El valor del peso es tan incierto que su uso ha dejado de ser razonable
INFOBAE – Las propuestas comerciales particulares pierden consistencia con la vorágine inflacionaria apurando decisiones, achicando los tiempos. Esfuerzos tirados a la basura, perdidos en constantes adecuaciones de costos, salarios, impuestos, tarifas públicas, precios cuidados de funcionarios. El perro en persecución de su cola pierde oportunidades de ganancias, agravando su pobreza.
En 1998, los argentinos ganaban el equivalente al 175% del ingreso promedio mundial; en 2021, menos que el promedio, apenas 89%. En los últimos 23 años, los ingresos se rezagaron a la mitad de lo que eran, en relación con el mundo. Un país que era rico se transformó en pobre. Esta pérdida vino acompañada de la explosión del gasto público; equivalía al 23% del PBI, en 1998; pasó al 42% del PBI en 2021, según estadísticas del Fondo Monetario Internacional. Las decisiones de muchos políticos invadieron las relaciones privadas. Esos datos confirman el abuso y la urgencia de corregir el rumbo.
Los poderes de la Constitución quedaron desbalanceados, tras la larga noche de la democracia, potenciaron la prepotencia de políticos, usurpando los derechos y desplazando la participación natural de las personas privadas.
La producción, comercialización, administración de los bienes privados corresponde a empresas privadas. Hay que recordar, bienes privados son los que cualquier individuo podría hacer por su cuenta si es que no consiguiera ofertas competitivas. Urge reparar el desplazamiento de las economías privadas, volviendo a la competencia y los negocios que enriquecían nuestros ingresos, hace un cuarto de siglo. Los gobernantes mandando lo contrario a la naturaleza de las cosas, licuan confianzas, legitimidades. Justicia significa la misma regla para todos. Sin privilegios a los amigos, explico detalladamente en el libro “Por un País Justo y Floreciente”.
La inflación mide la “velocidad de escape” de las cotizaciones y presupuestos. Demasiados esfuerzos perdidos en “adecuar”, “cotizar”, “evaluar”, quitan espacio a “producir”.
Para reparar el rumbo, dar confianza a nuestras instituciones se requiere, primero, corregir la moneda. Los economistas insisten en la importancia de los precios en la coordinación de las actividades productivas. Sin embargo, no resaltan suficientemente lo determinante que las cotizaciones sean estables, perdurables. Cada precio es una relación con la legislación y la moneda. Si el peso pierde valor raudamente, los contratos se tornan provisorios y cambian las condiciones.
El fenómeno inflacionario
Sabemos que la inflación es multicausal. A la larga, la impulsan: 1) la emisión monetaria; 2) el financiamiento del déficit fiscal imprimiendo dinero; 3) pagando cuentas públicas con pesos recién imprimidos que no encuentran demandantes; y 4) devaluando el peso contra el dólar.
El Premio Nobel Oliver Williamson advertía las ventajas de ofrecer “rehenes” para asegurar convenios. Entregar a la otra parte bienes valiosos que el contratante perdería si incumpliera. Dada la larga tradición inflacionaria de la Argentina, el rehén contundente es clausurar la impresora de dinero. Celebrar una gran ceremonia, entregando a los argentinos el artefacto de tantos desencantos, el seguro antiemisión definitivo. Dolarizar, reemplazar al peso con el dólar, es la forma contundente de “quemar las naves de las impresoras de pesos, moneda hecha en la Argentina”. Y dejar atrás las crisis cambiarias, la propensión de los argentinos de comprar dólares, depreciando los pesos cuando apremia la incertidumbre.
El gráfico delinea el sendero de la multiplicación del índice de precios al consumidor argentino en relación con el de EEUU, entre 1980 y 2021. En el último año, el índice argentino se había multiplicado 2.800 millones de veces respecto del de EEUU, a un ritmo promedio superior a 70% anual acumulativo más alto. En estas condiciones, las oportunidades de los negocios se reducen, hasta hacerse casi imperceptibles.
La Convertibilidad fue el intento más próximo a Dolarizar. Su debilidad era que podía revertirse. La dolarización aparece como una salida superadora, más contundente, porque es más difícil de anular. Ninguno de los países que dolarizaron o adoptaron el euro no volvieron atrás. Panamá está dolarizada desde 1904.
Pros y contras
¿Conviene Dolarizar? Buena cantidad de economistas focalizan dos inconvenientes principales, las pérdidas en que incurriríamos de hacerlo, similares a las que oponían a la Convertibilidad. Señalan dos sustanciales: 1) pérdida de señoreaje, el rédito que obtiene el BCRA de la emisión monetaria, prestando a interés los montos emitidos sin costo contable. No considera los costos en que incurre la población con la inflación y las restricciones al imponer el curso forzoso del peso, vedando otras monedas y transacciones; y 2) perder al prestamista de última instancia. No parece relevante, si se admite la escasa credibilidad y capacidad financiera del BCRA; además, gran parte de las crisis son consecuencia de la huida del peso y de la compra de dólares.
¿Podemos Dolarizar? De nuevo, los consultores desempolvarán cantidad de requisitos que, de lograrlos, dirán: entonces para qué. Desconocen la fuerza del rehén, el seguro antiemisión monetaria sin respaldo, definitivo, para siempre.
A mi entender los requisitos necesarios para dolarizar son: 1) suprimir el déficit fiscal, por lo menos inicialmente, y luego limitarlo a lo financiable con endeudamiento voluntario; 2) conseguir las reservas internacionales, los dólares, para reemplazar la base monetaria y pasivos del BCRA en pesos; y 3) el reemplazo hacerlo al tipo de cambio más próximo al tipo de cambio oficial, en relación con los niveles de precios internos vigentes. Cuánto mayor el tipo de cambio de la conversión de los pesos a dólares (menor valuación de los pesos) mayor sería el alza de precios del período inicial.
Con las cifras a diciembre 2021, reemplazar la base monetaria y pasivos del BCRA en pesos requeriría poco menos de USD 80.000 millones, el doble de las reservas internacionales de fin de 2021, requiriendo algunas depuraciones.
Claramente, se trata de un programa ambicioso a completar en pocos años, dependiendo de la idoneidad y determinación de los gobernantes. La eliminación del déficit fiscal hace compatible y más creíble cumplir los acuerdos con FMI.
Precios estables, próximos a los internacionales, darían asombrosa confianza a las cotizaciones y negocios, ahorrando las colosales energías que ahora se dilapidan en renegociaciones permanentes. Tales condiciones descubrirían reformas, adecuaciones de largo plazo; y abriría magníficas oportunidades, expandiendo los ingresos del conjunto de los argentinos.