“Si no cambiamos, la deuda no es sustentable ni con quita del 100%”

Director Ejecutivo en 

ÁMBITO FINANCIERO . Para el economista, la Argentina viene de default en default porque ha hecho lo mismo en los últimos veinte años. El Covid-19 no hizo más que profundizar los desequilibrios preexistentes.

El economista y director de la Fundación Libertad y Progreso, Aldo Abram, es muy crítico de cómo se encararon las negociaciones por el canje de la deuda externa. Considera imprescindible aclarar el rumbo de la política económica porque si no se recupera la confianza, ni con una quita del 100% la deuda argentina es “sustentable”, afirma. A continuación la conversación que mantuvo con este diario.

Periodista: ¿Cómo ve las posibilidades de una reestructuración de la deuda?

Aldo Abram: Por suerte, de ambos lados parece haber disposición para llegar a un acuerdo. Por lo menos, quienes negocian por el Gobierno consideran que es importante evitar una nueva cesación de pagos total. Del mismo modo se observa a los acreedores, que se encuentran en un contexto de alta incertidumbre mundial y con un gran problema que afecta una porción muy pequeña de su cartera. Sin embargo, creo que el Gobierno planteó la discusión con un error de diagnóstico y otro conceptual en lo económico. El primero es que solucionado el tema de la deuda se resolverían los problemas de la Argentina y estaremos predestinados a crecer. En realidad, estar al borde de una cesación de pagos es la consecuencia de los problemas de fondo que nos negamos a solucionar. Si realmente fuera el problema, vamos por la novena reestructuración, por lo que ya seríamos potencia. El error conceptual es que es el Estado el que gesta el crecimiento y luego se suma el sector privado. Por eso, vemos que este Gobierno pretende indicarles a los trabajadores y empresarios cómo manejar sus negocios; o realizar sus tareas; o ahorrar o invertir. Inclusive regula la economía; pretendiendo hacerlo mejor que el mercado. Es imposible que sepan más que el conjunto de los argentinos. Además, necesitan plata para hacer crecer el nivel de actividad gastando desde el Estado. Por eso, al principio de su mandato, en vez de ajustar al sector público, argumentando que era recesivo, hicieron ajustar “solidariamente”, o sea achicar al sector privado exprimiéndolo con más impuestos. Parece que eso no es recesivo. Además, esto justifica que plantearán como una prioridad tres años sin pagar intereses de la deuda ya que pensaban usar esos recursos para gestar crecimiento. Cambiemos contó con muchos más recursos de crédito y sólo pudo sostener los problemas que heredó un par de años. Con menos plata, ¿cuánto logrará mantenerlos este Gobierno? Así es muy difícil lograr un acuerdo.

P: El Gobierno argumenta que no quiere cerrar un acuerdo con un nivel de deuda que no sea sustentable…

A.A.: Cada vez que escucho eso me da risa. Si seguimos gestionando la Argentina como hasta ahora, la deuda no es sustentable ni con un porcentaje de quita del 100%. De hecho, en 2001 entramos en cesación de pagos, luego se hizo una enorme quita de entre 60% y 70% y hoy estamos reestructurándola de nuevo, porque desde 2003 se aumentó explosivamente el tamaño del Estado. Hay políticos y economistas que consideran que el gasto público puede ser sistemáticamente mucho mayor a lo que los argentinos podemos pagar. Lo único que significa una mayor quita es que pasará más tiempo antes de que volvamos a llegar a un nivel de deuda que no podremos afrontar.

P: ¿Pero todo no se complicó con la pandemia?

A.A.: No nos debemos confundir. La economía argentina se enfermó de Covid-19, pero tenía graves patologías preexistentes. Eso implica que, como cualquier paciente en esas condiciones, tiene más probabilidades de un desenlace fatal. En el pasado otros países de la región manejaron austeramente su gasto y hoy tiene ahorro o crédito para enfrentar los costos que implica la pandemia. Además, sus bancos centrales fueron respetuosos de sus ciudadanos y les dieron una moneda confiable y estable. Por eso, ante la incertidumbre la demanda de dichas divisas aumenta y sus bancos centrales pueden emitir para darle crédito a los sectores vulnerables sin que su poder adquisitivo se destruya. Nada de eso sucedió ni sucede en Argentina.

P: ¿Vamos directo a otra crisis?

A.A.: Sí, pero podemos evitarla recuperando la credibilidad que perdimos mucho antes de la pandemia. Ya hablamos de la tendencia a gastar de más que nos lleva de crisis en crisis. Necesitamos una reforma del Estado que lo haga más eficiente a la hora de cumplir con sus roles indelegables y esenciales para los argentinos. Para eso votamos a los políticos y, aunque los resultados muestran su inutilidad para lograrlo, parece que sí están capacitados para manejar empresas y, por eso, andan buscando qué expropiar. Es muy gracioso. Que empiecen por hacer bien aquello para lo que los hemos votado. Además, hay que bajar el gasto porque necesitamos disminuir los impuestos. Según el Banco Mundial estamos en el puesto N° 21, entre 190 países, de los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Así no hay perspectiva de que haya suficiente inversión para gestar crecimiento sostenido. Por otro lado hay más de 69.000 regulaciones que asfixian a las empresas, especialmente a las pymes y a los emprendedores, pero, en vez de reducirlas, este Gobierno las incrementa. Tenemos una ley laboral que desincentiva la generación de empleo productivo. Con distintos gobiernos y períodos de gran crecimiento, en cualquiera de los últimos 20 años que se elija, más del 40%, e incluso más del 50% de los argentinos estaban desocupados, en la informalidad o con un seguro de desempleo disfrazado de ocupación en el Estado o plan asistencial. Con este lastre es imposible crecer, darle trabajo productivo y sacar a la gente de la pobreza.

P: ¿Pensar que esto se puede hacer ahora no es ingenuo?

A.A.: La magia no existe. Lleva tiempo resolver estos problemas; pero hay que anunciar qué se hará, indicar cómo y mostrar que se dan pasos en ese sentido. Por ejemplo, se puede reestructurar el Estado en un plazo de dos años sin dejar a nadie sin ingresos. A la gente que no cumplía un rol útil o ponía un sellito que sólo nos complicaba la vida se la manda a la casa con un sueldo, se la capacita y se subsidia al sector productivo para que lo tome. Por supuesto, hay que hacer una profunda reforma laboral para que incentive la creación de puestos de trabajo productivo, facilitando esta transición pero además dándole empleo a quienes lo perdieron y a quienes entrarán al mercado laboral. Obvio, también hay que derogar todas las regulaciones y armar un nuevo código con aquellas que realmente son necesarias, facilitando gestar nuevos negocios. Lamentablemente, los argentinos tendemos a votar a políticos que nos prometen resolver los problemas milagrosamente y, así, evitar los sacrificios que significa solucionarlos. Por supuesto, como no pueden hacer milagros se termina en crisis con sacrificios mucho mayores y, encima, seguimos teniendo los problemas. Los países que en las últimas décadas encararon estas reformas estructurales más que duplicaron el poder adquisitivo de los ingresos de sus habitantes, tienen desempleo, inflación y pobreza muy bajos. No es un premio menor, ¿no?.

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