Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
LA NACIÓN – El juez estadounidense Oliver W. Holmes, en un célebre fallo de 1919, bautizó como peligro manifiesto y presente cuando una situación es extremadamente grave. A nuestro juicio este es el caso hoy en tierras argentinas y de nosotros depende sortear la amenaza del chavismo autóctono que promete “ir por todo”.lo que queda en pie, agregamos nosotros, pues los manotazos del Leviatán ya son de una envergadura superlativa.
El cuadro de situación actual pone de manifiesto que, entre otras cosas, se ha fabricado una oposición de peso en ambas cámaras del Congreso de la Nación. Esto se ha logrado merced al grito desesperado de votantes que antepusieron a todo valores básicos del sistema republicano, como la libertad de prensa y la necesidad de una Justicia independiente. Este apoyo electoral no ha sido para alentar el fiasco de la gestión anterior, que como tantas veces he apuntado, comenzó con el bailecito nada republicano con la banda presidencial en la Casa Rosada, la pretensión de designar a dos miembros de la Corte Suprema por decreto, la expansión de ministerios, el otorgamiento de obras sociales a piqueteros, en un contexto de impuestos insoportables, inflación galopante, legislación laboral fascista y deudas colosales para financiar gastos estatales elefantiásicos.
Las buenas intenciones no bastan y las explicaciones y las anécdotas son irrelevantes, lo importante y definitorio son los resultados. Un gobierno no asume tremenda responsabilidad para quejarse por las herencias recibidas, sino para resolver problemas.
En vista de lo dicho, hay colegas que apuntan a constituir un nuevo espacio político para hacer frente a los desquicios de la actual administración y para desligarse de la oposición existente. Estimamos que esto es un error estratégico de grandes proporciones, ya que de hecho le hace el juego al chavismo vernáculo, al dividir las fuerzas. Se ha dicho que en verdad el nuevo espacio se coaligará con la actual oposición, lo cual carece de sustento, pues naturalmente el novel partido deberá criticar la oposición actual, de lo contrario no tiene sentido su constitución.
Por otra parte, la actual oposición debería adelantarse y ofrecer la posibilidad de una corriente interna, por ejemplo, denominada “Juan Bautista Alberdi”, al efecto de incorporar a representantes de quienes adhieren con mayor énfasis a los postulados alberdianos que hicieron que nuestro país se ubicara a la vanguardia de las naciones civilizadas durante ocho décadas. Esto daría tiempo para que otros, por fuera de la política, podamos continuar con la indispensable y urgente faena de la batalla cultural en el debate de ideas de fondo.
Al mismo tiempo, es de desear que quienes estuvieron en la primera fila del gobierno anterior tengan la inteligencia de dar un paso al costado, para permitir el surgimiento de otros de la misma agrupación pero que no han tenido la responsabilidad directa en la administración de la cosa pública.
Si esta invitación -o una equivalente- no se produce, nos encontraremos con el peor de los escenarios: por una parte, en una equina del ring a quienes enuncian un discurso vibrante y sólido pero inocuo, sin resultados significativos; y en la otra, los mismos rostros de una administración fracasada. En el medio, la algarabía del espíritu totalitario fregándose las manos y celebrando la división.
El tiempo apremia y estamos jugando sobre el fleje, es indispensable contar con los reflejos y la cintura adecuada para encarar el peligro manifiesto y presente que afrontamos.
No debe confundirse el plano político con el académico. En el primer nivel los partidarios de la sociedad libre hacen lo que resulte posible para salvaguardar el sistema republicano, mientras que en el segundo se hace lo necesario para correr el eje del debate con la intención de marcar agendas. Resulta un tanto paradójico que algunos de los que se consideran puristas en política (un sinsentido pues este ámbito exige acuerdos y negociaciones) en los territorios de la batalla cultural se acobardan y no presentan los temas de fondo para ser “poltiticamente correctos”. Así se invierten los roles.
Es sin duda muy importante refutar con fuerza los manotazos a la Justicia, la pretendida colonización del Legislativo, el uso y abuso de decretos del Ejecutivo junto con el apañamiento de corrupciones alarmantes y las amenazas a la libertad de prensa, por lo que es el momento de profundizar conceptos en vista del enorme peligro que corremos. En esta línea argumental se torna imperioso precisar que según la definición clásica la Justicia significa “dar a cada uno lo suyo” y lo suyo remite al derecho de propiedad que, a su vez, es inseparable de los mercados libres, es decir, el respeto recíproco.
Los argentinos ya hemos desperdiciado tantísimas oportunidades para rectificar el rumbo del estatismo enfermizo que nos aplasta desde hace décadas. En esta instancia es menester alimentar y fortalecer la oposición actual pero no dividirla. Nos va la vida en esta experiencia.
Comprendo perfectamente bien el enojo por la llamativa tibieza de la gestión anterior pero no es momento de revanchas sino, como queda dicho, de distinguir claramente el plano político del académico, lo cual precisamente permitirá el tiempo necesario para continuar con la batalla cultural, de lo contrario las batallas se convertirán en campales y nos sumergiremos en una noche de muy difícil retorno. Hace tiempo que la monotonía de lo mediocre nos invade, por lo que venimos durando pero no progresando. Para modificar este rumbo nefasto es necesario trabajar en las ideas de fondo, lo cual no ocurrirá si la oposición se debilita, se fracciona y se dispersa en cuyo contexto es lo mismo que detenerse a elaborar sobre principios de metafísica en el medio de un tsunami.
Todo tiene un momento. Recuerdo un relato de Ortega y Gasset, quien escribió que, a cada frase que decía un sacerdote que celebraba misa, el monaguillo repetía “alabado sea Dios”, hasta que el cura perdió la paciencia y le dijo a su circunstancial ayudante: “mira, lo que dices es muy interesante, pero no es el momento”. Esto es aplicable a los que apuntan a abrir nuevos espacios políticos, por un lado; y por el otro, a los que se aferran a los comandos: puede ser interesante, pero no es el momento.
Finalmente, cabe cerrar esta reflexión con citas de lo que estimamos es la esencia del pensamiento de Alberdi, en la esperanza de volver a las fuentes. Primero, su crítica al positivismo legal: “saber leyes, pues, no es saber derecho”. Segundo, su aversión al estatismo: “El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública.” Tercero, su advertencia respecto a las cargas fiscales: “Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional.” Cuarto, su arenga a la energía creadora en libertad: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro, que no le haga sombra.” Y quinto, su alarma frente a la inflación: “Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el poder omnímodo vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la Constitución.”