Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
PERFIL – Según reporta la agencia Télam, el pasado 24 de agosto, la secretaria general de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), Sonia Alesso, al opinar sobre la posibilidad de la vuelta a las aulas, expresó que “en la provincia de San Juan, hubo una reapertura de escuelas y algunas tuvieron que volver a cerrar porque hubo contagios”, recordó que “abrir las escuelas implica que vaya la directora y personal docente y no docente” y agregó que “el rebrote hizo que los casos de coronavirus sigan aumentando en distintos puntos el país y para nosotros y nosotras la prioridad tiene que ser la vida y la salud de los chicos y de los docentes”. Su posición no resulta, coincide con la que los sindicatos docentes sostienen en otras latitudes. ¿Por qué tomar el menor riesgo de contraer un virus de muy baja letalidad, pero mortal al fin, si el salario mensual está asegurado?
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¡Con las vidas no se juega! No puedo estar más de acuerdo, pero ¿qué es vivir? ¿Cómo no admitir que la vida de aquellos chicos de las familias más desfavorecidas económicamente está siendo irremediablemente afectada por no estar recibiendo educación de calidad, por causa de la pandemia? Es por ello que, respetando los razonables temores que muchos miembros de la comunidad educativa tienen al contagio, también se debe tomar en cuenta el interés de aquellos niños que están siendo condenados al peor de los futuros.
¿Cómo hacerlo? Veamos una posibilidad gestada hace pocos días en los Estados Unidos, frente a la posibilidad que escuelas públicas no abran sus puertas en numerosos Estados, por la presión ejercida por el poderoso sindicato docente.
El miércoles 5 de agosto, el Senador por Kentucky, Rand Paul, presentó un proyecto por el cual los fondos federales para la educación se asignarían a las familias, no a las escuelas, generándose un múltiple abanico de posibilidades para su uso: home schooling, la escuela pública local u otra escuela pública que tenga clases presenciales, burbujas educativas con pequeños grupos de alumnos, o una escuela privada, ya sea laica o parroquial.
Sin rumbo y sin brújula en la educación
En una nota publicada el mismo día en el Hill, Rand Paul explicó los fundamentos de su iniciativa. En sus propias palabras: “Es difícil imaginar por qué alguien se opondría a dejar que los padres decidan sobre la escolaridad de sus hijos. Imaginemos si el gobierno dirigiese las tiendas de comestibles de la misma forma en que maneja las escuelas. Usted no pagaría por sus alimentos; usted pagaría un impuesto y el gobierno lo enviaría a la tienda más cercana a su casa. Ud. no podría decidir qué tienda o qué desea adquirir. Llegaría y le darían la misma bolsa de comestibles a todos por igual, independientemente de lo que necesite o prefiera. Habría una junta de comestibles para decidir lo que abastecerán y un superintendente de comestibles sería el encargado de las contrataciones y despidos, independientemente de la opinión de los clientes”.
Un absurdo, ¿verdad? Pero es así como hoy se maneja la educación en muchos países del mundo, desde ya que en la Argentina.
Mientras seguimos buscando como enfrentar el coronavirus, no olvidemos a nuestros chicos. De lograr sancionarse una legislación como la propuesta por Rand Paul, el impacto a largo plazo de la pandemia sobre la educación en USA podría resultar ser insospechadamente beneficioso. ¿Por qué no evaluarla para nuestro país? Frente al coronavirus, la solución para nuestros chicos está en el Congreso, no en las aulas.
(Fuente www.perfil.com).