Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Por Iván Carrino NOTIAR – INFOBAE
Argentina no tiene crisis permanentes porque falten divisas, las tiene porque sus políticas económicas las llevan a las nubes y una vez que eso ocurre quieren evitarlo tomando peores decisiones, como los controles de cambio
En países con políticas sensatas, los dólares no conforman ningún problema económico.
Nuestro país es caso de estudio. Existen pocos que, tras haber estado en los primeros puestos en materia de desarrollo económico a nivel global, hoy naveguen por la mitad de tabla en el ránking de ingreso per cápita, sufran elevados niveles de inflación, y muestren números de pobreza en aumento por tantos años.
En el último tiempo, y producto de la crisis económica achacable a la gestión macrista, ganó nuevamente impulso la teoría de que este contundente fracaso económico no se debe al populismo industrial que nos caracteriza, ni a los déficits fiscales crónicos, ni a un estado que es uno de los más hipertrofiados del continente.
Esta teoría sostiene, por el contrario, que Argentina sufre de un problema de cíclica “falta de dólares”. La narrativa en cuestión indicaría que todo va relativamente bien, hasta que producto de que no hay dólares, o bien el crecimiento económico se detiene, o bien se revierte con una feroz crisis de balanza de pagos.
Esta, sin ir más lejos, es la teoría que sostiene el Ministro de Producción, pero que también comparten Martín Guzmán y todos los economistas que acompañan al gobierno del “Frente de Todos”.
En una reciente entrevista, Matías Kulfas sostuvo:
“Nuestra visión es que el principal problema macroeconómico en la Argentina no tiene que ver con lo fiscal. Lo fiscal por supuesto que es un problema y tenemos que marcar claramente un sendero hacia el equilibrio, hacia el superávit (…) Pero nuevamente el problema de Argentina es que deja de crecer cuando se queda sin dólares. Me parece que ahí está un poco el quid de la cuestión”.
En tiempos de redes sociales y consumo masivo de información hiper-recortada, debemos decir que es destacable que el ministro reconozca que “lo fiscal” (es decir, que se gaste sistemáticamente por encima de lo que se recauda), sea un problema y que es necesario marcar un rumbo hacia el equilibrio.
No obstante, a pesar de reconocer esa situación, pone dicho tema en segundo plano, subscribiendo la idea de que el punto principal es que no hay suficiente cantidad de dólares para sostener el crecimiento económico.
Esta parte de la alocución es falsa. Es un mito, y una creencia errónea cuyo error es fácil de demostrar. Es que sostener que el país no crece porque “faltan dólares” es como decir que un kiosco no funciona porque no le proveen alfajores.
Los alfajores del kiosquero
Es cierto, claro, que, si un kiosco no tiene alfajores para distribuir y, por tanto, no tiene mercadería, entonces no podrá ser bajo ningún punto de vista un negocio rentable. Sin insumos no hay producto, y sin producto no hay ingresos.
Ahora lo que hay que considerar es qué está pasando que el proveedor no los entrega. Y aquí encontramos que en el kiosco solo puede haber dos motivos para esta actitud.
– O bien el comerciante quiere pagar por los alfajores menos de lo que éstos valen,
– o bien está tan endeudado con el proveedor que éste decidió finalmente no enviarle más productos.
Llevado al ámbito macroeconómico, el primer caso es el de la existencia de controles de cambios. Un control de cambios por definición pone un precio para el dólar que está por debajo de su nivel de equilibrio. Y si uno quiere pagar por un alfajor (o un dólar) menos de lo que vale en el mercado, es natural que aparezcan dificultades para conseguirlo.
¿Quién vende hoy un dólar a $75 si no es obligado por el poder estatal? ¿Quién consigue hoy alfajores a $2? La respuesta es la misma en ambos casos: nadie.
El segundo caso es el de la crisis de deuda. Si un gobierno toma deuda con el extranjero al punto tal que los acreedores internacionales comienzan a pensar que ella no terminará pagándose, probablemente los flujos de dólares que llegaban al país dejen de hacerlo. En ese caso, ocurrirá casi lo mismo que con el control de cambios: al precio vigente, los dólares escasearán. Ahora el mecanismo de ajuste no será el de las cantidades (caída de reservas), sino el del precio.
Frente a la crisis de deuda, lo que ajusta es el tipo de cambio. El dólar vuela, los ingresos caen, los costos suben, y las empresas quiebran.
Ocurrido esto, el observador miope dirá que la crisis se originó por “falta de dólares”. El meticuloso entenderá que eso es solo la punta del iceberg.
Crecimiento restringido
Curiosamente, en algunos casos los teóricos de la “restricción externa” dirán que el problema es generado por el propio crecimiento. Es decir, que el propio avance de la actividad económica, al demandar una mayor cantidad de importaciones, termina por gatillar la ausencia de los tan necesarios dólares. Este pensamiento tampoco se sostiene.
Es que, volviendo al kiosco, si los alfajores están en alta demanda, el kiosquero no tendrá problemas ni para recibir más cantidades de su proveedor, ni para pagar precios algo más altos que luego podrá trasladar a sus clientes.
Para cerrar, Argentina no tiene crisis permanentes porque falten dólares.
Tiene crisis permanentes porque sus políticas económicas llevan al dólar a las nubes (déficit fiscal que deriva en inflación y endeudamiento) y, una vez que eso ocurre, quieren evitarlo tomando peores decisiones todavía (como los controles de cambio).
El día que eso se entienda y se actúe en consecuencia, a mí o a vos siempre nos van a “faltar los dólares” (porque sería genial tener un número infinito de ellos), pero la economía no tendrá ningún problema. Habrá crecimiento sostenido, se crearán puestos de trabajo y los salarios –en términos reales– subirán en promedio de forma permanente.
Mientras eso no ocurra, seguiremos acá, ahogándonos en un vaso de agua.