Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
¿Qué es el liberalismo? De acuerdo con el último libro del economista español Juan Ramón Rallo, el liberalismo es “una filosofía política con unos principios generales muy concretos dirigidos a alcanzar un fin bastante específico: proteger la libertad de cada persona para escoger cómo desea vivir su vida”.
Una definición similar a esta es la que usó Roxana Kreimer, destacada filósofa argentina, en su más reciente video. Allí comenzaba diciendo “qué lindo no? Quién no quiere ser libre?”. Sin embargo, sus comentarios posteriores se enfocaron en el corolario más económico del liberalismo. Y, en ese sentido, casi todas fueron críticas.
En este artículo / video vamos a analizar algunos de los puntos elevados por Roxana, no porque tengamos algo especial contra ella, sino porque muchos de estos suelen ser parte de la confusión colectiva que existe en torno de las ideas de la libertad, cuando se aplican a la economía.
Equidad e interacción social positiva
Una primera objeción al liberalismo económico es que la economía liberal no brinda resultados positivos. Kreimer dice que “cuando se analizan los datos a largo plazo la conveniencia inmediata no supone ni equidad ni interacción social positiva”.
Lo primero que habría que decir aquí es que, precisamente, los datos de largo plazo son los que mejor muestran la efectividad de la economía liberal. Desde el traspaso del feudalismo al capitalismo la vida en la tierra experimentó un salto exponencial en su calidad.
La tasa de pobreza, medida con las mejores estimaciones disponibles, cayó de un 94% en 1820 a un cerca de 10% antes del inicio de la pandemia.
Por otro lado, el mundo pasó de ser un lugar habitado por 1.100 millones de personas a uno poblado por 7.350 millones. Es decir que la pobreza cayó mientras la población se multiplicaba por 7, algo jamás imaginado por los intelectuales anticapitalistas que suponían que el crecimiento poblacional sería la ruina de la civilización.
En cuanto a la equidad, también los datos son más que elocuentes.
Según la evidencia disponible, en el año 1800 casi todos los países tenían un ingreso per cápita similar al de los países más pobres de la actualidad. Hacia 1975 el cuadro era totalmente distinto con muchos países de Europa y Norteamérica ya en niveles de riqueza, pero con gran parte de Asia todavía rezagada. Esto generaba una situación de gran desigualdad mundial. Pero para 2015 ese cuadro había cambiado nuevamente, con todos los continentes superando la pobreza y una equidad mucho mayor entre países que la que había en 1975.
Monopolios
Se suele decir también que el libre mercado lleva al monopolio y la concentración de riquezas. Kreimer afirma que:
“La experiencia de siglos mostró que lejos de mantenerse en equilibrio el mercado tiende a generar monopolios. Empresas chicas son devoradas por las grandes e imponen su voluntad a nivel global.”
Esta afirmación tampoco se sostiene demasiado en la evidencia. Por ejemplo, en 1995 la empresa más grande del mundo por capitalización bursátil era General Electric, una multinacional gigante de nada menos que 300.000 empleados y fundada a fines del Siglo XIX. En el año 2010, sin embargo, General Electric había caído al puesto sexto de la lista, superada por dos jóvenes empresas, de menos de 40 años de historia: Microsoft y Apple.
Por otro lado, grandes empresas que tuvieron una posición casi monopólica en los mercados en los que operaron, como Blockbuster, Kodak y Blackberry enfrentaron la ruina económica en el año 2010, 2012, 2018.
Además, una mirada comparada a las grandes fortunas de la revista Forbes muestra que entre 1980 y 2020 el cambio de caras es impresionante, lo que desmonta la idea de que la concentración de la riqueza es creciente y en pocas manos.
Por último cabe hacer una aclaración sobre los monopolios. Es que en la medida que no se sostengan gracias al privilegio o la prebenda estatal que frena por la fuerza la competencia del mercado, éstos no suponen un problema.
Poniendo un ejemplo sencillo, no es un problema si Roger Federer ostenta el monopolio del número 1 del mundo, o si lo hace Diego Maradona. Si en un marco de reglas claras de juego, el competidor puede mantenerse en el número uno, eso es un mérito suyo y una ganancia para la sociedad.
Con las empresas pasa lo mismo, si no existen barreras de entrada para competir en el mercado, el que “concentre” la mayor parte del mercado, será aquel que el público consumidor elija todos los días con sus compras y sus recomendaciones.
Desempleo
La supuesta tendencia a la concentración de la riqueza y los monopolios, nos dice Roxana, llevará al desempleo. Pero es fácilmente comprobable que esto no es así. De acuerdo con datos publicados por el Banco Mundial, la población ocupada en 1990 era de 2.300 millones de personas, mientras que este número es hoy de 3.500 millones. En Estados Unidos, cuna del capitalismo moderno, la tasa de desempleo antes de la pandemia había llegado a 3,5%, un mínimo histórico que no se veía desde la década de los ‘60.
