ÁMBITO FINANCIERO – Ante una consulta, el ministro de Economía Martín Guzmán dijo que los valores actuales de los dólares paralelos no se condicen con la realidad de la Argentina. De hecho, muchos economistas plantean que, si uno “inflaciona” (trae al presente sumándole la inflación) los dólares libres oficiales o paralelos del pasado, no son tan altos como los vigentes hoy.
Ahora, la pregunta es, ¿cómo se decide cuál es el momento pasado que tenía la misma combinación de riesgo país, el aumento de la oferta y caída de la demanda de pesos? De hecho, si buscamos antes y durante la hiperinflación de 1989, vamos a encontrar valores de brecha iguales o más altos que los actuales. ¿Eso no nos estará indicando algo? Estamos en un serio problema si el ministro, en lugar de tratar de entender lo que le están “diciendo” los precios de los distintos mercados, sólo intenta convencer a los que operan en ellos que están errados porque no opinan igual que él. Debe entender que ellos están arriesgándose a perder mucha plata si no son ellos, sino Guzmán el que tiene razón.
Cuando a cualquier argentino se le pregunta por qué se preocupa cuando ve el “dólar blue” subir (aún cuando no tenga dinero para comprarlo), la mayoría responderá que porque siente que sus pesos pierden valor. Es increíble, porque es una realidad que muchos economistas parecen no haber comprendido aún.
Como el Gobierno pretende gastar de más y no tiene financiamiento, recurre al Banco Central (BCRA) que emite más de lo que la gente quiere, quitándole poder adquisitivo a los pesos en los que ahorran en moneda local, para transferirle esos recursos al Estado. Es lo que está pasando actualmente y, también, sucedió en los ´80s, hasta que la gente se cansó de que le devalúen su atesoramiento en pesos; dejó de demandarlos y terminó en la hiperinflación de 1989. Cuando se repudia una moneda, ésta se transforma en basura y todo vale un montón medido contra lo que nadie quiere.
Otro ejemplo. Un riesgo país de más de 1.400 puntos porcentuales es una señal de que los nuevos bonos emitidos para el reciente canje de deuda serán reestructurados en el mediano plazo y con una quita tan importante como la que ya tuvieron. O sea, son coherentes las cotizaciones de los mercados argentinos de activos financieros o de pesos contra dólares libres, que sólo descuentan una muy alta probabilidad de que el actual gobierno continúe con el actual rumbo económico llevando al país a otra gran crisis.
La reversión de algunas de las erradas medidas de restricción cambiaria podrá traer algún alivio coyuntural; lo mismo que lograr una refinanciación de los vencimientos con el FMI. Sin embargo, sólo permitirán ganar tiempo para encarar la solución de los problemas de fondo de la Argentina y salir del cepo cambiario, que es lo que verdaderamente aumentará la confianza en el futuro del país. Es imposible pensar que la inversión va a fluir si el Estado no deja de gastar mucho más de lo que los argentinos pueden pagar. Argentina está en el puesto 21, de 190 países, entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Según el mismo informe del Banco Mundial, si las pymes pagaran todos sus impuestos, la mayoría quebraría. Además, recién el 3 de agosto, la mayoría de los argentinos deja de trabajar para pagar gravámenes y empieza a hacerlo para sí y sus familias. Es imprescindible una reforma del Estado que lo ponga al servicio de los ciudadanos y no de la política; pero que además su gasto se pueda pagar con una presión tributaria aceptable.
Por otro lado, nuestros funcionarios se sorprenden de que haya tanta informalidad. Ya vimos cómo el sistema impositivo la incentiva; además hay más de 67.000 regulaciones que nuestros gobernantes siguen aumentando todos los días. Es imposible que un emprendedor o pymes puedan cumplirlas. Sólo una gran empresa podría hacerlo, pagando un ejército de asesores y gestores.
Libertad y Progreso
Si se lograra reformar el Estado y desregular la economía, volverá la inversión productiva de argentinos y extranjeros. Sin embargo, lo harán tratando de contratar la menor cantidad de empleados posibles. Tenemos una legislación laboral, con bases arcaicas, que desincentiva la creación de puestos de trabajo productivo. Si se toma cualquiera de los últimos 20 años, en los que hubo algunos de fuerte crecimiento y gobiernos de todos los colores, y se elige cualquiera de ellos, más del 40% (posiblemente más del 50%) de los argentinos estaba desempleado, en la informalidad o con un seguro de desocupación disfrazado de empleo público inútil o plan asistencial.
El Gobierno tiene que entender que para salir de la forma menos traumática posible del cepo debe revertir la fuerte pérdida de credibilidad de argentinos y extranjeros en el futuro del país. Eso sólo se logrará lanzando un detallado plan de reformas estructurales a encararse en los próximos dos años y empezando a dar pasos concretos en ese sentido. Si no, su gestión terminará dándole la razón a los valores del dólar blue y de los activos financieros argentinos que descuentan una nueva debacle de la Argentina en el corto o mediano plazo.