LA PRENSA – POR LAUTARO MOSCHET – Economista de la Fundación Libertad y Progreso.
El índice de producción industrial manufacturero (IPI manufacturero) indicó que en el año 2019 la industria terminó un 6,38% por debajo del año 2018. Si bien el último mes del año fue mejor que diciembre de 2018, la tendencia sigue siendo negativa.
El año 2019 fue recesivo para la Argentina. La crisis no solo afecta a los hogares, sino que también la industria en el país está atravesando un difícil momento. Los altos costos a la hora de producir o contratar presionan a las decisiones de inversión privadas. En este sentido las acciones políticas tienen gran influencia y lamentablemente vienen afectando negativamente a la industria.
El cambio de gobierno trajo consigo nuevas medidas como el aumento en las retenciones y la creación de nuevos impuestos. Teniendo en cuenta que el mercado externo es fundamental para muchos sectores industriales y que Argentina tiene una presión tributaria asfixiante, uno puede prever qye afectará negativamente a los productores. A su vez, el cepo cambiario implica grandes pérdidas para los exportadores, al obligarlos a liquidar sus ingresos en divisas a un valor del peso sobrevaluado (tipo de cambio oficial artificialmente bajo), lo que implica hacerle también una retención cambiaria.
Además, impide la llegada de inversiones extranjeras ya que nadie va entrar a invertir en un país en el que luego no va a poder retirarse. Por otro lado, la doble indemnización pone en jaque a la toma de empleados dado que las firmas tienen un mayor riesgo a la hora de contratar. Esto afecta tanto al mercado laboral como a la producción, ya que como es evidente, la mano de obra es un factor positivo en la cadena productiva. Argentina es un país que, en lugar de ayudar a sus generadores de riqueza, los exprime hasta el agotamiento y luego los acusa de ser dañinos para la economía.
Desde comienzos de la gestión anterior se habla de la lluvia de inversiones que le dará a Argentina la fuerza para salir de la interminable crisis que le permite al país ocupar el tercer puesto entre las inflaciones más altas del mundo (53,8% acumulado del año 2019),luego de Venezuela y de Zimbabwe.
Sin embargo, la falta de seguridad jurídica hace imposible que los inversores se sientan cautivados para traer sus capitales. Las empresas no pueden ganar dinero, ya que la presión fiscal en Argentina es estratosférica. Actualmente existen 166 impuestos en que afectan tanto a la producción como al consumo y en un ranking de 190 naciones, el país se ubica en el puesto 21 entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Esto se traduce en la disminución de ventas y menores incentivos para fabricar.
LA DEUDA
Otro de los puntos a resolver es la cuestión de la deuda. Para esto Argentina tiene que fabricar dólares para poder realizar sus pagos. En este sentido debe ofrecerle al mundo bienes y servicios a cambio de divisas. Lo llamativo es que la estrategia de Argentina no es la apertura comercial, sino todo lo contrario, desalienta las exportaciones y se aleja del mundo. Lo cual es inconsistente con sus necesidades. Claro ejemplo de esto es la caída de las exportaciones de autos a Brasil, principal destino de los autos fabricados en Argentina. La atrocidad de los impuestos hace que el 54% del valor de un auto sea para el Estado, mientras que en países como México o España el proceso productivo está exento de impuestos.
Para poder salir de la crisis se necesita un plan económico que le permita crecer al país. Esto significa facilitar a los empresarios a invertir y contratar gente a través de una reforma laboral que posibilite bajar los costos patronales y a su vez aumentar el empleo y el salario. Conjuntamente, se debe impulsar una reducción de impuestos para aumentar la competitividad de la industria argentina y puedan ingresar dólares genuinos que satisfagan las necesidades presupuestarias (1).
Las bases del crecimiento están en línea con las condiciones que favorezcan a los inversores a obtener rédito de sus actividades. Mientras esto no ocurra, la industria no podrá crecer y la economía no tendrá las fuerzas para emerger.