ÁMBITO FINANCIERO – El Gobierno pretende hacer que Frankenstein gane un concurso de belleza haciéndole algo de cirugía estética y eso no va a pasar. Los argentinos tenemos una enorme capacidad de repetir los errores del pasado y, quienes los repiten, deben pensar que pueden volver éxitos propios, lo que terminó en fracasos de otros. Un pensamiento mágico, por cierto.
Cuando se los trató de mantener en el tiempo, los controles de cambio siempre terminaron mal y en forma muy traumática. Esa es la historia de los 23 cepos instrumentados a lo largo de los 70 años anteriores al de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner que empezó a fines de 2011. Sin embargo, ya vamos por el “cepo” número 25.
Un “cepo” se impone por la huida del peso y de ahorros de argentinos y extranjeros que presiona sobre el valor del tipo de cambio y, para evitar se exponga, se lo intenta contener vendiendo reservas; lo cual es imposible de sostener en el tiempo. Por ende, se busca restringir cada vez más la posibilidad de comprar divisas extranjeras en el mercado oficial a residentes, extranjeros y a empresas. De todas formas, las reservas utilizables suelen llegar a niveles críticos; lo cual es la misma historia que se repitió en todos los cepos de la Argentina y del mundo. Sin embargo, el Gobierno todavía piensa que podrá recuperarlas y salir de la crítica situación actual.
Presidencia de la Nación
Para hacerse de reservas, dicen que implementarán una estrategia pro-exportadora. Pero, el cepo es la mayor política antiexportadora posible, a la que hay que sumar las excesivas regulaciones y presión impositiva que quitan competitividad a nuestra economía. No es raro que todos los controles de cambio terminaran en una baja de las ventas externas.
Entre 2011 y 2015, las exportaciones cayeron más de 30%, de u$s82.980 millones a sólo u$s56.782 millones. A nadie le debería extrañar que luego de salir del cepo se recuperaran 15% hasta los u$s65.116 millones de 2019. Tampoco es raro que, en 2020, volvieran a su tendencia descendente; aunque es cierto que la pandemia y la cuarentena sumó una drástica caída. Por ello, seguramente habrá una recuperación en 2021, si no vuelve a recrudecer el problema del coronavirus.
Ayudará, además, que los bancos centrales de los países desarrollados están emitiendo fuertemente para impulsar sus economías, lo cual deprecia sus monedas mejorando la cotización de los bienes comercializables internacionalmente. De hecho, estamos viendo precios de nuestros commodities que no se observaban desde hace años. Sin embargo, esta situación excepcional no se va a sostener por mucho más de un año, ni garantiza que el Banco Central (BCRA) pueda comprar muchas de las divisas que genere la cosecha que se levantará en el segundo trimestre de 2021. Como prueba, baste preguntarse por qué no compró en 2020, cuando se estima un superávit comercial de más de u$s15.000 millones.
La razón es simple. Un objetivo del cepo es evitar que la depreciación del peso se refleje en el tipo de cambio oficial y, en un país donde el BCRA se dedica a sacarle poder adquisitivo a la moneda para financiar a los gobiernos de turno, esto termina generando atraso cambiario. Éste hay que medirlo contra lo que verdaderamente vale la moneda local en la actualidad y no respecto a lo que valía en un momento pasado caprichosamente elegido. No es lo mismo el valor del peso cuando la incertidumbre hace caer su demanda y/o el BCRA está dándole a la maquinita como loco (destruyendo su valor), que cuando hay una autoridad monetaria austera que genera confianza aumentando su demanda. Esto último rara vez ha pasado en la Argentina en los últimos 80 años y 2019 y 2020 fue un claro ejemplo del primero de los casos.
Gentileza: Ep mundo
Hoy, el tipo de cambio oficial refleja menos del 70% de lo que verdaderamente vale respecto a la devaluada moneda argentina; lo que implica que todo aquel que produce un bien exportable tiene, por lo menos, una quita de más de 30% por la retención cambiaria que le impone el BCRA. Por ejemplo, un señor que produce soja recibirá en enero menos del 50% de lo que verdaderamente vale su producto, deducidas la retención impositiva y la cambiaria. Sin embargo, nuestros funcionarios creen que las exportaciones tendrán un sostenido crecimiento, más allá de la comentada recuperación de 2021. Pues, eso no pasará, como no pasó entre 2011 y 2015 ni con ningún otro cepo de los implementados en Argentina o el mundo.
Las reservas tampoco se podrán recomponer sostenidamente con las inversiones del exterior y, es más, ni siquiera con las de los argentinos. De hecho, la evolución de la llegada de capitales durante 2011-2015 fue negativa y la de la inversión privada local también. Nadie ingresa voluntariamente sus divisas por un mercado cambiario oficial en el que no le reconocen su verdadero valor. Argentina debería ser un gran negocio para que alguien quiera pagar más de 30% de retención cambiaria para invertir aquí.
Hay que aprender del pasado y no repetir los errores. El cepo implementado por la actual administración nos estaba llevando a una crisis y el gobierno de Cambiemos logró salir de él en forma poco traumática. Cabe aclarar que es imposible hacerlo sin algún costo; pero no fue con una debacle como en los casos anteriores. La clave fue recuperar la credibilidad diciendo que iba a solucionar los graves problemas de fondo que habían generado la pérdida de credibilidad (que justificaba la fuga de capitales) y que pretendía contener el cepo, para salir rápidamente de él. La misma situación se vive hoy; ya que la gestión anterior incumplió su promesa y, por ende, la fuga de ahorros de argentinos y extranjeros volvió a arreciar desde 2018.
Por lo tanto, el camino es que el presidente Alberto Fernández anuncie un detallado plan para hacer las reformas estructurales necesarias y empiece a dar los pasos que muestren su vocación de ir en ese sentido. Así se irá recomponiendo la confianza como para poder abandonar el control de cambio con el menor costo posible. La alternativa es intentar sostenerlo y repetir la historia sin fin de crisis de Argentina.