Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
REVISTA CRITERIO – Vivimos una tragedia educativa cuya magnitud se pierde en la cuenta cotidiana de nuevos contagios y muertes por el coronavirus. ¿Cómo evitar qué nuestros niños y jóvenes se transformen en sus víctimas silenciosas?
Hace pocos días, Betsy DeVos, secretaria de Educación de los Estados Unidos, publicó una carta abierta dirigida a todos los padres. Esta nota comparte los principales conceptos de esa larga misiva, que aplican directamente a la tremenda realidad educativa que la crisis sanitaria ha generado en nuestro país.
“Es temporada de regreso a la escuela, pero se siente diferente a cualquier otro año. Hablemos de algo que ha estado pesando mucho en sus mentes y en las mía. ¿Cómo pueden los alumnos –su hija, su hijo– seguir aprendiendo y creciendo en forma segura?
Sé que muchos de ustedes se sienten abrumados o impotentes, frustrados y cansados, muy cansados. Todas esas emociones son comprensibles. Esto ha sido duro para todos. Su corazón se rompió cuando vieron llorar a sus hijos porque estaban tan frustrados con el aprendizaje virtual, que con demasiada frecuencia no parece funcionar del todo bien. Ustedes hicieron todo lo posible para convertirse en maestros de tiempo completo, además de mantener su trabajo cotidiano y preocuparse por la seguridad de su familia.
Sé que muchos están ahora más en sintonía con lo que sus hijos necesitan para aprender. Por lo tanto, algunos de ustedes, con el tiempo y los recursos económicos necesarios, se están volviendo creativos y han formado, por ejemplo, ‘burbujas de aprendizaje’ o han tomado la decisión que sus hijos realicen home schooling.
Están haciendo lo que piensan es mejor para ellos. Eso es lo que hacen los padres. Pero demasiados padres de nuestra nación, tal vez tú, o alguien a quien conoces, está atrapados sin opciones, sin ayuda y sin salida.
Es por eso que estamos luchando cada día por generar más opciones. Cada familia necesita ser capaz de hacer lo que es mejor para su hijo. Su dinero debe seguir a su estudiante. Nuestras escuelas existen porque usted paga por ellas y usted debe estar facultado para poner su dinero a un mejor uso si la escuela no está satisfaciendo sus necesidades.
Eso comienza con las escuelas abiertas. Permítanme aclarar: nadie está sugiriendo que cada niño debe estar detrás de un escritorio en un aula, o que las realidades de salud no causarán interrupciones temporales. Sin embargo, creemos que, como regla, las escuelas deben estar abiertas para el aprendizaje en persona como una opción para las familias que lo quieren o lo necesitan.
En términos más generales, creemos que las familias necesitan más opciones que nunca para encontrar que es lo más adecuado para sus hijos.
Si desean o necesitan enviar a su hijo a la escuela, los apoyamos. Aportaremos financiamiento de emergencia para que las escuelas reabran de manera segura y ofrezcan instrucción en persona.
Si el aprendizaje virtual es lo mejor para su familia, los apoyamos. Hemos reservado importantes fondos para mejoras en la educación a distancia y otros modelos innovadores.
Si desean que sus hijos asistan a una escuela que no sea la escuela pública que le ha sido asignada por su lugar de residencia, los apoyamos. Por ello, el presidente Trump y yo respaldamos la propuesta de ley que proporcionaría becas a las familias para elegir el mejor entorno educativo para sus hijos.
Al final del día, queremos que todos los padres tengan la posibilidad de tomar la mejor decisión para sus hijos. Algunos pueden optar por aprender en casa. Algunos pueden optar por regresar a su escuela actual. Algunos pueden optar por hacer una combinación de ambas alternativas. Cada uno de ustedes necesita ser capaz de elegir lo que es mejor para sus propias familias, porque conocen a sus hijos y sus circunstancias mejor que nadie”.
La carta es clara y contundente, y el mensaje por demás relevante, frente a la tremenda realidad educativa que vive nuestro país en virtud de la pandemia. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que los propios padres para decidir qué es lo correcto para sus hijos? Una pregunta simple, pero de fundamental importancia.
Uno de los principales argumentos de quienes se oponen a la libertad educativa lo constituye la premisa de que es el gobierno y no los padres quién está más calificado para decidir cómo se debe educar a los niños. Se asume, implícitamente, que las familias son de alguna manera incapaces de tomar buenas decisiones para sus propios hijos y esas decisiones deben, por lo tanto, estar en manos de la administración de turno.
Desafortunadamente, la arrogancia del establecimiento educativo, al pensar que los burócratas saben mejor que los padres, condena a demasiados niños, de sobremanera a aquellos de familias económicamente desfavorecidas, a experiencias educativas poco óptimas.
Yo me pregunto por qué un padre de un niño de, por ejemplo, seis años, que elige naturalmente el médico de su hijo, los alimentos que consume, las horas que descansa, los deportes que practica, la ropa que utiliza, las películas que ve, el uso que le da a la Internet y el tiempo que está frente a la pantalla, y todo lo que el lector se pueda imaginar, no puede elegir también el tipo de educación que considera más adecuado para el niño, en función de sus aptitudes, su personalidad, sus gustos y, por supuesto, los valores de la familia.
Los niños no tienen por qué convertirse en las víctimas silenciosas del coronavirus, estamos aún a tiempo de evitarlo. ¿No les gustaría a ustedes como padres recibir una carta similar a la que ha motivado esta nota? A mí, definitivamente sí.