Jefe de economía de Libertad y Progreso. Profesor Economía Internacional en Universidad del CEMA, Profesor ayudante de Análisis Económico y Financiero en la Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires,Asesor en la Secretaria de Comercio Exterior la Nación yAsesor Secretaria de Comercio de la Nación.
Mg. en Economía y Lic. en Economía Universidad del CEMA
EL ECONOMISTA – Lo más cercano que tiene Argentina hoy a un programa económico es lo fijado en el Acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI. Allí se establecen objetivos que, en principio, son conducentes a un mejor equilibrio macroeconómico: menor déficit fiscal, menor monetización del déficit, acumulación de reservas y normalización de mercados como el de tarifas públicas y la tasa de interés real.
No obstante, el éxito de los compromisos establecidos en el programa, y lo que está implementando el Gobierno, tienen una importante cuota de optimismo. ¿En qué sentido? En que el contexto internacional acompañará al programa. Como un equilibrista que debe caminar por la soga a 40 metros de altura, el éxito de la operación depende de que los vientos acompañen.
Por ahora lo vienen haciendo. El FMI aceptó un acuerdo “light” con Argentina, la liquidez internacional sigue en máximos históricos y los precios de los commodities volvieron a picos de una década por el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Incluso en este contexto relativamente favorable, el programa económico es extremadamente frágil. Lo podemos ver en lo que ha sido la acumulación de reservas del Banco Central en los últimos meses. Estamos transitando el período de liquidación de la cosecha gruesa, en un marco de precios internacionales récord. No obstante, el BCRA a duras penas acumuló reservas más allá del desembolso del FMI.
El equilibrio (o más bien desequilibrio) argentino, tal cual está hoy, no resiste un shock externo significativo. La pregunta que resta es cuánto tiempo más durará el contexto internacional favorable.
La semana pasada, la Reserva Federal aumentó la tasa de referencia en 50 puntos básicos, marcando la suba más abrupta desde el año 2000. Además, anunció que a partir de junio empezará a reducir su hoja de balance, acelerando los planes de contracción en la liquidez. El Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra vienen acompañando esta tendencia.
La suba de tasas en las economías centrales en general viene acompañada por un debilitamiento de las monedas en países emergentes, como el peso. Y por una caída en el precio de los commodities: léase, una merma en los términos de intercambio de Argentina.
Para peor, va aumentando la probabilidad de que la Reserva Federal realice un ajuste aún más acelerado para hacer frente a una inflación que no se desacelera. Si esto es así, el endurecimiento del contexto internacional para Argentina será más rápido de lo previsto. Y puede “sorprender” a nuestro país en medio de una vulnerabilidad económica muy importante.
Por ahora no estamos listos para hacer frente a este escenario. La pregunta es si tomaremos medidas para estarlo. El país debería seguir la máxima “planea para lo peor, pero espera lo mejor”. Hoy el planeamiento es para lo mejor y la expectativa es para lo peor.