Solidaridad
Otra crítica que se le hace al liberalismo es que “perturba las relaciones sociales y obstaculiza la solidaridad” así como también que “estimula el desarrollo de ciertas destrezas antisociales, como la competencia y la envidia (…) Como señalaba el novelista Edward Bellamy, las tendencias que se derivan de comprar y vender son básicamente antisociales. Educan para promover los propios intereses a costa de los demás.”
Precisamente esto es no entender la lección de Adam Smith cuando sugería que el pan que comemos todos los días no se debe a la benevolencia del panadero, sino a la atención que él ponía en su propio interés. Pero el punto es que en una economía capitalista, para que el panadero pueda promover su propio interés, también debe estar promoviendo el interés de los demás.
En resumen, si no vende un pan de calidad y precio aceptable, se quedará sin negocio.
En este sentido, el liberalismo económico es un sistema profundamente empático -porque se preocupa por el interés de los demás- y también profundamente inclusivo y social.
En el fondo, al comprador y al vendedor no le importa la raza, religión, el color ni la orientación sexual de su contraparte: solo quiere hacer un buen negocio. Es por esto que Bastiat decía que “Si las personas y los productos no cruzan las fronteras, tarde o temprano las cruzarán los ejércitos”. Es que el comercio es justamente la mejor forma pacífica de que todos los involucrados alcancen sus objetivos personales sin dañar a terceros.
Por último, nada en la filosofía liberal rechaza la solidaridad. Y, de hecho, entre los países más solidarios del planeta, medidos por el “World Giving Index”, encontramos a Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, países que están en lo más alto del ránking de libertad económica global, y que además son increíblemente prósperos.
Es que la solidaridad depende positivamente de la capacidad para donar, y para eso es requisito ineludible una economía capitalista que genere riqueza.
Presupuestos balanceados
La última de las críticas que queremos abordar en este video está relacionada con el tema presupuestario.
Roxana Kreimer sostiene que es un mito del liberalismo que los gobiernos deban tener equilibrio fiscal -es decir, que no gasten más de lo que pueden recaudar- y que “lo que resulta prudente para los individuos no necesariamente lo es para el estado”.
Porque si bien en una familia cuando el ingreso cae es hora de apretarse el cinturón, cuando “el gobierno recorta el gasto público, las personas se quedan sin trabajo y no pueden pagar impuestos.”
Esta visión es muy común entre economistas críticos del liberalismo, y se suelen tomar como referencia las enseñanzas de Keynes, que sostenía que el gasto y el déficit tenían que expandirse en una recesión.
Ahora bien, si la expansión del gasto público y del déficit fiscal fueran la receta de la prosperidad, Argentina debería ser potencia económica. Sin embargo, tras un fuerte incremento del gasto público entre 2003 y 2016, ingresamos en una fuerte crisis económica con inflación y devaluación.
Por otro lado, también es falso sostener que reducir el gasto público es malo para la economía. Cuando los Estados Unidos salieron de la Segunda Guerra Mundial, el gasto público cayó desde más del 80% del PBI al pequeño 25% del PBI.
Pero como explica Nicolás Cachanosky, a raíz de este descenso “deberíamos observar una profunda y extensa crisis. Sin embargo, lo que se observa es que del pico (1944) al piso (1947) el PBI real se contrajo en un 13.4%, lo que equivale a una caída equivalente de 3.5% por año. En 1948 el PBI real creció un 4.1%” y luego continuó haciéndolo a tasas altas al comenzar la década del ‘50 bajándose sustancialmente la inflación.
Por último, la familia sí es similar al estado en cuanto a ingresos y gastos. Lo que ocurre es que algunas familias, tienen más crédito que otras. Por ejemplo, si en una familia caen los ingresos es intuitivo pensar que deben recortar el gasto. Pero también es cierto que podrían usar el crédito del banco.
En el caso de los gobiernos pasa lo mismo. Estados Unidos puede tener altos déficit fiscales en algún que otro año, pero porque todos los ahorristas del mundo están dispuestos a comprar sus bonos. Y eso es porque se confía en que en el futuro esa economía crecerá, y entonces el gobierno estará en condiciones de honrar sus compromisos.
Distinto es el caso de Argentina u otros países hispanoamericanos que no tienen un buen registro en este sentido.
Recientemente Argentina entró en el noveno default de su historia. Es decir que en nueve ocasiones en la historia, el gobierno no honró sus compromisos con quienes le prestaron plata. Para estos casos, entonces, el equilibrio presupuestario sí es un requisito, porque no se dispone de crédito para gastar por encima de las posibilidades. Y si, frente a esta realidad se insiste en seguir gastando por encima de las posibilidades, vas a una crisis de deuda o altísimos niveles de inflación.
Para finalizar, en su más reciente video, basado parcialmente en su libro Desigualdad y Violencia Social, Roxana Kreimer ataca al liberalismo económico desde muchos frentes. Sin embargo, en muchos de estos puntos no hay evidencias que sostengan las críticas. De hecho, le teoría y los datos disponibles muestran que el sistema de la libertad económica ha sido un excelente método para conseguir todos los objetivos que Roxana dice desear, como reducción de la pobreza, movilidad social, equidad, empatía e incluso solidaridad.