Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
PERFIL – En agosto 2020, cuando las restricciones impuestas por nuestro gobierno para enfrentar el Covid-19 se habían convertido en parte de nuestra cotidianeidad, escribí una columna para Perfil titulada “Coronavirus y el Leviatán”, en la cual advertía como nuestro país adquiría, día a día, características propias de un moderno reino del Leviatán, en el cual, so pretexto de protegernos de una tremenda emergencia sanitaria, se avasallaban nuestras libertades.
Hoy, cuando gradualmente estamos retornando a una cierta normalidad, es hora de evaluar lo sucedido, no con un afán de crítica sino de aprender de nuestros errores para no volver a repetirlos. Utilicemos con dicho fin las experiencias de Suecia y Uruguay, dos sociedades que enfrentaron la pandemia con una estrategia distinta a la optada por nuestro país.
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Recordemos algunos hechos, retornemos a principios de mayo 2020 cuando el presidente Alberto Fernández ejemplificó el caso de Suecia como un contraejemplo de lo que se debía hacer: “Cuando a mí me dicen que siga el ejemplo de Suecia la verdad lo que veo es que Suecia, con 10 millones de habitantes, cuenta 3.175 muertos por el virus. Es menos de la cuarta parte de lo que la Argentina tiene. Es decir que lo que me están proponiendo es que de seguir el ejemplo de Suecia tendríamos 13 mil muertos”.
Dos años después la evidencia muestra otra realidad. Según la página de Worldometers (17/4/2022), el número de muertes en nuestro país asciende a 128.344 y en Suecia a 18.572. Si lo normalizamos por la cantidad de habitantes, en la Argentina el total de muertes por millón de habitantes es de 2.794 y en Suecia de 1.819.
Suecia es una sociedad que privilegia la libertad con responsabilidad, tal como lo señalaba la página web del Swedish Institute, una agencia oficial de su gobierno: “La respuesta del país al COVID se basa en parte en la acción voluntaria. Por ejemplo, en lugar de hacer cumplir un confinamiento nacional, las autoridades dan recomendaciones: quedarse en casa si tienes síntomas, mantener la distancia con los demás, evitar el transporte público si es posible, etc. Los agentes públicos y privados en general tienden a seguir el consejo de los organismos responsables”.
Veamos ahora el caso de Uruguay. En julio de 2020, el presidente Luis Lacalle Pou expresó: “El uruguayo tiene una vocación genética en la libertad. En eso obviamente nos inspiramos: yo no estaba dispuesto a obligar a los uruguayos a confinarse, a ir rumbo a un estado policíaco” y agregó: “No se puede meter preso al que trata de ganarse el peso. ¿No somos capaces en Uruguay de apelar al cuidado personal, individual y colectivo?”. El resultado, el número de muertes al 17/4/2022 asciende a 7.193; es decir, 2.058 muertes por millón de habitantes, claramente también por debajo de la cifra registrada en nuestro país.
Todo ejemplo es tan sólo una ilustración, pero el autoritarismo extremo seguido por nuestro país no aparenta haber tenido un mayor éxito frente al flagelo que sociedades que han respetado la libertad, sino todo lo contrario.
Al respecto, en enero 2022, un interesante estudio del Instituto de Economía Aplicada de la Universidad de Johns Hopkins, el cual realiza un minucioso análisis de la literatura generada para enfrentar la pandemia, respalda esta hipótesis. El mismo concluye que “los confinamientos han tenido poco o ningún efecto en la salud pública, y han impuesto enormes costos económicos y sociales donde se han adoptado”.
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¿Qué podemos aprender de lo sucedido? Toda restricción a la libertad genera costos que van mucho mas allá de lo económico. Pensemos sino en Suecia, donde los niños y jóvenes menores de 16 años no perdieron días de clase y comparémoslo con nuestra realidad. Los costos del moderno reino del Leviatán en que se convirtió nuestro país están por venir y son aún mucho peores que los 128.344 muertos que registran las estadísticas.
El ser humano nació para vivir en libertad, aprendamos de nuestros errores y tratemos de comenzar a respetarlo.