Ministerios”, y que accedió a una entrevista para ampliar en su enfoque y proponer el camino para revertir el estancamiento ya casi secular que caracteriza a la Argentina.
– Una semana atrás publicó en Infobae una columna en la que describe la relación inversa entre la cantidad de Ministerios y el PBI, ¿cómo llegó a esa conclusión?
– Primero me basé en los dichos, muchos, desde la politiquería populista, que sostienen: “solucionemos los problemas de la Argentina creando Ministerios, en vez de tratar de hacer un plan económico. No, directamente primero crean el Ministerio y después empiezan a ver qué es lo que pueden hacer o qué es lo que no pueden hacer. Y la verdad es que una vez creados necesitan ciertos recursos para pagar sueldos, edificios y su costo de mantenimiento. Y cuando hablé con algunos de los nuevos ocupantes me dicen: “la verdad es que yo ni siquiera tengo un proyecto, estoy ahí, vengo, cumplo un horario laboral, pero no estamos haciendo nada. No estamos haciendo nada poder solucionar los problemas”.
– ¿La creación de Ministerios, la ampliación de la grilla de la burocracia estatal, rajo aparejado un aumento en el empleo público, o hubo sólo reasignación de puestos de trabajo?
– No, al revés, incrementó el empleo público. Eso explica en parte que de los últimos 30 años en la Argentina prácticamente en 26 registró déficit fiscal, con lo que la ampliación de la burocracia agravó el problema de las finanzas públicas. La historia del país revela que cuando había sólo 5 Ministerios crecía a una tasa del 3,2% anual; y cuando empezó a incrementarse a 8 se desaceleró al 1,8%, casi la mitad. Y cuando llegó Juan Domingo Perón a la presidencia y aumentó los impuestos, se mantuvo en 1,8% porque las condiciones eran bastante favorables. Pero el mayor problema, que después termina generando distorsiones en el resto de las variables macroeconómicas, es el déficit fiscal. Eso es lo que hay que solucionar, porque al intentar reducirlo con suba de impuestos se ahoga al sector privado que es el que en realidad puede generar riqueza y crear empleos genuinos.
De los últimos 30 años en la Argentina prácticamente en 26 registró déficit fiscal, con lo que la ampliación de la burocracia agravó el problema de las finanzas públicas
– Como abogado del diablo le diría que cuando se analiza la estructura del empleo público, sobre todo a nivel nacional, pero también provincial, prácticamente 3 de cada 4 puestos de trabajo registran un crecimiento vegetativo porque está vinculado al aumento de la población: educación, sanidad, policía, justicia, principalmente, con lo cual el margen para hacer ajustes se reduce al 25%. ¿Comparte esa visión?
– No, para nada. Sabemos que uno de los principales problemas de las finanzas públicas es el sistema previsional, pero me parece que los grandes cambios deben comenzar con los ajustes más pequeños. Es cierto que hay un crecimiento vegetativo en los sectores que menciona, pero también es cierto que en vez de tratar de congelarlos o de tratar de absorber personal que se encuentra en el sector público por parte del sector privado, es decir hacia los sectores que generan valor agregado, no los están haciendo, al revés, están incrementando el problema.
Además, tampoco está siendo capacitada para el sector privado. Y si nosotros en realidad a esos jóvenes que hoy no pueden conseguir un empleo más que en la administración pública, porque no los están capacitando para el sector privado, para el día de mañana, es algo que se transmite de generación en generación, porque la actividad particular tiene un tope para sostenerse con el nivel actual de presión tributaria, y pasa a destruir empleos y crecimiento económico de largo plazo. Y con más empleo público está demostrado que no se ha podido reactivar la economía.
– ¿Pasó un mes del nuevo Gobierno, ve alguna señal que apunte a reactivar la economía?, porque en sus objetivos resaltan: “si ordenamos las cuentas fiscales vamos a poder incentivar la producción”. ¿Comparte esa idea?
