Liquidez global para combatir la contradicción secundaria del dinero – Adrián Ravier

Licenciado en Economía (UBA, 2002), Master en Economía y Administración de Empresas (ESEADE, 2004) y Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC, 2009).

Profesor Titular Regular de Introducción a la Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam).

Contribuye en el blog Punto de Vista Económico y en Libertad y Progreso.

ACTON – En su famoso estudio sobre la Historia Monetaria de los Estados Unidos, Milton Friedman y Anna Schwartz sostuvieron que la Gran Depresión de los años 1930 obedecía a errores de la Reserva Federal. El problema no fue la expansión monetaria y crediticia de los años veinte, decían, sino más bien la contracción secundaria de la oferta monetaria producida entre 1929 y 1933, lo que provocó una gran deflación de precios que destruyó una gran parte del sistema bancario (de los 25.000 bancos que operaban en 1929, sólo quedaron 12.000 en 1933).

¿Qué queremos decir con «contracción secundaria»? Como explicara Roger W. Garrison «una espiral descendente de la actividad económica que se realimenta y que provoca que la recesión sea más profunda y/o que dure más de lo que era necesario por la necesitada liquidación de las malas inversiones».

Ahora mismo podemos ver una situación similar. En primer lugar, tal como ocurrió entre 1924-28, y también entre 2001-05 la Reserva Federal mantuvo entre 2008-16 una política monetaria demasiado laxa por demasiado tiempo (con tasas de interés reales negativas), con el objetivo de sacar a la economía americana de las recesiones previas de 1921 y 2008; en segundo lugar, en ambos casos esta expansión crediticia alimentó una burbuja bursátil que tarde o temprano tendría que ser corregida; en tercer lugar, el pánico de 1929 y 2008 se asemeja al que observamos hoy en 2020, aunque aquí el factor desencadenante es otro.

El pánico actual se desata por un profundo temor de la sociedad global por los efectos del coronavirus, los que han provocado cuarentenas obligatorias en casi todos los países del mundo, limitando la circulación de la gente, reduciendo con ello el consumo, provocando un fuerte atesoramiento que significa una mayor demanda de dinero y, en definitiva, una fuerte caída en la velocidad de circulación del dinero.

En su estudio sobre la crisis del treinta, Friedman y Schwartz recomendaban que ante una situación semejante la Reserva Federal debía evitar la crisis consecuente reinflando la oferta monetaria.

Muchos dirán que esta es una política keynesiana, por el rol activo que el gobierno y la Reserva Federal asumen ante la crisis. Sin embargo, hemos de notar que expandir la base monetaria cuando la oferta monetaria se contrae es una operación con cierto consenso en la academia.

¿Incluye este consenso a los liberales austríacos? En cierto sentido, sí. Y es que Friedrich Hayek, en su famoso libro Precios y Producción (1931) afirma que la Reserva Federal debe expandir la base monetaria para evitar esta «contracción secundaria». En términos de la ecuación cuantitativa (MV=PY), Hayek propone mantener MV constante. Ya metidos en problemas (por el exceso de liquidez inyectado entre 2008 y 2016 que generó una burbuja bursátil), Hayek proponía (como ideal) que la Reserva Federal permita la necesaria liquidación de mercado mientras la autoridad monetaria evita la contracción secundaria (el pánico) mediante el mantenimiento de un flujo constante de gasto.

Vale la pena aclarar que el aumento de la oferta monetaria (M) que proponía Hayek no sería de la magnitud, ni de la calidad, de la que Bernanke ofreció tras la crisis de 2008. Por un lado, en esa etapa se observó que la FED duplicaba y triplicaba la base monetaria, en un monto que está bastante por encima de lo que el mercado habría necesitado para evitar la «contracción secundaria». Por otro lado, en lugar de los rescates arbitrarios y discrecionales, Hayek habría preferido una expansión de la oferta monetaria a través de operaciones de mercado abierto, esto es, comprando bonos y sin favorecer el «riesgo moral». De este modo, algunas de las grandes empresas que fueron rescatadas habrían caído y otras habrían sido fusionadas o reestructuradas, dando lugar al ajuste de mercado.

En los próximos meses podremos ver si aprendimos la lección. Si bien la profesión de economistas (incluyendo keynesianos, monetaristas y austriacos) justifica una inyección de liquidez global para hacer frente a la contracción secundaria que provocará el coronavirus, la calidad de la intervención debería ser diferente, dejando que se corrija la burbuja bursátil creada y evitando el riesgo moral con un rescate selectivo de empresas que generalmente son demasiado grandes para caer.

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