Argentina sólo recibe el 29,1% de la inversión extranjera directa con respecto a la Alianza del Pacífico

Entre 1990 y 1999 supo recibir más de la totalidad que Chile, Colombia y Perú sumados.
En los últimos 20 años Argentina pasó de representar el 101,1% de la Inversión Extranjera Directa (IED) de la Alianza del Pacífico, a tan sólo el 29,1% para el período 2016-2019. En la década de los noventa, mientras que en Argentina ingresaron en promedio US$6.478 millones por IED, en los países de la Alianza del Pacífico totalizaron US$6.406 millones.


 
El populismo y medidas como el cepo llevaron a que las inversiones emigraran a otros países de la región; y es por ello que entre 2011-2015 la IED que recibió Argentina fue de tan sólo el 22,3% de los dólares por inversión que llegaban a países de la región. Además, algunos capitales se fugaron “disfrazados” de IED por lo que la inversión en realidad era menor a la informada. Entre 2016-2019 la tendencia mejora levemente para Argentina recibiendo cerca del 29,1% de IED con respecto a los países de la Alianza del Pacífico. Esta mejora marginal, responde en mayor medida a una caída de la IED a nivel regional que a un incremento puntual en Argentina, que también se redujo.

La herramienta más “sana” para la generación de dólares que fomenten el desarrollo sostenido son los dólares por IED. En esta línea, el acuerdo Mercosur-UE representa una nueva oportunidad para recuperar el nivel de inversiones en Argentina ya que: La UE es el segundo socio comercial más importante para Argentina (después de Brasil). Entre ambos bloques concentran el 34% del stock de la IED; los bloques suman el 25% del PBI global y representan a 750 millones de habitantes, concentra el 37% de las exportaciones mundiales y genera un monto de US$95.000 millones entre los bloques.

El potencial argentino con el acuerdo Mercosur-UE está “al alcance de la mano”. No obstante, el país deberá recuperar competitividad, lo que implicará reformas estructurales y un cambio paradigmático. En este marco, una buena renegociación de la deuda con el FMI puede servir como motor de credibilidad para encarar las reformas y encaminar al país a un desarrollo sustentable a largo plazo. 

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