Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
INFOBAE – Varias sorpresas han ocurrido en la región latinoamericana, tal vez la más sobresaliente haya sido la chilena. Pero estos sucesos aparentemente sorpresivos también se extienden a violentas manifestaciones en Estados Unidos y en Francia, también resultados electorales llamativos en Perú así como las situaciones colombiana y argentina. La tesis central de esta nota periodística consiste en sostener que lo antedicho es una consecuencia inexorable de lo que se transmite en el aula de centros de estudios estatales y que, en este contexto, son del todo irrelevantes los indicadores económico-sociales mientras tenga lugar el adoctrinamiento estatista.
Conjeturamos que tendrán lugar otras muchas sorpresas desagradables si no se revierten con urgencia las políticas que mencionamos más abajo, un tema sobre el que hay que volver dados los sucesos del momento y los que eventualmente se avecinan.
Hay mucho material en el caso chileno que ahora tomo como ejemplo para ilustrar mi caso, pero me baso en una artículo periodístico del economista chileno Sebastián Edwards titulado “Chile, el problema psicológico” que aunque no comparto su conclusión estimo que los datos respaldados en rigurosas documentaciones que aporta son de gran importancia para lo que deseo señalar.
Edwards apunta que la inflación anual se redujo del 500% en 1973 a 10% en 1990 y 5% en 2000. Que entre 1975 y 2015 el ingreso per capita se cuadruplicó, el más alto de América latina. Que el indicador de pobreza pasó de 45% en 1980 a 8% en 2014. Que en 1982 el 27% de la población contaba con televisor y en 2014 el 97% tenía televisión en su hogar. En el mismo período los refrigeradores pasaron de 49% a 96%, las lavarropas de 35% a 93% y automóviles de 18% a 48%. Que el ingreso medio (“clase media”, según la parla convencional) según definición del Banco Mundial se elevó de 23.7% en 1990 a 64% en 2015 y los ingresos de los más pobres según un informe de OCDE se elevaron en un 145% de 1990 a 2017 siendo el país que mayor movilidad social mostró en la región.
Estos son los datos pero la interpretación de los sucesos violentos en Chile y las demostraciones de disconformidad, como queda dicho, a nuestro juicio se deben al adoctrinamiento estatista que hace que aunque todos fueran multimillonarios saldrían igual a protestar con el librito de Mao en la mano como respuesta a la deseducación y condicionamiento intelectual impuesto por la estructura estatista.
Antes hemos apuntado que como bien ha referido el marxista Antonio Gramsci, la politización de las faenas educativas es clave a través de su conocida conclusión: “Tomen la educación y la cultura, el resto se da por añadidura”. Esto ha sido refinado y reforzado por la denominada deconstrucción de autores como Michel Foucault y Jacques Derrida que insisten en transformaciones en el lenguaje para aquellos propósitos. Esta tarea marxista y neomarxista (recordemos que el nombre original de la Escuela de Frankfurt era Instituto Neomarxista) es al efecto de lograr la llamada Revolución Molecular en la que como miles de moléculas dispersas ya no se precisa un líder para coordinar la subversión sino que cada cual dotado de fuertes pertrechos intelectuales marxistas hace su faena disruptiva y luego se disipa. Esa es la explicación de lo que viene ocurriendo en diversos países en distintos grados con distintos logros en la destrucción de lo existente y que tanto sorprende a los incautos.
En esta ocasión expongo el problema básico que nos ocupa en formato de decálogo al efecto de evitar otras sorpresas en la misma dirección que la chilena. No hay nada más urgente que machacar con el tema de la educación de lo que depende todo lo demás. Primero, es una costumbre desafortunadamente muy generalizada parlotear en reuniones sociales sobre la importancia de la educación pero una vez engullidos los comestibles del caso cada uno se dedica a sus menesteres personales y se olvidan de la educación con lo que tiene lugar un inmenso vacío en la materia.
