Educación y Covid-19: “Dónde están las niñas”

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

PERFIL – Días atrás, el ministro de Educación Nicolás Trotta, declaró en TN que “la evaluación nacional de la continuidad pedagógica que hizo el gobierno confirmó que durante el año pasado casi el 10% de los estudiantes tuvieron bajo o nulo vínculo con la escuela” y agregó que dicho número ascendía a casi un millón de alumnos.

Es claro que algunos niños y jóvenes han sacado provecho de la modalidad de aprendizaje virtual, la cual prácticamente ha sido la norma desde el comienzo de la pandemia, pero como bien señala el ministro, muchos otros no. Por ello, el gobierno trabaja en un programa, denominado Acompañar, el cual “intentará ir a buscar a los chicos que dejaron la escuela, para que regresen”.

¿Quiénes son esos chicos? Sin duda, la realidad socioeconómica de las familias es un factor relevante a la hora de intentar identificarlos; pero otro posible factor, menos obvio, lo sugiere la evidencia internacional: el género.

La tasa de deserción escolar de las niñas ha sido mucho más importante desde el comienzo de la pandemia que la de los chicos. Según UNICEF, los cierres de escuelas podrían haber provocado que 20 millones de niñas en edad de secundaria hayan abandonado sus estudios para cuando la crisis sanitaria haya concluido.

¿Qué motiva este hecho? Entre otras razones, las niñas se enfrentan a una mayor presión para dar prioridad a tareas domésticas y al cuidado familiar. Por ejemplo, según U.N. Women and Women Count, en Asia y el Pacífico, el 67% de los padres han reportado aumentos en el trabajo doméstico de sus hijas, en comparación con el 57% de sus hijos. Por supuesto, este hecho afecta el tiempo disponible para el estudio y el acceso a oportunidades de aprendizaje virtuales, incluso cuando existe conectividad y los dispositivos están disponibles.

Por cierto, las niñas son particularmente vulnerables a los efectos negativos de la deserción escolar, pues en muchos casos sufrirán consecuencias a largo plazo, más allá de la pérdida de capital humano. Al respecto, estudios del Banco Mundial reportan que los beneficios que las niñas obtienen de la educación secundaria radican no sólo en su acceso a mejores posibilidades laborales y, por consiguiente, a mayores ingresos, sino también en la disminución de la tasa de matrimonio infantil, y de mortalidad y malnutrición infantil. Este hecho se origina en que las escuelas proveen información esencial sobre el cuidado de la salud, por ejemplo, a través de los programas de educación sexual integral.

Las consecuencias negativas del cierre de las escuelas para las niñas y jóvenes no terminan allí. El aumento de las tasas de violencia de género está relacionado con los confinamientos y la pérdida de ingresos familiares, el cierre de las escuelas elimina, en muchos casos, el espacio de mayor protección al cual pueden acceder en situaciones extremas. Por otra parte, para aquellos que abandonaron sus estudios y pasan más tiempo en línea, los riesgos del cyberacoso y de la explotación sexual también han aumentado. A modo de ilustración: Filipinas registró entre el 1 de marzo y el 24 de mayo de 2020 casi 280.000 casos de abuso sexual en línea, cuatro veces más que en todo 2019.

Retornemos a nuestra realidad. La foto es clara, el cierre de las escuelas ha generado costos más allá del deterioro en los conocimientos adquiridos por quienes tienen la fortuna de poder hacer un uso adecuado de las posibilidades que otorga la educación virtual. El cierre de las escuelas ha provocado una deserción escolar de magnitud inimaginable, de sobremanera en la escuela secundaria, seguramente en los estratos socieconómicos más humildes y, probablemente, habrá ampliado la brecha de género que nuestra sociedad tiene la obligación de eliminar.

Alguna vez Domingo Faustino Sarmiento señaló que “todos los problemas, son problemas de educación.” ¿Qué mejor ejemplo? Si deseamos eliminar la brecha de género, facilitar que nuestras niñas y jóvenes accedan a más y mejor capital humano es la respuesta, la vuelta plena a la presencialidad en cada rincón de nuestro país es esencial para ello.

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