INFOBAE – Alberto Benegas Lynch (h) – En nuestro medio considera segmentar el país al efecto de cobrar distintas tarifas de electricidad según sea el barrio del caso y consecuentemente según la ubicación de cada cual con la idea que paguen más los que viven en lugares de mejor edificación y menos los de lugares más pobres.
Dejando de lado el desatino de lo dicho pues el estar en un barrio más elegante no asegura que quien habita allí tenga un ingreso más alto, debe subrayarse que esto tiende a la manía empobrecedora del igualitarismo. Como, entre muchos otros, ha destacado Robert Barro el delta, es decir, la diferencias de ingresos y patrimonios en una sociedad libre resulta esencial a lo efectos de usar los siempre escasos recursos del mejor modo posible puesto que los que dan en la tecla con los requerimientos del prójimo obtienen ganancias y los que yerran incurren el quebrantos. El cuadro de resultados muestra lo que ha votado la gente en el plebiscito diario del mercado con sus compras y abstenciones de comprar. Esto a su vez se traduce en mayores salarios e ingresos en términos reales ya que las tasas de capitalización se maximizan. Esto último, las tasas de inversión, constituye la única causa que explica movimientos de ingresos. Por ende, el limar las aludidas diferencias atenta muy especialmente contra los que menos tienen, los más vulnerables, los más desprotegidos que ven mermar sus salarios.
La igualdad ante la ley se contrapone a la igualdad mediante la ley. Lo primero está indisolublemente atado a la noción de justicia ya que no se trata de iguales ante la ley en la esclavitud, por tanto, el referido anclaje es a “dar a cada uno lo suyo” y “lo suyo” remite al derecho de propiedad, comenzando por el propio cuerpo, por los pensamientos de cada cual y por el uso y disposición de lo adquirido legítimamente. En los países donde hay mayor desigualdad de rentas y patrimonios es donde hay mayor prosperidad para todos, en especial para los que vienen ascendiendo en la pirámide patrimonial que ven incrementados sus ingresos merced a la acumulación en la otra punta que al destinar sus inversiones hace de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. En cambio en los países cuyos gobiernos imponen la guillotina horizontal todos son más pobres.
Habiendo dicho esto vuelvo a la idea mencionada al comienzo de hacer que el monto de las tarifas de luz sea de acuerdo al barrio. Esto es lo mismo que imponer la sandez que se pague el pan, la verdura, la vestimenta y todo lo demás según los ingresos de cada uno. Esto llevado al extremo nivelaría rentas y patrimonios con lo cual desaparecen los premios y castigos, es decir, desaparecen ganancias y pérdidas como motores en la asignación de factores de producción con lo que se desmorona el sistema.
En realidad constituye una verdadera bendición que todos seamos desiguales de donde se desprende la antedicha diferencia de ingresos. Si fuéramos iguales se destruiría la división del trabajo puesto que todos quisieran por ejemplo ser médicos y no habría ingenieros ni panaderos, además, la misma conversación resultaría de un tedio insoportable puesto que sería lo mismo que hablar con el espejo y las posibilidades de incrementar el conocimiento serían sumamente magras puesto que no habrían diversas perspectivas, teorías y refutaciones indispensables para el progreso de las ciencias.
Desafortunadamente ha calado hondo la errada idea de la suma cero, a saber que lo que gana uno lo pierde otro lo cual es exactamente al revés en los mercados abiertos donde ambas partes ganan que para seguir con la terminología de la teoría de los juegos se trata de suma positiva, de lo contrario no hay transacción posible.
Por otra parte ha hecho mucho daño la peregrina idea de la llamada “justicia social” que en el mejor de los casos constituye una redundancia puesto que la justicia no puede ser vegetal, mineral o animal, es inexorablemente social. En el peor de los casos –el más generalizado por cierto- se trata de sacarles por la fuerza a unos lo que les pertenece para dárselo a otros lo que no les pertenece.
