Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
LA VOZ – La inflación comenzó a acelerarse en junio y tiene perspectivas de continuar creciendo en lo que resta del año, especialmente en el último trimestre. Luego de que se atravesara abril y mayo con niveles de precios relativamente bajos, junio volvió a incrementarse y julio rondaría en torno al 2,5% mensual. El problema es que, las condiciones económicas están dadas para que el crecimiento en el nivel de precios continúe.
En primer lugar, el nivel de emisión es alto a pesar de la gran absorción que hace el BCRA vía Leliqs y Pases Pasivos. En los últimos meses, por momentos se observa un comportamiento errático de la base monetaria que responde al incremento de la deuda remunerada para que aminorar el ritmo de expansión monetaria. No obstante, hay una variable que no para de crecer y es el financiamiento al Tesoro. Desde luego, el Estado está quebrado por lo que necesita financiamiento y los gastos por la Pandemia acentúan esta dinámica. El problema es que, a diferencia de abril y mayo, la demanda de dinero ya no es creciente. En su momento, las personas demandaban pesos debido a que, en el contexto de la cuarentena, optaban por los pesos por miedo a que los cajeros automáticos no brinden el suficiente efectivo y, además, para poder comprar las provisiones durante la cuarentena. No obstante, esta demanda comenzó a mermar mientras que la oferta monetaria continúa creciendo. Esta divergencia, generará presión en el nivel de precios que se acentuará hacia finales del año. Además, no debe olvidarse que hay muchos precios que se encuentran intervenidos y que tarde o temprano volverán a subir. Por lo general, cuando ocurre, lo hacen en mayor magnitud agravando aún más el problema inflacionario. Teniendo en cuenta estas cuestiones, no es de extrañar que en el último trimestre del año se alcancen a observar avances en el nivel de precios en torno al 4% mensual y que la inflación hacia finales del año cierre en torno al 50% en términos interanual.
Por otro lado, la situación es delicada ya que, si bien Argentina logró un acuerdo en la renegociación de la deuda con los acreedores, la crisis de confianza continúa y no podrá financiarse en los mercados internacionales como algunos de sus países vecinos. Por esta razón es que, el financiamiento continuará dependiendo principalmente de “la maquinita”. Y en la medida que se vaya expandiendo la oferta monetaria sin una demanda que acompañe, generará problemas y complicaciones en el mercado cambiario que ya se encuentra crujiendo y obliga al BCRA a sacrificar reservas internacionales. Es por esta razón que es de esperar que la tendencia de los dólares paralelos (legales y blue) sea ascendente y la brecha con el oficial se mantenga o incluso amplíe.
La única salida que tiene Argentina para revertir la presión inflacionaria es reducir su déficit fiscal, pero reduciendo el gasto público y no castigando aún más al sector privado productivo. Esto se logra recuperando la confianza, pero para que esto ocurra es necesario un plan económico que muestre un sendero descendente del déficit fiscal. Lamentablemente, en Argentina, hace mucho tiempo que no se observa un plan económico que inspire confianza. Irónicamente, son sumamente necesarios para que Argentina logre salir de la decadencia y retornar a las sendas del crecimiento. Sin gasto público no hay déficit fiscal y sin déficit fiscal no hay emisión y por lo tanto, tampoco hay inflación.