Consejero Académico de Libertad y Progreso
CATO – Carlos Rodríguez Braun reseña un trabajo publicado recientemente por un grupo de economistas australianos, donde señalan que para descongelar las economías luego de la pandemia no se requiere volver a la situación precedente sino adaptarse a una muy diferente mediante la innovación, la digitalización, la reducción de impuestos, la descentralización y la desregulación.
Las metáforas en economía son por regla general falsas, porque ninguna refleja la complejidad de los órdenes sociales. Esto vale también para una metáfora física ampliamente utilizada durante la pandemia: la congelación.
Trasladando a la economía, sin matiz alguno, las nociones sobre la propiedad del frío a la hora de conservar los alimentos, u otras cosas, se nos ha dicho que la economía se puede congelar, manteniendo intactas sus características. Transcurrido un tiempo determinado, se puede descongelar, recuperando así sus condiciones iniciales. Vamos, como los filetes de merluza.
Pues, no. La economía no es un plato de comida, y todo sugiere que tanto la congelación como la descongelación son procesos tan irregulares que no garantizan la conservación ni tampoco la recuperación del punto de partida. Se producirán desequilibrios, cambiarán las relaciones económicas y las preferencias de las personas, y habrá que superar un tremendo daño en términos de empleos y de empresas que habrán desaparecido. Un grupo de economistas australianos de la Universidad RMIT ha presentado un esbozo sobre cuáles deberán ser los criterios de política económica para convertir el descongelamiento en una economía dinámica: Darcy W. E. Allen et al., Unfreeze. How to create a high growth economy after the pandemic, American Institute for Economic Research, 2020.
Una situación diferente
Su tesis central es que el problema del descongelamiento no estriba en volver a la situación precedente, sino en adaptarse a una situación diferente. De ahí que resulte imprescindible que los gobiernos comprendan que el intervencionismo, que suele ser malo a la hora de la congelación, es sin duda pésimo a la hora de abordar el camino en la dirección contraria. La razón de fondo es que esa tarea necesita un marco flexible, con lo que el criterio básico de la política económica debería ser “no planificar la nueva economía, sino preparar un ambiente regulatorio propicio para el descubrimiento de los empresarios y también de las autoridades”.
Hay que facilitar la innovación y la digitalización, bajar impuestos, descentralizar y desregular. No volverá la economía anterior a golpe de gasto público: “Esa economía se ha ido para siempre. Adonde regresaremos será a otra economía, con preferencias y usos de la tecnología distintos, con nuevas empresas y empleos, con otros patrones en el comercio y la especialización. Nuestro problema económico no es cómo estimular el gasto para recuperar el PIB de enero. No tenemos un problema de gasto porque esta situación no se ha producido por una pérdida de gasto”.
Si se aplica la lección, la economía puede alejarse de la temida “L” y acercarse a un deseable perfil de raíz cuadrada.