Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
VISIÓN LIBERAL – Alberto Benegas Lynch (h) no le alcanzan las palabras. Y eso que ya escribió treinta libros e inagotables kilos de letras volcó en columnas, notas, seminarios, papers, tratados y todo soporte posible de escritura. Escribe y habla con urgencia, a tono con los tiempos desesperados que vive el mundo y, especialmente, la Argentina.
Pero no alcanza. La frase que lo saluda cada mañana, cuando enciende su computadora, es el lema de una de las entidades de más prestigio en la historia de la ciencia: la Royal Society. “Nullius in verba”, parpadea todas las mañanas: no es suficiente con las palabras.
Si el liberalismo se pudiera “cultivar”, la Argentina sería el desierto de Atacama: el ecosistema más árido del mundo. Pero igual él fertiliza con palabras y espera: ya llegará el momento de ver los resultados.
Mientras tanto, el ideario liberal se retuerce bajo las garras del Leviatán, ese monstruo depredador que el Génesis relaciona con el demonio y Hobbes al Estado que se alimenta de las entrañas de los que trabajan. Lo mismo, en otras palabras.
¿Cuándo se terminarán de expandir los tentáculos de ese Leviatán que avanza multiplicando pobres y diezmando las posibilidades de progreso?
Para Alberto Benegas Lynch (h) es indispensable actuar ahora. “No hay 2023 sin 2021”, sostiene en una distendida pero enfática conversación con Visión Liberal.
Y aclara: “si en el 2021 ganan las fuerzas chavistas vernáculas, inmediatamente se va a reformar la Constitución y se le dará la estocada final a la justicia y a la libertad de prensa. Entonces, en el 2023 no habrá tiempo de hacer nada”.
El diagnóstico es bastante lapidario. Mientras en las redes y en los medios el discurso es gelatinoso y se escurre entre el barro de la política, él reflexiona: “hay que diferenciar el plano político del académico. En lo académico hay que subir la vara, apuntar alto y no hacer ningún tipo de transacciones a los efectos de correr el eje del debate y así marcar agenda”.
Continúa: “en el plano político, en cambio, es indispensable acordar y todos (y esto subrayado y en bastardilla: todos) los que nos oponemos al chavismo local deberíamos estar unidos para hacer frente a esta demolición”.
– Un enemigo demasiado poderoso como para perder el tiempo en cabildeos.
– Es curioso: en el terreno académico tienden a ceder y en el político se ponen inflexibles y es exactamente al revés. A veces nos quejamos de que no sabemos adónde quiere ir el gobierno, cuando en realidad nos está gritando en la cara lo que quiere. Por eso aun manteniendo las diferencias –notables y respetables- en estas legislativas todos deberían ir juntos.
– A algunos les va a costar convencerlos
– Y, están los que dicen: “en el 21 es mejor ir separados y criticando a los otros –para eso se diferencian- y en el 23 nos unimos a los que hoy criticamos”. Eso no es serio y confunde mucho a los que ya están confundidos: los indecisos.
– El Leviatán se saborea frente a esto
– Ese cuadro de situación donde se gritan y se insultan y después van juntos es tremendo.
– Y mientras tanto, el “agujero” se hace más grande. ¿Qué quedará de la Argentina en el 2023 si vuelve a reforzar su poder?
– El chavismo local nos lleva a Venezuela. No hay dudas. Tengo la esperanza de que haya la suficiente inteligencia, prudencia y sensatez para lograr la unidad. Si se llega a perder en el 21 no hay futuro para la Argentina. Es urgente e indispensable la unión de todos. Lo que no quiere decir que abdiquen de sus principios.
– Sería una unidad política, no ideológica.
– Me parece que algunos de los que participaron de la gestión anterior tendrían que hacer autocrítica. Los que inauguraron la gestión anterior haciendo un bailecito pornográfico en el balcón de la Casa Rosada con la banda presidencial, impropio de un sistema republicano y luego se intentó designar ministros de la corte por decreto y usar y manejar a los piqueteros, otorgar obras sociales y demás sandeces. El discurso de abrirse al mundo, ¿para qué? Para ponerse en una vidriera y decir: “estamos haciendo lo que hicimos siempre? Mejor no exhibirse.
– ¿Cómo se trabaja para la unidad?
– Me comuniqué con algunos del partido radical para sugerirles que retomen el ejemplo del jeffersoniano Alem, quien decía: “el mejor gobierno es el que menos gobierna”. Los radicales se han apartado de esos principios, pero varios han cambiado el lenguaje y me infunden esperanza. Habría que abandonar el discurso de generalidades para ir a fondo de lo que se necesita para demoler el Leviatán, el aparato que nos está consumiendo con impuestos, desregulaciones.
