Por Eugenio Marí – para ÁMBITO FINANCIERO
En lo que va del año las exportaciones argentinas anotaron seis meses consecutivos de caída. En el acumulado enero-junio cayeron un 11,1%. El cierre de los mercados internacionales, la menor demanda externa, obstáculos y conflictos internos son parte de la explicación del importante declive exportador de 2020.
Ante esta situación, desde el Gobierno y el sector privado surgieron iniciativas tendientes a articular un plan para recuperar el desarrollo exportador argentino luego de la pandemia. Pero ¿es esta una idea novedosa? ¿Argentina necesita un plan exportador? ¿Están dadas las condiciones para que funcione?
Antes que nada, hay que decir que la idea de un plan para promover el desarrollo exportador no es nueva. Solo por poner algunos ejemplos, en 2011 se lanzó el Plan Estratégico Industrial 2020, con un importante componente de desarrollo exportador, y en 2018 se lanzó el programa Argentina Exporta. Estos planes a su vez son el reflejo de una opinión favorable de los líderes políticos, empresariales y de la población en general sobre la necesidad de articular acciones para favorecer el crecimiento exportador.
No obstante, desde hace por lo menos 10 años que las exportaciones argentinas muestran un desempeño en caída o de tibia recuperación. Observando la última década, sobre un total de 114 meses, en 61 las exportaciones registraron una variación interanual negativa.
De estos solo 6 corresponden al período de pandemia internacional, apuntando a que el problema exportador se ha tornado estructural. Resulta llamativo como, habiendo planteado reiteradamente objetivos y planes para propiciar un crecimiento en las exportaciones, se hayan alcanzado resultados tan adversos.
Podemos mencionar tres cuestiones que afectaron el desarrollo de la política exportadora en el pasado: la consistencia, la estabilidad y la magnitud de los instrumentos utilizados. Nótese que nos referimos a los instrumentos, no así a los objetivos.
Con consistencia nos referimos a que las exportaciones no se dan en el vacío, sino que son el resultado de un complejo ecosistema de interrelaciones económicas que incluyen cuestiones impositivas, de infraestructura, regulatorias y de tratados internacionales, entre otras cosas. Esto implica que, para que un plan de desarrollo exportador obtenga resultados, la estrategia de desarrollo económico nacional debe ser consistente con este objetivo exportador.
En particular, no pueden esperarse buenos resultados de un plan para aumentar las exportaciones cuando se mantienen derechos de exportación para equilibrar las cuentas fiscales. En este caso, la inconsistencia entre los objetivos hace que los de mayor nivel (en este caso equilibrio fiscal) afecten críticamente el cumplimiento de aquellos de menor nivel (desarrollo exportador).
Esto nos lleva a la segunda cuestión, la magnitud de los instrumentos utilizados. Para quebrar la tendencia negativa hay que modificar aquellos instrumentos que tienen mayor impacto sobre las exportaciones. Hay que identificar aquellas cuestiones que representan un mayor peso sobre las empresas que buscan vender sus productos al exterior y actuar sobre ellos. Esto implica elevar el grado de intensidad en la acción, manteniendo la acción sobre cuestiones simples y de baja resistencia, pero incorporando otras de mayor costo, como pueden ser los derechos de exportación o mayores obras de infraestructura como puede la modernización y ampliación de puertos.
Y tercera, la estabilidad. Para exportar es necesario un proceso de inversión previo que asegure competitividad productiva en los mercados internacionales. Al mismo tiempo, los proveedores extranjeros valoran positivamente la seguridad y confiabilidad en la oferta de insumos, tanto en volumen como en calidad. Que haya fortaleza en las reglas de juego se transforma en un elemento clave para cualquier plan exportador. Y esto no solo sobre los instrumentos que afectan directamente a las exportaciones, sino también sobre aquellos que lo hacen indirectamente. Por ejemplo, si los exportadores argentinos tienen retrasos o dificultades para acceder a insumos importados esto afecta su rentabilidad y confiabilidad como proveedores internacionales, golpeando a las exportaciones.
Argentina debe realizar acciones audaces para recuperar el sendero del crecimiento y desarrollo económico y las exportaciones son un elemento clave para hacerlo. No obstante, si la mirada es miope y el plan que se formule no tiene en cuenta las cuestiones de consistencia, magnitud y estabilidad, entonces, aunque se planteen los objetivos más loables y las metas más ambiciosas, volveremos a repetir los magros resultados que ya hemos visto en el pasado.