Conductor de @dasligahaus. Corresponsal de Fox Sports en Alemania.
Hace 11 años tomé la decisión de cambiar radicalmente mi vida, y mudarme a Alemania, cosa que pude concretar en 2012. Soy Licenciado en Economía, a pesar de nunca haber ejercido, pero más que una u otra variable económica, o problema laboral, la decisión tuvo que ver con una mirada diferente que tengo de la realidad, y que entendí que tal vez nunca fuera a coincidir con la de la mayoría, y que ningún candidato podía representar el proyecto en el que creo.
Trabajo en medios desde hace 20 años, y por esa profesión conocí varias ciudades de Alemania, descubriendo que había otra manera de pensar la realidad, que se ajustaba mucho a aquellas ideas en las que creo.
Alemania es el país del plan social. Lejos de hablar de asistencialismo estatal, el título es un juego antojadizo de palabras. En realidad, la sociedad tiene un plan. Recuerdo que en la universidad, en donde aprendí todos los dogmas keynesianos, me contaron esa supuesta frase del británico que decía: “en el largo plazo, estaremos todos muertos”. ¿Y saben qué? Descubrí que el alemán vive por y para el largo plazo, y no los veo muy muertos que digamos.
Al principio es complejo entenderlo y adaptarse. Aquí se habla del 2030, te envían invitaciones para eventos que ocurrirán en 2022 y les obsesiona estar preparados para las condiciones climáticas del mundo del mañana. Hay muchos ejemplos de esto, que los puedo vivir cotidianamente.
En mi trabajo como corresponsal, cubriendo el fútbol alemán, tengo trato diario con la Deutsche Fuβball Liga (DFL), que es la empresa que organiza la liga alemana de fútbol, o Bundesliga. Y en el ámbito que me toca, la diferencia entre coyuntura y largo plazo salta a la luz.
Es fácil notar cómo la liga española o la italiana (culturas de las que descendemos los argentinos) explotan al 110% el hecho de que una tiene a Messi y la otra a Ronaldo. También es fácil notar que ninguna de las dos se está imaginando el día después, de dos tipos que son todopoderosos, pero que tienen 32 y 34 años, respectivamente. El Real Madrid vende menos entradas y rara vez logra llenar el estadio, desde que se fue Cristiano Ronaldo.
La Bundesliga, en cambio, trabaja desde hace años en entender y seducir a la “generación Z”, que es aquella que nació con internet. Los alemanes están planificando de qué forma se va a ver el fútbol, cuando estos chicos tengan poder de compra y de decisión. El presidente de la DFL suele decir que la Bundesliga no es una liga de fútbol, sino una empresa de entretenimiento. Es que el 40% de sus ingresos provienen de los medios y su principal competidor no es ni la Premier League, ni Messi: ¡es Netflix!
Hay miles de micro ejemplos para entender cómo toda una sociedad, las empresas y el gobierno, están pensando en el largo plazo. Un ejemplo económico, por caso, es que el alemán promedio ahorra el 10% de su ingreso mensual, siendo el doble de lo que ocurre en países como Francia o España. ¿Pero, por qué ahorran? Porque el ahorro de hoy es consumo de mañana, y hoy ya está jugado.
El alemán ahorra tanto, que, en un porcentaje, tienen una economía bimonetaria. No, no piensen en dólares, porque en Europa vale tanto un dólar como un real brasileño. Muchos alemanes no ahorran sólo en euros, sino en… ¡Marcos alemanes!
Le juro que no estoy loco, ni mintiendo. Esa moneda, creada en 1948 y que era tan fuerte que, cuando se creó el euro, hace 20 años, fue el parámetro sobre el que se estableció la cotización de la divisa continental, sigue vigente. Según la Deutsche Welle, hay 169 millones de billetes y 24 mil millones de monedas, aún en poder de la gente.
Desde la creación del euro, y por tiempo indefinido, se estableció que cualquier alemán puede ir a canjear sus marcos por euros, cuando quieran. Y todo ese dinero equivale hoy a 6.600 millones de euros. Pero muchos alemanes aún confían más en “su” moneda, que la que circula en el país hace dos décadas. Una envidiable demanda para un bien que sólo tienen una función: atesoramiento.
Esa cultura, ese modo de pensar las cosas, me fascinó, y trato de absorber todo lo que puedo, porque es claro que funciona. Como buen alemán adoptivo, empecé a aplicar algunas de las reglas de oro: planificar y ahorrar.
Salir de la coyuntura y mirar a lo lejos, al pasado y al futuro, mejora nuestra capacidad de vivir el presente, si me perdona Keynes. En mi opinión, por ejemplo, los sistemas jubilatorios no funcionan, y no se puede quedar uno esperando vivir de un esquema de reparto de fondos públicos.
Aplicando la lógica de los alemanes, me puse a planificar cómo pueden ser mis próximos 50 años, ya que acabo de cumplir 41. Muy probablemente deba trabajar hasta los 70, como casi todo el mundo (a pesar de que los chalecos amarillos franceses se opongan), y tal vez pueda vivir hasta los 90. Eso quiere decir que, empezando desde ahora, tengo 30 años para juntar el dinero que voy a necesitar gastar en mis últimos 20.
Con la ventaja de que las variables son constantes por estos lares, se puede hacer un cálculo de cuánto hay que ahorrar para llegar a ese valor. En mi caso, debería ser mucho más que el 10% del promedio alemán, porque yo empecé a trabajar aquí 15 años más tarde que casi todos ellos.
Claro, es un plan de largo plazo. En el medio, habrá contingencias, imprevistos. Por suerte nadie sabe cuánto va a vivir realmente, ni cómo llegará a esos últimos años. Pero, con un cierto grado de probabilidad, la estimación no es tan errónea. Haber viajado en el tiempo y podido hablar con mi “yo” de 2050, sabiendo qué va a necesitar de mi “yo” actual, me permite al menos trazar un objetivo, y periódicamente controlar qué desviaciones se producen por los obvios imprevistos que tiene la vida.
Así viven y piensan los alemanes, individualmente. Lejos estoy de creer que sean el ideal de sociedad, o los dueños de la verdad. Alemania es un país con una agenda de muchos problemas y cosas mejorables. Solamente estoy tomando dos aspectos de su cultura. Dos de los que sí funcionan. Dos ejemplos que aprendí y que me sirvieron, y que creo que los argentinos podemos adoptar, porque tenemos cosas que no tiene el alemán promedio: creatividad e inventiva.
El alemán, consciente de su limitación creativa, y de su escasa capacidad de resolución de imprevistos, planifica. Por eso, en las próximas columnas les iré contando otros aspectos de la sociedad, la cultura y la economía de un país que en 70 años pasó de ser un desolado campo de guerra a dominar Europa, siguiendo un plan.