También se ha dicho recurriendo a una metáfora deportiva que es importante que todos larguen en la carrera por la vida sin ventajas debido a la riqueza de sus progenitores y luego se verá la colocación de cada uno en la llegada de la carrera. He aquí otro estropicio: el que se esfuerza y llega primero en esa competición a poco andar se dará cuenta que su esfuerzo fue inútil puesto que sus descendientes nuevamente serán nivelados en la próxima carrera y así sucesivamente lo cual revela que este correlato deportivo es autodestructivo.
En realidad a estos efectos es del todo irrelevante cuanto hereda tal o cual persona puesto que la prueba de su competencia o incompetencia se verá en el mercado y quien no sepa administrar bien lo recibido será desplazado por otros más eficientes y así los recursos cambian de mano. No hay posiciones irrevocables, todo depende de la aptitud de cada uno para servir a los demás.
Sin duda que todo esto no ocurre donde irrumpen empresarios prebendarios que viven de los privilegios otorgados por los gobiernos a los cuales se alían para explotar miserablemente a la gente con mercados cautivos y otras dádivas obtenidas en la cópula hedionda con el poder político del momento.
Lo que dejamos consignado no significa que deba abandonarse la idea del gravamen proporcional que se traduce en la misma tasa para todos en materia impositiva por lo que desembolsan más los de mayor capacidad contributiva pero se da de bruces con la idea de la progresividad, en otras palabras, cuando la alícuota se mueva según el contribuyente una situación que destruye las posiciones patrimoniales relativas establecidas en el mercado, bloquea la movilidad social, es un castigo a la eficiencia y perjudica a los menos favorecidos puesto que contrae la inversión.
Es realmente llamativo que a esta altura de los acontecimientos se siga machacando con la idea que atacando a los que producen puede favorecerse a los menos pudientes. El asunto es exactamente al revés, el embate a la producción achata los salarios y empobrece. En este contexto es por eso que resulta tan trascendental contar con un mercado libre de trabajo con sindicatos que no bloqueen la libertad de asociarse y contratar. Por eso también resulta tan perjudicial el voluntarismo imponiendo salarios por decreto sin ver que esto indefectiblemente conduce al desempleo.
En no pocas oportunidades se ha citado la noción de igualdad de la revolución francesa -antes de la contrarrevolución de los jacobinos- cuando precisamente los dos primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre se refieren a la igualdad de derechos y la propiedad privada al contrario del igualitarismo a que nos veníamos refiriendo. La mencionada política de la segmentación en el caso de las facturas de la luz desconoce la igualdad ante la ley pues otorga distintos derechos a las distintas personas. No puede jugarse con fuego y en algún momento debe ponerse punto final a la monotonía del estatismo y retornar a los valores alberdianos que hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta para luego abrazar los atropellos del Leviatán responsable de la feroz decadencia en la que nos debatimos desde hace largas décadas.
En este contexto Juan Bautista Alberdi subraya que “para proteger mejor el fin social de la riqueza, la Constitución ha preferido la distribución libre a la distribución reglamentaria y artificial. La distribución de la riqueza se opera por sí sola, tanto más equitativamente cuanto menos se ingiere el Estado en imponerle reglas”, de ahí su conclusión al preguntarse y responder “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.”
En resumen, la idea de la segmentación de tarifas constituye un error de proporciones que afecta la asignación de los recursos escasos que redunda en peores condiciones de vida para todos pero, como queda dicho, especialmente perjudican a los de menores ingresos. Esta idea en nuestro medio está estrechamente vinculada al eventual arreglo con el Fondo Monetario Internacional sobre el que ya hemos puntualizado en otra publicaciones que es una institución nefasta dedicada a financiar a gobiernos fallidos con fondos coactivamente detraídos de los contribuyentes de otros países, lo cual no significa que puedan contraerse deudas y luego pretender la desatención de los compromisos contraídos.