Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.
La Rebelión de Atlas, de Ayn Rand.
El Gobierno decidió extender por 90 días la prohibición de despidos y llevar a todo el año la doble indemnización. Lo que parece no entender la gente del Gobierno es que el problema no pasa por prohibir despidos, sino por crear puestos de trabajo que van desapareciendo por la cuarentena eterna que impusieron en su momento, por la falta en la estabilidad en las reglas de juego y por la inseguridad jurídica.
El decreto inicial es de marzo de 2020 y el gráfico muestra qué pasó con el empleo en relación de dependencia en el sector privado en el mercado formal.
La imagen es suficientemente elocuente. En marzo largaron la prohibición de despedir y la doble indemnización y en abril caía abruptamente la cantidad de personas empleadas en el sector privado en el mercado formal. Esa situación se mantuvo durante todo el año con una leve recuperación en septiembre y octubre cuando la cuarentena fue menos estricta y algunos bares y restaurantes pudieron empezar a trabajar.
La falta de trabajo en Argentina no es consecuencia de la pandemia, en todo caso sería consecuencia de una cuarenta extensa e ineficiente tanto en lo sanitario como en lo económico, sino que viene de décadas de populismo que espanta todo proyecto de inversión.
¿Cómo crear más puestos de trabajo si el gobierno hace lo imposible para espantar inversiones? En materia de seguridad jurídica recordemos el caso Vicentin. Más el aumento de la carga tributaria y la impresentable idea del impuesto a la riqueza. A esto hay que agregarle los controles de precios y regulaciones absurdas que dejan a la gente sin puestos de trabajo. Basta con ver lo que está ocurriendo con las aerolíneas low cost que eran un beneficio para los pasajeros por los menores costos y puestos de trabajo para todo el personal ligado al sector.
La pandemia es la frutilla que le faltaba al postre populista que hace que todas las semanas se lea en los medios que alguna empresa se va de Argentina.
Ya era complicado invertir en Argentina con la elevada carga tributaria que existía. A eso se le agregan regulaciones absurdas que frenan la producción. Un Gobierno que controla los precios y dice que las empresas tienen que tener ganancias razonables, sin advertir que no hay tasa de rentabilidad que cubra la irracionalidad de invertir en un país sin reglas de juego claras y permanentes.
Si ya existía un combo de restricciones para espantar inversiones, con esta medida de extender la prohibición de despedir y pagar doble indemnización no van a alentar más inversiones. Las espantan.
¿Acaso piensan en el Gobierno que si una empresa no vende porque la economía está en una senda de decadencia permanente, las empresas pueden mantener igual al personal? Eso es puro voluntarismo.
En el medio aparece una diputada K diciendo que la maldición de Argentina es que exporta productos alimenticios, cuando la producción de alimentos podría terminar con el hambre en el país y, además, exportar. Sí, Argentina tiene la capacidad de abastecer abundantemente el mercado interno de alimentos y, al mismo tiempo, tener enormes saldos exportables. Podría lograr las dos cosas, generando puestos de trabajo. Pero aparece una diputada como Vallejos y termina de espantar a los productores de alimentos.
En definitiva, el Gobierno pretende, en nombre de la solidaridad, evitar la desocupación mediante el uso de la represión y los controles, y lo único que consigue con eso es seguir aumentando la tasa de desocupación. Las empresas huyen despavoridas de un país irracional en sus reglas de juego.
Cada vez son más personas que viven de planes sociales y empleo público y menos personas que producen. Es decir, cada vez se sienta más gente a comer en la mesa y cada vez la torta es más chica. El contexto social tiende a estallar bajo estas reglas de juego.
Tal vez en el Gobierno deberían pensar que va a llegar un momento en el que todos los que hoy viven de planes sociales y empleo público algún día van a tener que ponerse a trabajar porque ya no va a quedar nadie en el sector privado que esté dispuesto a seguir siendo un esclavo de los políticos populistas, trabajando de sol a sol para mantener legiones de gente que quieren vivir del trabajo ajeno.
Es más, hasta la misma nomenclatura política actual va a tener que ponerse a trabajar en serio porque al igual que en la Rebelión de Atlas, la gente productiva se va a terminar yendo de un país que castiga sin piedad a todo aquél que quiere invertir y trabajar.