Las ventas al exterior de manufacturas industriales respecto al total (23,6%) se están recuperando en relación a un 2020 (22,3%) signado por el impacto negativo de la pandemia. Sin embargo, todavía están lejos del porcentaje alcanzado en 2019 (29%).
Innumerables veces hemos escuchado a los funcionarios de gobiernos intervencionistas decir que es necesario promover activamente las ventas al exterior de aquellos productos que tienen un “mayor valor agregado”. Con ello, se refieren al sector de manufacturas industriales cuya producción y exportación sus políticas siempre terminan perjudicando. No solo las medidas que toman son erradas, sino el concepto en el que se basan: la agroindustria y los sectores primarios no generan valor agregado. Al decir campo es igual materia prima podría entenderse que eso no es valor agregado, cuando en realidad el campo tiene mucho valor agregado. Por ejemplo, tiene más valor agregado una tonelada de trigo que una computadora de tierra del fuego.
Si analizamos las ventas al exterior de productos de origen industrial, con relación al total de exportaciones de la Argentina en el acumulado de los 5 primeros meses de cada año, en el acumulado del año ascendieron al 23,6%, 1,3 puntos porcentuales por arriba del mismo período que en el año anterior, pero 5,5 puntos porcentuales por debajo del 29,0% de ratio del 2019. Además, se ubica 9,4 puntos porcentuales por debajo del nivel de hace diez años atrás, cuando dicho ratio ascendió al 32,9%, y 20 puntos porcentuales menos que hace 20 años. Así, en 2021 nos encontramos en el mismo nivel que en 1993. Es decir, la proporción de productos industriales que el país vende al exterior es cada vez menor como tendencia de largo plazo.
Lamentablemente, los impuestos altos, un mercado laboral rígido, un aparato estatal que absorbe todo el crédito interno-elevando así las tasas de interés-, las barreras a las importaciones, políticas tales como el cepo y el exceso de regulaciones, más de 67.000, hacen que la economía funcione más ineficientemente. O sea, que sea menos competitiva; lo que perjudica particularmente a los sectores de menor productividad relativa, como el de manufacturas industriales. Así que no deberían extrañar los resultados antes comentados.
“Actualmente el gobierno se jacta de que hay que fogonear las ventas al exterior de productos con mayor valor agregado, con todas sus políticas lo único que hacen es retraer la producción interna. Con el sistema tributario actual y las regulaciones es imposible generar una estructura productiva diversificada. Todo lo contrario, muy probablemente el país se convierta en países como Bolivia y Venezuela que son monoexportadores, dependientes de un solo producto, con una gradual privatización de las exportaciones.” sostiene Natalia Motyl, economista de la Fundación Libertad y Progreso. Por ello, como el riesgo es tan alto es necesario volver a ser competitivos y eso se logra dejando de ahogar al sector privado.
Según el director de LyP, Aldo Abram, “Cuando analizamos economías que tienen concentrada su producción y exportaciones en productos primarios y su manufactura, suelen ser países con baja calidad institucional. O sea, pobre seguridad jurídica, bajo respeto del derecho de propiedad y de la libertad de empresa. Por ello, las inversiones son escasas y se dirigen a donde pueden obtener altos rendimientos que compensen el alto riesgo de producir en ese lugar. Así se dirigen a sectores donde hay ventajas que son naturales, como el campo, y dejan afuera a las actividades productivas relativamente menos eficientes. Para que estos últimos se desarrollen, se necesita mejorar la calidad de las instituciones y, por ende, menos riesgo, para que los inversores acepten menores niveles de rendimientos, compatibles con el que los mismos pueden brindar.”