Emilio Apud es ingeniero industrial, director de YPF y ex Secretario de Energía y Minería de la Nación. Integra el Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso.
CLARÍN – Es llamativo el desapego del kirchnerismo a considerar el costo de sus decisiones, máxime en un país como el nuestro con las arcas vacías, sin mercado de capitales, sin acceso al crédito internacional y con el recurso de emisión espuria agotado, en un contexto inflacionario desbocado.
Ha endeudado a generaciones futuras en compromisos financieros para proyectos innecesarios, como la expropiación de YPF, unos USD 14.000 millones (M) en concepto de indemnizaciones, acuerdo dispendioso con el Club de París y pasivos en tribunales internacionales por no respetar cláusulas estatutarias de YPF; la central carbonera de Río Turbio, más de USD 1.600 M; los acuerdos con China por USD 15.000 M para dos centrales hidroeléctricas en Santa cruz y una nuclear aún no iniciados. Es decir, entre el tercer gobierno kirchnerista y lo que va del actual, han comprometido al país en más de USD 30.000 M, en proyectos no prioritarios y prescindibles para el sector energético.
Entonces, el motivo de semejante despilfarro hay que buscarlo en otra parte. Tal vez en el cambio sustancial que pretende el kirchnerismo en nuestras relaciones exteriores tradicionales, o en la ideología estatista o en el capitalismo de amigos y sus intereses en juego o en los swaps para mitigar caída de reserva, u otros.
Un caso paradigmático de este fenómeno es Atucha III, o cuarta central nuclear (CN) en Argentina.
Esta aceptado internacionalmente que en el período de transición energética, menor a 40 años, hacia una matriz exenta de hidrocarburos o el fin de la era del petróleo como combustible, el gas natural y la generación nucleoeléctrica tendrán un rol preponderante.
El gas como reemplazante del carbón por emitir cerca de la mitad de gas de efecto invernadero, CO2, y las CN, con prácticamente cero emisiones, para acompañar en la oferta eléctrica a las renovables que son intermitentes. Se espera durante la transición la incorporación de más de 60 CN y de un vertiginoso desarrollo del mercado del gas natural en su forma transportable como LNG o gas natural licuado.
En ese escenario, China necesita ingresar al promisorio pero disputado mercado mundial de CN, con su prototipo Hualong One, un desarrollo propio en base a un reactor de origen francés. El Hualong One es un reactor moderno cuyo combustible es uranio enriquecido, pero con “poco rodaje”, hay solo 2 en funcionamiento hace menos de dos años. Uno en China y otro en Paquistán y le está costando venderlo.
China necesita imperiosamente argumentos de venta internacionales para colocar su prototipo en el mercado internacional para amortizar la enorme inversión que requirió su desarrollo y para penetrar tecnológicamente en el mundo dentro del marco de su estrategia de acuerdos comerciales de La Franja y la Ruta, también conocido por Ruta de la Seda, que ya cuenta con más de 145 países incluyendo recientemente al nuestro.
Como se puede apreciar, son claros los beneficios que significa para China Atucha III cuyo contrato se acaba de firmar, pero no ocurre lo mismo con los de nuestro país.
El sector eléctrico argentino necesita generación de base, operando casi permanentemente y en función de las necesidades de la demanda, no de los caprichos de la naturaleza a los que están sujetas las renovables eólica y solar. Y esas necesidades pueden ser satisfechas tanto por las CN como por las de ciclo combinado a gas natural (CC), aunque con distintos montos de inversión y de producción.
Veamos algunos números. El costo de construcción del prototipo chino Hualong One en Atucha, o Atucha III, es 10 veces mayor al de un CC equivalente. El costo anual de la energía de Atucha III (A III) en los primeros 20 años de funcionamiento, será 3 veces el de un CC. La construcción de A III requiere más de 7 años, la de un CC 2 años. A III, es inversión del Estado, los CC son emprendimientos privados. El combustible nuclear se debe importar, el gas para los CC no. A III si bien evitará el 1% de la emisión actual de CO2 del país, restringirá un 2% el consumo de nuestro gas.
Recordemos aquí que el desafío argentino para los próximos 30/40 años de transición energética será minimizar la cantidad de gas natural que quedará en el subsuelo sin valor al finalizar ese período, es decir al instalar una CN, dejaremos mas gas sin utilizar a cambio de importar combustible nuclear, cuyos residuos aun se mantienen en piletas cercanas a centros urbanos y no cuentan con lugares de disposición transitoria como lo establecen las normas internacionales. Igual se decidió seguir adelante con A III.
Esta comparación de alternativas puede parecer extemporánea ante la firma del contrato que le acaba de ofrendar Alberto Fernández a Xi Jinping, pero no lo es. Hay muchos proyectos en lista de espera con similar mecanismo y es necesario asegurar que son necesarios
Es decir, hay que evitar caer nuevamente en la trampa de la financiación atractiva para justificar proyectos inútiles y eso se logra impidiendo el hecho consumado y exigiendo los estudios que avalen la factibilidad técnica, económica, financiera y ambiental de cada obra de infraestructura que se proponga realizar y que endeudarán al país por décadas.
En este sentido la oposición tiene la responsabilidad de intervenir para evitar que el kirchnerismo continúe empeñando el futuro del país endeudándose para satisfacer sus necesidades coyunturales. Además, esa oposición debería dar señales claras a occidente que los países totalitarios que hoy seducen al gobierno deberán competir en un plano de igualdad con todos los países del mundo dentro de poco, a partir del próximo gobierno.