Segundo, la educación remite a la trasmisión de valores consistentes con el respeto recíproco en un clima donde se debe estimular el espíritu crítico y el consiguiente debate abierto. Tercero, el proceso educativo exige puertas y ventanas abiertas de par en par donde entre mucho oxígeno en un contexto de prueba y error inmerso en un proceso evolutivo donde resulte claro que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad abierto a refutaciones al efecto de permitir la incorporación de partículas de verdades en el océano de ignorancia en el que estamos inmersos. Todo esto en un medio competitivo en el que las partes hacen de auditorías cruzadas en busca de la excelencia.
Cuarto, por lo dicho los llamados Ministerios de Educación y Cultura son una bofetada a la inteligencia puesto que nadie debe tener la facultad de imponer estructuras curriculares y en las carreras que requieren acreditación la efectúan como originalmente sucedía en las colonias estadounidenses a través de academias e instituciones privadas también en competencia. Quinto, la denominada “educación pública” deriva en una cosmética puesto que la educación privada es también para el público, de lo que se trata entonces es educación estatal, una expresión que se intenta ocultar puesto que es tan inapropiada como literatura estatal, periodismo estatal o teatro estatal. Sexto, lo consignado para nada desconoce que muchos de los que enseñan en la esfera estatal son de gran valía y mérito que se desempeñan con abnegación y enjundia. Séptimo, el tema capital es uno de incentivos, no es lo mismo cuando cada cual se hace cargo de las cuentas que cuando los pagos los transfiere coactivamente a los bolsillos del prójimo. Esto modifica radicalmente los comportamientos.
Octavo, por lo señalado, para evitar la politización de algo tan delicado e importante como la educación y para alentar al uso adecuado de los recursos disponibles y evitar el derroche lo cual queda reflejado en los estudios donde se muestra el costo por año por graduado en instituciones estatales a pesar que en muchos de ellos se toman solo gastos corrientes excluyendo activos fijos. Es por esto que sugerimos la venta de todos los centros educativos estatales, eventualmente con facilidades para que la adquieran los mismos que al momento estaban gestionando la entidad (incluso puede considerarse el entregarlas sin cargo, pero al instante de la entrega los incentivos operarán en una dirección distinta).
Noveno, para las personas que cuentan con las condiciones intelectuales pero no los ingresos suficientes para acceder a las ofertas educativas existentes, como una medida de transición mientras se adoptan otras políticas de fondo al efecto de liberar recursos, se establecerán vouchers con lo que se financiará la demanda pero por los graves inconvenientes señalados no la oferta. Y décimo, a partir de ese momento queda claro que hay un non sequitur, es decir, del hecho que unos se vean compelidos a financiar la educación de otros no se sigue que hayan instituciones estatales de educación puesto que los candidatos elegirán de todas las privadas la que mejor se ajuste sus preferencias y necesidades. A partir de esta política no hay pretexto posible para politizar la educación (en verdad una contradicción en los términos).
Es de gran importancia la capacidad para despejar la mente de telarañas mentales en una línea consubstanciada con el espíritu conservador en el peor sentido de la expresión, es decir, no se trata de conservar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad sino el oscurantismo de no aceptar nada novedoso, una visión que no nos hubiera permitido salir del taparrabos y las cuevas porque el primero que inventó el arco y la flecha era novedoso y distinto. Como bien ha destacado John Stuart Mill “todas las buenas ideas pasan indefectiblemente por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”. Es de esperar que no se continúe mucho tiempo más con los estragos educativos antes de revertir problemas con el argumento tortuoso basado en que otros no hacen los cambios, esto es la falacia ad populum que como es sabido se traduce en que si todos lo hacen estaría bien y si nadie lo hace estaría mal.
