Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
El País – Desafortunadamente se viene introduciendo una quinta columna en la Iglesia católica. Como es de público conocimiento, la expresión quintacolumnista tiene su origen en el campo militar primero utilizado durante la Guerra Civil española para aludir a cuatro columnas que avanzaban en una dirección mientras que había una quinta con infiltrados que operaba con los objetivos opuestos. Esta terminología también se empleó durante la Segunda Guerra Mundial para hacer referencia a franceses que en su propio territorio estaban camuflados de patriotas pero ayudaban a los nazis para el atropello de derechos, del mismo modo ocurrió en Holanda y Noruega con el apoyo a la invasión del totalitarismo alemán. Todos generalmente con apariencia de suscribirse a un bando pero adherían a las fuerzas contrarias.
Antes de eso Quinto Fabio Máximo utilizó la estrategia de infiltrarse en las filas enemigas de Aníbal en las Guerras Púnicas, lo cual fue imitado por la Sociedad Fabiana en Inglaterra con el mismo propósito de adentrarse en las mentes con su socialismo tal como había sugerido Antonio Gramsci y que fue aplicado por personajes como Eudocio Ravines cuando trabajaba para el Kremlin para penetrar la Iglesia española y la chilena.
Esto es lo que sucede en una medida peligrosa en la Iglesia católica de la actualidad: el disfraz de los valores tradicionales pero en la práctica se actúa en sentido contrario. En este sentido, entre otros, es de mucho interés un libro del sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología- titulado El marxismo en la Iglesia donde concluye que “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia […] tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.
En este contexto las ideas socialistas no solo operan a contracorriente de los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos sino que es del caso recordar -independientemente de otras consideraciones- tres reflexiones. En la Encíclica Rerum Novarum : “Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada.” Por su parte en Quadragesimo Anno se enfatiza que “socialismo religioso, socialismo cristiano implican términos contradictorios, nadie puede ser a la vez buen católico y socialista verdadero.” Y en Centesimus Annus se explica con lujo de detalles el significado del capitalismo como beneficioso para el progreso. Todo esto en abierto contraste con la respuesta del Papa Francisco que en entrevista de Eugenio Scalfari –director de La Reppublica de Roma– publicada el 11 de noviembre de 2016 al preguntarle qué opina cuando se lo acuse de comunista, el Pontífice recordó que “mi respuesta siempre ha sido que, en todo caso, son los comunistas los que piensan como los cristianos”.
En su mensaje a la OIT -reproducido en YouTube desde el Vaticano- el Papa Francisco afirmó que “Siempre junto al derecho de propiedad privada está el más importante anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y por tanto el derecho de todos a su uso. Al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario que depende de ese derecho primario que es el destino universal de los bienes.” A nadie se le escapa que con este peculiar silogismo la propiedad privada queda sin efecto e irrumpe lo que en ciencia política se conoce como la tragedia de los comunes, es decir, lo que es de todos no es de nadie, lo cual perjudica muy especialmente a los más vulnerables cuando se condena el proceso de mercado y el capitalismo como lo ha hecho el actual Papa en reiteradas ocasiones, por otra parte en gran medida inexistente en nuestro mundo debido al estatismo del inmenso endeudamiento público, la inflación, los impuestos exorbitantes y las regulaciones absurdas.
Los más necesitados para mejorar en sus condiciones de vida necesitan que se incrementen las inversiones producto de ahorro anterior puesto que constituye la única causa de incrementos en salarios e ingresos en términos reales. Este proceso ocurre cuando se protege el derecho de propiedad del cuerpo, la expresión del pensamiento y el uso y la disposición de lo propio. Así se libera a quienes producen para progresar, quienes necesariamente deben atender los requerimientos del prójimo: los que aciertan obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos (lo contrario de los prebendarios estatistas que en cópula hedionda se alían con el poder político del momento).
En el libro más conocido del Padre Gustavo Gutiérrez titulado Teología de la Liberación, publicado en 1971, adhiere a la tesis marxista de abolir la institución clave de la propiedad privada y, sin embargo, una de las primeras medidas del actual Papa cuando asumió fue concelebrar en San Pedro con el Padre Gutiérrez.
El eje central del libro consiste en señalar que la teología tradicional (“lírica” dice el autor) no resulta apropiada. El Padre Gutiérrez escribe en su afamado libro que “Marx irá construyendo un conocimiento científico de la realidad histórica. Analizando la sociedad capitalista en la que se dan en concreto la explotación de unos seres humanos por otros” frente a lo cual recomienda “una revolución social” y “una radicalización política” y que “la revolución cubana ha cumplido un papel acelerador.”