Por Carlos Enrique Moreno*
El Espectador (Colombia) – Un excelente artículo (en inglés) titulado “¿Qué le pasa a América del Sur?”, escrito por Edmund S. Phelps y Juan Vicente Sola (Project Syndicate, 17/7/2020), hace un buen análisis que demuestra cómo los problemas de Latinoamérica reflejan fallas generalizadas de
gobernabilidad, “debido a las instituciones que surgieron en la región
y los valores que las sustentan”. Argumenta que “la presencia de
algunos valores poderosos contrarios al éxito individual y a las
búsquedas innovadoras han dado lugar al corporativismo, un
sistema que impide la competencia política y económica en nombre
de la armonía social y la unidad nacional”.
Sigue: “El resultado es una economía en la que el sector empresarial
está enredado con el sector público y atado por restricciones
estatales”. El corporativismo es una respuesta al debate sobre el
socialismo y los necesarios arreglos aceptados tanto por
trabajadores como empleadores. “La nueva visión corporativista
proponía una sociedad organizada en gremios y encarnada por una
forma de gobierno basada en la participación en la actividad
económica y los movimientos sociales, más que a través de partidos
políticos”. Explica cómo en esta sociedad corporativa “los sindicatos
y las cámaras empresariales debatirían las principales cuestiones de
política, bajo el arbitraje del gobierno”.
El artículo menciona que una larga adhesión a los valores
tradicionales combinada con más de 70 años de corporativismo han
dejado como efectos vastas burocracias y sindicatos centralizados,
que en nuestro caso están prácticamente cooptados por ideologías
que impiden los cambios que demanda el país, y de otro lado hay
una clase empresarial bastante protegida de la competencia extranjera, vía normas y paraaranceles. Pero lo más preocupante es
la exclusión que genera.
En Colombia tenemos más de cinco millones de empresas
informales. ¿Pueden ellas reclamar que están siendo representadas
por los gremios? Tenemos más del 85 % de los trabajadores del
campo informales, sin ningún tipo de prestaciones. ¿Pueden los
trabajadores que requieren reformas laborales urgentes, para
permitir una formalización simple, decir que están siendo
representados por sindicatos radicales como la CUT, que se oponen
sistemáticamente a estas reformas? Tenemos una educación con
bajos niveles de calidad. ¿Pueden los padres de familia y los
estudiantes, a quienes una educación mediocre les priva de
movilidad social, predicar que están siendo representados por
Fecode, que solo se preocupa de sus condiciones y rechaza
cualquier tipo de cambios? En Colombia se ha instalado un sistema
corporativista donde los pseudorrepresentantes del trabajo,
capturados por intereses ideológicos cuyo éxito es el fracaso del
país y del sistema, impiden las necesarias reformas que la nación
necesita.
En los paros de noviembre de 2019 el Gobierno acertadamente
entendió que diferentes sectores tenían demandas válidas y no
aceptó mesas únicas para conversar. Si queremos realizar las
grandes reformas, estas NO pueden ser pactadas exclusivamente
con los sectores corporativos, sino que tienen que involucrar a los
vastos sectores excluidos. Pero, por desgracia, los primeros
llamados a plantearlas, los políticos, con contadas excepciones
prefieren evitar el necesario debate público por temor a los
escándalos de los sectores radicales y la consecuente pérdida de
votos.
Empresario y cuñado de Álvaro Uribe, fue uno de los más poderosos en la Casa de Nariño. Votó por el No en el plebiscito y junto a Duque, a Luigi Echeverri y Alicia Arango, Moreno diseñó la propuesta de gobierno.