Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
NOTIAR – El Gobierno avanza con el ajuste sobre el sector privado, mientras que en el sector público sigue “la fiesta” a costa del contribuyente
El Presidente viajó a Nueva York con una comitiva de 48 personas, utilizando un avión de Aerolíneas Argentinas que ya bastante pérdida le genera al fisco que con una capacidad para 270 pasajeros ocupa en este vuelo al 18% del pasaje y donde la mayoría de ellos no se sabe qué van a hacer, pese a que la fugaz ministra de Economía Silvina Batakis decía que “el derecho a viajar colisionaba con el derecho a trabajar”. Mientras, se debate el dólar Qatar, sube la cotización del dólar turista y, la máxima conducción del gobierno parece haberse olvidado que faltan dólares en el BCRA.
Por otro lado, en el Presupuesto 2023 que el Poder Ejecutivo envió en la noche del jueves al Congreso se ve que la partida asignada al Senado tiene un aumento del 35% respecto al total crédito vigente que es 86,4% mayor al del año previo.
El gasto de la política
Por el contrario, el monto previsto para la Cámara de Diputados se incrementa para el año próximo en 87,3%. Se destacan en este caso, la partida de $12.730 millones para la Biblioteca (sube 87%), que tiene a su cargo una nómina de 1.397 empleados y el aumento en 60% -como la pauta de inflación- para la Imprenta, con una planta de 509 empleados.
En total, el personal del Poder Legislativo Nacional aumenta en unas 400 personas, llegando a los 14.429 empleados, con lo cual el Presupuesto parece no honrar el anunciado congelamiento de la nómina de trabajadores en la Administración Central.
Si se toma el tipo de cambio promedio oficial de $218 que asume el Presupuesto, el costo bruto promedio por cada senador es equivalente a USD 186.000 mensuales (representa el 91% del total asignado a la Cámara alta) y el de cada diputado de USD 71.400 por mes (81% del total de la partida para la Cámara baja).
Se repite año a año la misma historia que vengo escribiendo desde principios de la década del 90, cuando al analizar el Presupuesto me “rompió” los ojos el número del Poder Legislativo.
Seguramente el sueldo de un diputado o de un senador hoy no debe ser muy abundante y buena parte de las partidas se van en capas geológicas de empleados que cobran por no van a trabajar – los conocidos ñoquis-, pero también es cierto que hay legisladores que llegaron con el grito de ¡abajo del gasto público”, mostrándose como los paladines de la revolución libertaria y terminaron usando los pasajes del Congreso para sus campañas políticas, usando los recursos de los contribuyentes para promoverse personalmente con la dieta que le pagan los contribuyentes cuando podrían dejarla en la caja de ahorro para mostrar cómo se licua con la inflación. Por cierto, no hay ninguna ley que impida renunciar al sueldo de diputado o de senador.
Además, aprovechan que tienen ciertos privilegios para conseguir pasajes y los toman vía el Congreso en lugar de comprarlos directamente desde cualquier plataforma que todos los ciudadanos comunes tienen habilitados para viajar al resto del mundo.
Queda claro que mucho discurso contra los políticos es pura postura y humo, pero a la hora de utilizar los beneficios de la política el discurso queda en la televisión. Usan sin piedad los recursos que aportan los contribuyentes para beneficiarse, con lo cual terminan siendo parte de la dirigencia política que critican solo para ganar votos, pero claramente no hay convicción de tocar esos beneficios dado que hasta en las cosas más elementales se prenden. Es más, ni siquiera se los escucha hablar de este tema.
Quien esto escribe es el que año tras año viene mostrando estos datos, y los que gritan y se presentan como los grandes paladines antiestado, terminaron usando al Congreso como una agencia de viajes para sus campañas políticas.
En síntesis, una vez más vemos cómo es el sector privado el que tiene que pagar los costos del populismo y la dirigencia política sigue disfrutando de los beneficios de pertenecer, incluidos los que dicen “no pertenecer”.