– Para nada, porque lo que veo es que está intentando hacer es un “veranito” de corto plazo. Es decir, aplicar determinadas políticas para poder mejorar el bolsillo de la gente y lograr cierto bienestar o incremento de la confianza. Esa es la idea de ellos. Pero la verdad que les va a durar muy poco. Están desperdiciando los primeros 100 días que tiene cualquier gobierno para poder hacer o llevar adelante todas las reformas estructurales que necesita la Argentina, el famoso período de enamoramiento en el que la gente deposita bastante confianza en el nuevo Presidente, porque todo nuevo gobierno tiene un margen para hacer todo lo que quiere hacer, aunque implique un costo, porque le puede echar la culpa al anterior, a la herencia.
Más allá de que es cierto que la renegociación de la deuda le marca la agenda, también lo es que está desaprovechando este momento para pensar en políticas de largo plazo, porque están tratando de llegar al equilibrio fiscal de la misma forma que intentaron los anteriores gobiernos, es decir ahogando más al sector privado.
Están desperdiciando los primeros 100 días que tiene cualquier gobierno para poder hacer o llevar adelante todas las reformas estructurales que necesita la Argentina, el famoso período de enamoramiento en el que la gente deposita bastante confianza en el nuevo Presidente
– ¿Qué cree que debería haber hecho?
– Veo dos formas y dos caminos para intentar llegar al equilibrio fiscal, por un lado, bajar el gasto público, es decir que el que ajuste sea en el sector público; o, por el otro, como se optó, subir los impuestos. El anterior gobierno llegó casi al déficit primario cero, con cierto margen, por la vía de la suba de los impuestos. El tema es que el aumento de la presión impositiva encuentra un límite. Somos uno de los países que más impuestos pagan. Las empresas pagan un 106% de sus ganancias. Es decir, que pagan inclusive con los costos, o sea las inversiones iniciales. Y ahora ni siquiera tienen margen para seguir pagando, ya representa la mitad de nuestro trabajo. Con ese escenario ¿cómo puede crecer la economía?
– Sin embargo, los datos de recaudación global muestran que empresarios y trabajadores en su conjunto han ido pagando cada vez más, hasta alcanzar un récord en términos de PBI…
– Sí, creo que hay una cuestión también de mansedumbre, de no rebelión fiscal, pero igual hay mayor evasión. Hoy vemos que la Argentina es uno de los países latinoamericanos que más evade. Entonces ahí se manifiesta una cierta señal de rebeldía por parte de algunos argentinos en materia fiscal que ha llevado a que unos 8 millones de aportantes al Sistema de la seguridad Social financie a 22 millones de personas que cobran un cheque del Estado. Esa desproporción se va agravando y va a llegar a un punto que colapsa.
– ¿Qué dice la experiencia internacional, cómo se revierte ese proceso con gradualismo o con políticas de shock?
– Para crecer en el largo plazo, ya no en el corto plazo, se necesita capital. El capital se ahorra durante mucho tiempo. Hoy en la Argentina no tenemos ese ahorro, no tenemos ese capital. Lo tenemos que atraer del resto del mundo, y para eso se requiere emitir señales, como bajar los impuestos. Pero primero, hay que encarar una serie de reformas estructurales, que contribuyan a reducir el gasto público, para no agravar el déficit fiscal. Además, capacitar a la población para que pueda dar respuesta a las necesidades de los inversores. Hoy estamos muy atrasados en materia tecnológica, por eso nuestras empresas no pueden competir con los países del primer mundo, inclusive si trajeran sus tecnologías, porque el promedio de la gente no está preparado para poder utilizarlas.
Hoy estamos muy atrasados en materia tecnológica, por eso nuestras empresas no pueden competir con los países del primer mundo, inclusive si trajeran sus tecnologías
Así ocurrió en Singapur, que era un país totalmente empobrecido: bajó los impuestos, y también, complementariamente, hizo una reforma educativa, para que la población no aumente los años de escolarización, que es lo que se está buscando ahora en Argentina, sino también que pueda ser absorbida en el día de mañana por el mercado laboral.
