EL CATO – En su cuenta de Twitter la vicepresidente Cristina Fernández ponderó un artículo del Sr. Alfredo Zaiat publicado en Pagina 12, el domingo 12 de julio pasado. En dicha nota titulada “La conducción política del poder económico” Zaiat critica la intención del presidente Fernández de convocar a “grupos concentrados” para la noble tarea de construir un nuevo capitalismo adaptado a la nueva normalidad. El artículo incurre en errores conceptuales básicos.
Primera falacia: “grupos concentrados”
Zaiat sostiene que los “grupos concentrados” tienen un interés distinto al “nacional” pues su rentabilidad no depende del desarrollo del mercado interno. Hablar de “grupos concentrados” en la Argentina es casi una exageración. Las empresas que tanto preocupan a Cristina tienen un valor de mercado que, en conjunto, no superan los 20.000 millones de dólares. (incluido los bancos). Paradógicamente Mercado Libre duplica ese valor. Es más, Techint vale menos que la Premier League y la sumatoria de todos los bancos vale menos que la Bundesliga y la Liga Española.
Quiere decir que con el valor de los equipos de cinco ligas europeas te podes comprar todos los “grupos concentrados” de la argentina. Esto es, el valor inestable y riesgoso de tres mil jugadores de fútbol es superior al valor de mercado de todas las empresas grandes y bancos de la argentina. Argentina no tiene empresas grandes. Argentina es un país achicado por políticas mediocres que consumió el valor de los activos y los proyectos. Sólo en una economía cerrada, pequeña y bloqueada se puede hablar de “grupos concentrados”. Si abrimos la economía dichas empresas pierden peso específico y por lo tanto “poder hegemónico”.
En la Argentina hay dos tipos de proteccionismos que impiden la competencia. El clásico proteccionismo arancelario y para arancelario que aísla los precios locales de los internacionales y una suerte de “proteccionismo interno” que consiste en el diferencial institucional que aleja a las inversiones extranjeras. Por lo tanto el concepto “grupos concentrados”, que llena de excusas al discurso oficial, no es otra cosa que el resultado del escaso nivel de competencia.
Segunda falacia: “intereses nacionales”
Zaiat sugiere que los “grandes grupos” con base en comercial, financiera y patrimonial en el exterior no tienen intereses compatibles con los “nacionales”. Esto equivale a decir que si un director técnico de fútbol defendiera con “línea de cuatro”, estaría feliz cada vez que el delantero rival pasa fácilmente esquivando a un determinado defensor. Ningún titular de capital, maximizador natural de beneficios, querrá perder dinero en ninguno de los mercados donde opera. Por tal motivo a ningún empresario, grande, mediano, chico o cuentapropista querrá que al país donde opere le vaya mal.
Además, el valor de las cosas está fuertemente influenciado por el entorno. El valor de una compañía depende tanto del entorno como de la propia compañía. El mercado inmobiliario es aleccionador en este sentido. Una casa exactamente igual tiene un valor de mercado distinto dependiendo el entorno en el cual se encuentre. Con las empresas sucede lo mismo. Otro motivo más que para cualquier empresario este fuertemente interesado en el bienestar general.
Tercera falacia: “grupos ideologizados”.
En un intento de jugar una partida de TEG (juego de mesas “Tecnología y Estrategia de Guerra”) el Sr. Zaiat esboza teorías divertidas sobre la relación de algunos grupos económicos y las ideologías. Los “malos” serían fogoneros del neoliberalismo hambreador en tanto los políticos buenos serían los defensores de los intereses populares. No hay posibilidad de análisis salvo desde la óptica del humor.
En un mundo globalizado donde cada persona tiene un celular en su mano con acceso a toda la información del planeta sostener que un diario modela la forma de pensar es una falta de respeto a la inteligencia de la gente.
El rol del presidente no es “pensar nuevos mundos” ni “diseñar nuevas normalidades”. Argentina necesita menos impuestos, menos regulaciones, menores déficits, mejor calidad institucional y menores paranoias estudiantiles. Tras la pandemia y la cuarentena necesitamos un fuerte shock capitalizador para generar empleos y disminuir la pobreza. La paranoia y la estudiantina poco aportan a la labor del Presidente.