Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
https://www.ivancarrino.com/ – Todo comenzó cuando Antonella Marty, escritora rosarina hizo una crítica al partido español VOX por “creerse dueños de las camas ajenas”, montándose en un Tuit referido a la adopción de niños por parte de personas del mismo sexo.
A esto respondió Agustín Laje, escritor cordobés y militante cultural de este partido de la nueva derecha española. La respuesta constó de tres puntos, pero me gustaría referirme solo al segundo de ellos porque muestra, a las claras, las diferencias entre liberales y conservadores respecto del debate por la adopción.
El segundo punto de Laje, entonces, es que “El garante de la adopción homo es el Estado (no hay LGBT sin estatismo)”. Explicando el punto, sostienen en la nueva derecha que el “lobby LGTB” es estatista porque la única forma de que los gays y las lesbianas se casen y adopten niños es mediante la intervención del estado. Este truco retórico es utilizado (parece) a propósito para confundir a liberales despistados.
Es que finalmente, si no se lee con cuidado, o no se observa todo el tablero antes de mover la pieza, el liberal bien intencionado puede cometer el error de sumarse a esta crítica y rechazar ciertas reivindicaciones por considerarlas demasiado estatistas.
Lo que no se ve
¿Qué es, entonces, lo que no se ve del argumento? Que hoy en día, o al menos hasta hace algunos años, era el estado -es decir, la intervención del gobierno- el garante de la adopción heterosexual. Es decir, la adopción legal tiene que pasar por el gobierno, y hasta hace algunos años en muchos países (entiendo que esto está cambiando a medida que debatimos), esa legalidad era solamente concedida a padres adoptivos de distinto sexo. En concreto, al matrimonio o la pareja heterosexual.
Ahora bien, si esto es así, se cae rápidamente la acusación de que no existe LGTB sin estatismo, porque para el caso el estatismo es el que impone la discriminación hacia el LGTB en este caso. De hecho, si lo contrario al movimiento LGTB es la postura conservadora, uno podría perfectamente decir, en palabras de Laje, que el garante de la adopción hétero es el Estado (no existe CONSERVADURISMO sin estatismo).
Llegamos entonces al absurdo caso de que quienes dicen ser liberales, y quieren llevar liberales a sus filas con la bandera del antiestatismo, en realidad no son tan antiestatistas como dicen. Es decir, solo están en contra del estado si el objetivo de la intervención no coincide con sus preferencias particulares. En concreto, si el estado casa o permite adoptar a heterosexuales, estatismo bueno, si el estado casa o permite adoptar a homosexuales, estatismo malo.
Tema de fondo
Para cerrar, pasemos en limpio el fondo del debate. Si el estado interviene y decide sobre la adopción, y permite adoptar a heterosexuales pero no a homosexuales, estamos ante un caso de desigualdad ante la ley. Y, dado que los liberales creemos en la igualdad ante la ley, la posición sería en favor de permitir la adopción homoparental.
Otra opción compatible con la postura liberal es que, dado que la adopción también podría resolverse en el marco de acuerdos voluntarios entre privados, el estado no debería intervenir, y parejas homosexuales o heterosexuales accederían a la adopción en función de lo que padres biológicos, agencias de adopción y expertos en la materia consideren apropiado. Pero no habría una discriminación a priori ni en contra ni a favor de ninguna pareja por su mera preferencia amorosa.
Finalmente, el conservador tiene una posición diferente. Considera -en la mayoría de los casos- que el estado sí debe intervenir en esta materia, y que ya que lo hace, debe discriminar en contra de los homosexuales a priori de cualquier investigación. Esto, en el Libro Negro de la Nueva Izquierda, que Laje escribe junto con Nicolás Márquez, está absolutamente claro.
Tan claro como las diferencias entre liberales y derechistas.