También se necesita una reforma del sistema previsional, para poder también bajar el gasto público y el déficit fiscal. El sistema de reparto no funciona en ninguna parte del mundo, esa es la verdad. Se está viendo en Brasil, en España, por eso sus gobiernos están viendo la forma de tratar de modificarlo. Jair Bolsonaro lo primero que hizo, creo que hay que poner el ejemplo de nuestros países vecinos porque casi tenemos los mismos problemas en materia económica, llevó adelante una reforma en el sistema previsional. La Argentina también, lo primero que debería hacer, la primera política, es tratar de reformar el sistema previsional de alguna forma.
– Pero nuestros legisladores no son como los brasileños y no votarían una reforma previsional. Es más, ahora están de nuevo queriendo cambiar la fórmula de ajuste de la movilidad jubilatoria a dos años de un cambio de régimen por la vía legislativa. ¿Cómo cree que podría venir ese cambio?
– Y, la verdad es que no lo veo hasta que no llegue un líder, un referente, de centroderecha, más promercado, fuerte, que tenga una personalidad fuerte, que pueda, como Bolsonaro, impulsar un cambio. Es cierto que en la Argentina, lamentablemente, tenemos dos tipos de equilibrio, por un lado el económico, que es lo deseable, que son las reformas que hay que hacer, que eso sería lo que nos permitiría lograr un crecimiento de largo plazo, y por el otro lado un equilibrio político, porque hoy, bueno, los políticos le ponen una barrera para el crecimiento económico.
Creo que si nosotros hacemos las reformas que tenemos que hacer en materia económica y llegamos al equilibrio económico los que perderán peso en la sociedad serán los políticos. Por eso a ellos no les conviene llevar adelante el cambio, porque, a diferencia de otros países, la clase dominante en nuestro país es la clase política. Esa es la realidad, son los que tienen los privilegios y son los que marcan la agenda. La Argentina no crece porque tenemos una clase política que prefiere tener sus dos coches, sus 80 asesores, antes que llevar adelante todas las reformas para que la economía en su conjunto pueda crecer.
Si nosotros hacemos las reformas que tenemos que hacer en materia económica y llegamos al equilibrio económico los que perderán peso en la sociedad serán los políticos
– ¿Esa visión no le parece que puede ser mal interpretada en cuanto a que el régimen democrático, de partidos políticos, no es el más aconsejable para revertir la crisis argentina?
– No. Sí es cierto que pueden existir millones de problemas en materia de partidos políticos, de conformaciones políticas, pero me parece que, inclusive si miramos al resto del mundo, no tienen que ver tampoco con la ideología sino con las capacidades. Dan ganas de que haya una persona en la sociedad argentina que quiera que la Argentina progrese. Me parece que falta eso. Si emerge una figura, un partido político, que realmente lleve adelante todo eso, que quiere que la Argentina progrese, no lo parará nadie. Pero obviamente, creo que siempre es una cuestión de personalidades y de cómo uno configura ese líder la verdad. Creo que un Bolsonaro, un Trump, en la Argentina haría grandes cambios.
– Tuvimos un Mauricio Macri, que venía con esa idea de cambio, que hizo algunos avances a nivel estructural, pero, obviamente, 4 años con una economía con los problemas que arrastraba no fueron suficientes. Sin embargo, el concepto general, y lo mostró el electorado el 27 de octubre, un 50% de la población no entendió ese cambio, porque no llegó a que se tradujera en una mejora personal o sectorial, y parte del otro 48% que lo votó a Macri por miedo o rechazo a lo que viene, no porque estuviera convencido de que ese liderazgo de cambio estaba arraigado en la sociedad…
– Sí, el gobierno de Mauricio Macri hizo bastante en materia de infraestructura, y también en materia institucional. Pero el punto es que su mayor error fue que no tuvo una personalidad fuerte. Llegó al gobierno con el apoyo de la centroderecha, pero luego buscó pasarse a la centroizquierda para tratar de captar votos para las próximas elecciones. Y me parece que la Argentina necesitaba desde esa reorientación a la izquierda una reorientación mayor a la derecha. O sea, Macri en realidad no llevó a cabo las reformas que tenía que llevar, en realidad él aplicó una política gradualista que fue avalada por el Fondo Monetario Internacional, porque se propuso llegar al equilibrio fiscal incrementando los impuestos, pero no haciendo nada más porque creía que la sociedad no estaba preparada.