En no pocos lugares se ha extendido considerablemente el home schooling donde las enseñanzas tienen lugar en el hogar con un notable apoyo logístico vía Internet y con una gran apertura a la socialización a través de la organización de bailes, deportes y demás actividades recreativas. Hace poco tiempo The Economist dedicó un estudio al tema donde se subraya la opinión favorable de los oficiales de admisión de las universidades del Ivy League en Estados Unidos quienes subrayan la destacada performance académica de los que provienen de ese sistema de educación hogareña y también destacaron su pulcra vestimenta y su muy adecuado y cuidado vocabulario.
Es cierto que pueden señalarse fallas en la educación privada, la perfección no está al alcance de los mortales de lo que se trata es de minimizar costos y de fortalecer incentivos. Pero por otra parte también es del caso señalar que en gran medida los que enseñan en instituciones privadas se han capacitado en entidades estatales por lo que arrastran un handicap negativo, lo cual irá desapareciendo a medida que se fortalezca el ámbito de la libertad en un clima de competencia al efecto de que surja lo mejor al abrir las máximas posibilidades para desarrollar la energía creadora e innovadora en todas las direcciones posibles.
En este texto hemos tomado como ejemplo el caso chileno pero, como decimos, la tesis central es aplicable a todos los países que optan por politizar su educación pero que apuntan a salir de la trampa. Hay una bibliografía muy suculenta en líneas generales basadas en la argumentación que hemos consignado aquí. Solo mencionaremos algunos textos muy sobresalientes que estimamos pueden resultar de interés y utilidad a los lectores: James Tooley, Education Without the State, Murray Rothbard Education Free and Compulsory, Isabel Lyman “Home Schooling, Back to the Future?”, Paul Johnson “Schools for Atilas”, Alan Kors y Harvey Silvergate The Shadow University y Thomas Sowell Inside American Education. Pero tal vez lo que conviene retener es aquel dictum tan difundido que reza así: “La mente es como un paracaídas, solo funciona cuando se abre” y como ha escrito Alan Boom es trascendental diferenciar lo que es una mente abierta de lo que es un basural abierto: no se trata de incorporar cualquier cosa en cualquier dirección, se trata de alimentarse con valores al efecto de engrosar la dignidad de cada cual en el contexto de la actualización de las potencialidades en busca del bien. La exploración de estas avenidas fértiles no solo nos apartará de la deriva chilena sino que nos protegerá de nuevos desvaríos.
Cierro esta nota con una observación general. Prevalece la manía por el control gubernamental y por ende cuanto más compleja la sociedad mayor es la intromisión de los aparatos estatales hasta que el tejido legal se convierte en un verdadero galimatías imposible de desentrañar que hace cada vez más difícil la vida. En realidad, como explica Richard Epstein -y siento que estas referencias bibliográficas cruciales no se encuentran traducidas al castellano- en su obra Simple Rules for a Complex World los principios del derecho son siempre los mismos y resultan simples: protección a las autonomías individuales, a la propiedad y consiguientemente al respeto a los contratos y el castigo al fraude y a quienes pretenden vulnerar lo anterior.
Sin duda que la complejidad legislativa se acrecienta si se tiene la arrogancia de controlar vidas y haciendas ajenas que en lugar de abrir paso a la dispersión y fraccionamiento del conocimiento entre millones de personas, en lugar de eso los burócratas optan por concentrar ignorancia. Este fenómeno de sobrelegislación también se nota en el área educativa que hemos tratado en el presente texto con las consecuencias nefastas también apuntadas y con los mismos resultados que en materia del dinero, a saber, cuanto mayor la expansión menor el valor de la unidad monetaria, del mismo modo cuanto mayor el número de leyes más grande es su depreciación. La gente se la pasa en trámites, permisos, sellos, escarceos, largas filas para ser atendidos, requisitorias, gestiones, ventanillas interminables, traqueteos, despachos, regulaciones, oficinas, tasas, más impuestos y demás parafernalia, todo por la absurda y contraproducente obsesión del control que naturalmente genera descontrol por doquier.