– Pareciera que la Argentina no puede dejar de repetir errores, no se anima a cambiar en serio
– Desde 1853 hasta el golpe fascista del ’30 tuvimos una clara tendencia al liberalismo y eso hizo de la Argentina un país admirado por todo el mundo. Luego irrumpió el estatismo, el socialismo, las izquierdas con distintos disfraces y seguimos, hasta la fecha, a los tumbos. Ahora somos el hazmerreír del mundo, eso es lo triste.
– Esa visión de que el rico debe ayudar al pobre se fue tergiversando a tal punto que hoy ya directamente se plantea que hay que sacarle a uno para darle a otro, sin eufemismos.
– En el mundo de las ciencias naturales, el más fuerte elimina al débil. Eso no es extrapolable al terreno social, donde sucede exactamente lo contrario. Los más exitosos benefician a los más necesitados vías tasas de capitalización. Esto hay que subrayarlo “ad nauseam”.
Esa crítica es una de las que mas recibe el liberalismo: que todo termina en datos económicos
– ¡No es economía! Hay que insistir que la única diferencia entre Uganda y Alemania no son sus recursos naturales ni sus vientos, ni sus climas. Son sus marcos institucionales
– ¿Cómo es eso?
– Los alemanes están obligados a tener salarios más altos si quieren tener trabajo intelectual o manual de calidad. No es filantropía ni son más buenos: están obligados por el mercado. En republiquetas africanas, un individuo se hace abanicar por 30 personas a la hora de la siesta. Pero si ese individuo se muda a Vancouver o a Los Ángeles, y pretende que lo abaniquen, deberá pagar tres mil dólares la abanicada. Por eso subrayo que Africa es el continente que más recursos naturales tiene y sin embargo, la pobreza es brutal. Y Japón es un cascote con el 20% habitable.
Como si el tiempo no fuera más que una circunstancia, sigue ávido por nuevas definiciones, por descubrir lo que hay más allá de las certezas. A propósito, recuerda la frase del escritor Emmanuel Carrère: “lo contrario de la verdad no es la mentira sino la certeza”. Otra manera de decir que él, aun con los años y la experiencia vividas, prefiere aferrarse a la duda porque es allí donde se esconde la verdad. Abrirse a nuevos interrogantes. Refutar. Debatir, discutir. “Ubi Dubium ibi libertas”, cita en latín: “Donde hay una duda hay una libertad”, traduce. Vive.
Y él es, esencialmente, libre. Tanto que es una de sus frases la que mejor define el liberalismo (el respeto irrestricto al proyecto de vida del otro). Tanto que la Escuela Austríaca de Economía eligió uno de sus libros (“Fundamentos de Análisis Económico”) como primer texto hispanoparlante de lectura imprescindible. Tanto que a pesar de sus dos doctorados y los incontables logros académicos que cosechó en su carrera, sigue agradeciendo a su padre por ser quien le enseñó lo que ninguna universidad hizo: el valor de la libertad.
Hoy, la palabra de Alberto Benegas Lynch (h) resuena en los claustros y en los diarios. Cualquiera que quiera tener un concepto mínimo de liberalismo debe acudir a él. Que está disponible: escribe de tres a cinco notas semanales en los principales diarios de Argentina, Uruguay y España. Y en internet, Google vomita títulos de su autoría sin interrupción y de todos los temas posibles. Reflexiona, escribe, “baja línea” y vive con los conceptos del liberalismo, citando autores, reseñando libros.
– ¿Por qué le cuesta tanto al liberalismo llegar a lo popular?
-Debemos pulir el lenguaje para llegar más a nuestras audiencias. Debemos tener un espíritu de altruismo para hacer mejor nuestra próxima clase, nuestro próximo libro o libro. Tener la capacidad de mirar para atrás y decir, con espíritu crítico: ‘qué lástima que lo escribí de esta manera, podría haberlo dicho de esta otra’.
– Eso habla de una dosis de humildad de la que adolecen muchos liberales, precisamente.
-Me parece importante ponerlo en el contexto de lo que decía Popper, para quien el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad, estar abierto a refutaciones. La ciencia da saltos cuánticos justamente porque se refuta a sí misma.
Difícil prédica la de él. “No hay que confundir populismo con lo popular –aclara- El populismo es una etiqueta que se usa para ocultar la verdadera naturaleza del problema, que es el estatismo, el keynesianismo, el cepalismo, el marxismo. Yo prefiero decirle así: marxismo y no populismo”.
-Sin embargo, son las teorías que están enquistadas en el acervo de los argentinos.
-Yo completé dos doctorados pero nunca escuché nada razonable en las cátedras relacionados al pensamiento liberal. Si no hubiera sido por mi padre, no hubiera descubierto el otro lado de la biblioteca. A partir de los 60/70 y muy especialmente en los últimos 5 años hubo una explosión de gente joven que es importante recoger y atender. Muestran conocimientos y estudios y eso es una gran esperanza.