Pero en 2015 la percepción de la gente era que quería cambios, ya no quería seguir soportando esto de que 8 millones de aportantes sostuvieran a 22 millones que no trabajan. Si él llegaba a los primeros 100 días con todas las reformas que necesitaba, más allá de que tenía enfrentamientos en el Congreso, podría haberlo hecho por decreto, legalmente se podría porque estábamos y estamos en una situación de emergencia, creo que el recorrido de la Argentina hubiese sido diferente. Pero no llegamos a eso porque no se animó. Y también es que se rodeó de gente, de asesores, que tenían una ideología más orientada a la izquierda que a la derecha. Y cuando hay un país que está en llamas si se inclina a la izquierda y encima no proviene de los partidos políticos de la izquierda, la verdad es que le hubiese explotado todo en la cara. Esa es la realidad.
– ¿Qué dice la experiencia internacional, los que tuvieron problemas parecidos a los de la Argentina, salieron con políticas de shock o con gradualismo?
– Con políticas de shock. Si miramos el caso, por ejemplo, de Portugal que tenía el mismo problema que la Argentina, un déficit fiscal fenomenal, el que llevó a cabo las reformas fue un partido socialista, en el 2009. Lo primero que hicieron fue bajar el gasto público; congelaron los salarios de los empleados públicos; e inclusive los privilegios de las vacaciones. No optaron por medidas socialistas, como intervenir más la economía o aumentando los impuestos. Al revés, le pusieron el foco a tratar de aliviar el sector productivo que era el que necesitaba el mayor respiro para que después el país volviera a crecer. De ese modo se achicó el Estado.
Chile también siguió ese camino y hoy es uno de los países con menor pobreza; con mayor tasa de empleo; menor de inflación, el primero que ajustó fue el sector público.
Singapur, por ejemplo, tenía un Estado que intervenía en todas partes de la economía, y con muchas empresas estatales. Lo primero que hizo fue ajustar el sector público. Inclusive el milagro del sudeste asiático, los Tigres Asiáticos empezaron a crecer a partir de aplicar políticas más pro mercado. O sea, más orientadas al sector privado, no al sector público. No intentaron intervenir y ser un gran monstruo que controle cada uno de los aspectos de la economía, si no al revés, liberaron la economía y entonces de esa forma pudieron ingresar la cantidad de inversiones que impulsaron la actividad agregada.
– En la Argentina, el nuevo gobierno tomó como primeras medidas un aumento de las jubilaciones, pero solo para los sectores de muy bajos ingresos, hasta $19.607 de haber máximo, y un bono para los empleados públicos hasta un máximo de un ingreso de $60.000. Y pareciera que lo pudo pasar y no hubo ni reacciones de los jubilados ni del resto de la nómina de empleados públicos. ¿Cree que esa política de diferenciación de la política salarial del sector público se va a poder sostener?
– No, son políticas marketineras que sirven en unos meses y sirven en la post campaña, pero la verdad no es sostenible. Sí, pueden seguir intentando otra vez redistribuir el ingreso entre los mismos sectores. Pero ¿hasta qué punto?, porque los jubilados, lamentablemente, son los que más vienen afectados por todos los gobiernos de la historia argentina. La verdad es que esas políticas no mueven la aguja, nosotros lo que necesitamos es crecer. Si no crecemos no va a servir de nada que renegociemos la deuda, que sigamos ajustando a los jubilados, que sigamos redistribuyendo o estas políticas de solidaridad, o los precios cuidados, no van a servir para nada.
