Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
EL PAÍS – Se presenta un problema de difícil resolución. Se observan escritores, poetas, profesionales y en todos los órdenes de la vida donde hay una especie de separación o corte entre su producción y su vida privada o, si se quiere, la vida pública que resulta distinta y a veces opera en dirección contraria a los talentos por los cuales es más conocido. ¿Una cosa tiñe a la otra o deben analizarse por separado? ¿Pueden cortarse en tajos o deben estudiarse en conjunto y como un todo?
Por ejemplo, ¿debe tenerse en cuenta cuando uno entra al quirófano que el excelente cirujano a cargo es un pésimo jugador de golf? Parecería que son dos planos que no se entrecruzan al momento de la operación. Resulta irrelevante como se desenvuelve en el campo de golf a los efectos del manejo del bisturí. ¿Y si se descubre que trata mal a sus hijos? Puede lamentarse pero no interfiere con sus dotes profesionales. ¿Y si es un entusiasta de sistemas totalitarios? También puede criticárselo por esa inclinación lamentable a esclavizar a su prójimo pero en general se seguirá con la idea de aceptar sus talentos médicos. ¿Y si trascendió que la mató a su mujer a cuchillazos? Bueno ahí la cosa cambia pues producirá cuanto menos algún escozor y habrá cierta reserva en seguir adelante con el proyecto de ponerse en manos de un criminal por más que se luzca con sus habilidades de facultativo avezado.
Esta secuencia de ejemplos que van de lo menor a lo mayor apuntan a que en definitiva la apreciación de si un plano tiñe o no a otro se torna un tanto subjetivo y, por momentos, pastoso. Hay personas que sostienen que la destreza formidable de Pablo Neruda como poeta no perjudica ni cambia por el hecho de haberle cantado loas a un asesino serial como Stalin. Los hay quienes estiman que la vida privada de Woody Allen no modifica su condición histriónica. El premio Nobel en literatura Eugen O´Neill era alcohólico, José Saramago -con idéntico galardón en el mismo rubro- ha escrito novelas notables como Ensayo sobre la lucidez y Las intermitencias de la muerte que por momentos parecen contradecir su marxismo. Correlatos similares reñidos con las conductas decentes van para los Picasso, Dalí y tantos otros lo cual no parece afectar a quienes aprecian sus obras. Pero, otra vez, esto depende de cada uno. Hay quienes después de determinado recorrido les resulta imposible disfrutar de una obra pues surge la tintura de marras que se extiende como una mancha imparable de un ámbito a otro. En sentido contrario, no puede decirse que el criminal de Hitler queda teñido por lo cariñoso que era con sus perritos.
Por supuesto que no sería razonable ni lógico que se pretendiera la perfección como ser humano para aprovechar los talentos de tal o cual personaje puesto que la perfección no es un atributo de los mortales. Todos tenemos defectos. Es entonces un asunto de equilibrio, juicio prudencial, debidamente masticado y decantado, pero la subjetividad en definitiva marca el rumbo. No parece que pueda concluirse como hacen algunos que son dos andariveles completamente distintos e independientes y que en ningún caso se los puede mezclar. En casos extremos la mezcla es inevitable, es un asunto de graduación personal.
En relación a Diego Armando Maradona con todo el inmenso respeto a la familia y amigos, señalo que debe separarse su extraordinaria capacidad y agilidad muscular y notable destreza con la pelota de futbol, por una parte, de su persona, por otra. No es digno de emularse el uso de sustancias prohibidas en el ejercicio del deporte de marras, ni es para alabar la confesión pública del propio Maradona en tono de gracia que el episodio de la “la mano de Dios” fue gol con su diestra. Tampoco es aconsejable su apoyo entusiasta a dictadores castristas y chavistas que como ellos vivía como gran capitalista y como ellos se hizo atender en un buen sanatorio privado. Su vida íntima es otro asunto en el que no caben juicios ajenos a su propia persona. Y no es para caer en la sandez de sostener que no hay que juzgar puesto que ese es un juicio. Se trata de preservar autonomías individuales que solo el sujeto actuante conoce bien.
A veces ocurre que el éxito no es buen consejero cuando se administra sin medir consecuencias sobrepasando los límites en la conducta que impone el recato y la razonabilidad de los propios actos del exitoso. Es una pena que los excesos de Maradona hayan provocado su muerte prematura. Sus primeros pasos fueron de notable mérito que salieron de una familia muy pobre, pero los desvíos reiterados se pagan caro.
En el caso de Maradona en no pocas oportunidades se aplicó la falacia de generalización, esto es por la razón de que una persona demuestra talento en un área se lo consulta sobre todo, lo cual si el candidato acepta elaborar sobre lo que desconoce por completo incurre en papelones de distinta monta. Como ha dicho Einstein “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos” y, agregamos nosotros, en lo que creemos saber debemos andar con pies de plomo.
Siento que el funeral de Maradona se haya convertido en un bochorno lamentable, un espectáculo dantesco de la peor calaña que debe haber hecho sufrir a sus familiares y allegados. Que descanse en paz.