La Argentina no crece, estamos en recesión, y estamos casi al borde de ser uno de los países más pobres de la región luego de Venezuela. Tenemos una caída de la demanda de pesos que está tocando la puerta y en cualquier momento la inflación se acelera. Es decir, está toda la economía argentina atada con alambres. Estas políticas de sacar plata de un bolsillo para dársela a otros no moviliza nada.
Tenemos una caída de la demanda de pesos que está tocando la puerta y en cualquier momento la inflación se acelera. Es decir, está toda la economía argentina atada con alambres. Estas políticas de sacar plata de un bolsillo para dársela a otros no moviliza nada
– ¿Qué cree que sería lo primero que tendría que hacer el Gobierno para lograr, que es un poco el objetivo que se planteó el ministro Martín Guzmán, frenar la caída de la actividad y empezar a crecer, si al mismo tiempo tiene que hacer ajustes en el sector público?
– Bueno, primero tiene que darle señales positivas a los mercados para que vuelvan a confiar en la Argentina. Y para eso, para atraer capitales, que son muy pocos en el mundo, se necesitará impulsar reformas, como bajar los impuestos para poder recaudar más, como pasó con el gobierno de Donald Trump, donde no ha bajado el gasto público, inclusive lo ha podido incrementar. Hoy la Argentina está en un punto de la curva de Laffer (Nota del Editor: Arthur Laffer representó la relación entre los ingresos fiscales y la presión impositiva) en el que el el aumento de los impuestos provoca caída de la recaudación. Por eso es vital apuntar al otro lado de la curva. Inclusive, se debería dar una señal por parte de los políticos de reducirse sus privilegios, sus salarios y la cantidad de asesores. Si todos dan una señal promercado la Argentina podrá empezar a crecer.
También tendría que reducir la cantidad de Ministerios, porque de ese modo, no sólo podría comenzar a reducir la nómina, sino también desprenderse de muchos edificios públicos y reducir el costo de mantenimiento, los cuales pasarían al sector privado.
Después encarar la reforma del sistema previsional, que modifique el sistema de reparto, para volver a un régimen de capitalización.
Y después, obviamente, propiciar una reforma educativa, porque tenemos cada vez gente más analfabeta, porque hay muchos chicos que egresan de la escuela secundaria con muchos años de escolarización pero que no pueden insertarse luego en el mercado laboral privado porque no están capacitados para lo que necesita.
También, el último paso, una apertura comercial. Es el gran error que a veces algunos tienen, decir primero abrimos la economía y luego llevamos adelante las reformas, porque las empresas argentinas no podrán competir con el resto del mundo si deben pagar impuestos estrafalarios. No hay forma de que eso suceda.
Hay que propiciar una reforma educativa, porque tenemos cada vez gente más analfabeta, porque hay muchos chicos que egresan de la escuela secundaria con muchos años de escolarización pero que no pueden insertarse luego en el mercado laboral privado porque no están capacitados para lo que necesita
– ¿Estimaron en la Fundación Libertad y Progreso en cuánto tiempo podrían dar resultados positivos esas reformas, en términos de crecimiento de la actividad económica y mejora de los ingresos reales de los trabajadores?
– Si se encararan ese tipo de reformas en el corriente año para el 2021 la Argentina ya podría ver reactivar la economía, porque van a entrar capitales; el Gobierno va poder renegociar la deuda favorablemente; y comenzar a crear las condiciones para el crecimiento de largo plazo, y generar empleo. Obviamente esto se debe acompañar con una moneda sana; porque si se descuida la política monetaria no vamos a llegar a nada. Si el Gobierno comienza a emitir para poder financiar un gasto que hoy es estrafalario y se cae en una aceleración de la inflación fenomenal para fin de año, más allá de todas las reformas que puedas hacer eso no le va a devolver mucho, no va a poder ingresar en la senda del crecimiento. Se necesita una moneda sana para bajar la inflación.