Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
PRIMERA EDICIÓN Ayer, los analistas económicos y políticos Roberto Cachanosky y Santiago Kovadloff formaron parte del seminario anual “Escenarios Políticos y Económicos 2022” que se llevó a cabo en el Hotel Maitei de la capital provincial, organizado por la Confederación Económica de Misiones (CEM) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
Durante la conferencia de prensa, el licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina, Cachanosky recordó que “la mayoría de las provincias dependen básicamente de la coparticipación federal. Del nivel de recaudación va a depender el nivel de evolución de los ingresos de las provincias y, al mismo tiempo, la recaudación de la Nación va a depender del nivel de actividad económica que haya. Ahí ahora vamos a tener unos problemas por el faltante de dólares para comprar insumos y poder producir”.
“Para el sector de la producción habrá que ver qué políticas va a adoptar el Gobierno para lo que queda de este año y el 2023, con el objetivo de estimular que haya inversiones, producción y crecimiento. Eso es difícil de imaginar en un año electoral donde se pone mucho en juego, porque cuando se discute la coparticipación entra en juego cuánto queda para la Nación y cuánto queda para las provincias. Directamente será una carnicería”, dijo.
En la misma línea aseguró que coincide con el reclamo de las provincias para alcanzar mayor federalismo a nivel nacional en la toma de decisiones.
“Lo que debería ocurrir es que la coparticipación sea una cuestión menor dentro de los ingresos de las provincias, y que las provincias hagan el mayor esfuerzo de la recaudación y de gastos, obviamente. En Estados Unidos, por ejemplo, no hay coparticipación federal”, remarcó y sostuvo que “el federalismo es la autonomía o independencia que tiene que tener cada una de las provincias para establecer su propio nivel de gastos, estímulos a la producción y recaudación impositiva, entre otros puntos”.
“Hace décadas hay un gran centralismo en el país, donde todos dependen de las decisiones que se tomen en Buenos Aires, y eso no es federalismo”, cuestionó.
Beneficios impositivos
Consultado sobre el pedido del Gobierno misionero para lograr la creación del área aduanera especial, dentro del Presupuesto nacional 2023, y el crecimiento de las zonas francas en los países limítrofes, Cachanosky adelantó que “en líneas generales cuando se hace una zona franca básicamente no se pagan impuestos, pero se tienen que instalar empresas. Y esas empresas no pueden ser lugares donde entren importaciones para poner el sello de ‘made in Argentina’ y mandar así al mercado sin pagar impuestos. Si van a invertir para hacer empresas sí, es algo viable”.
Por otro lado, sobre la necesidad de impulsar una modificación del sistema impositivo en el país, opinó que “definitivamente hay que avanzar hacia una simplificación del sistema tributario y una reducción de la carga tributaria. Eso hay que hacerlo dentro de un contexto de políticas económicas donde al mismo tiempo se reduzca el gasto público y se adopten una serie de otras medidas”.
“Argentina necesita bajar la presión impositiva para generar uno de los estímulos necesarios que atraiga inversiones”, afirmó y amplió: “Hay un trabajo del Banco Mundial donde se demuestra que Argentina es el segundo país que más impuestos le cobra a una empresa sobre sus ganancias. Por cada 100 dólares que gana una empresa en el país, el Estado nacional, provincial y municipal, se lleva 106 dólares. Entonces se lleva toda la ganancia más una parte del stock de capital de la empresa”.
“Esto explica el crecimiento de la economía informal que hay en Argentina, porque es absolutamente infinanciable, para muchos, esa carga tributaria”, sostuvo.
Planteó que “lo importante es que se logre una reducción de la carga tributaria para poder tener más inversiones, y que más gente entre en el mercado formal. La idea no es cobrar muchos impuestos a mucha gente, sino cobrar pocos impuestos a todos. Que todos paguen pero poco y que sea algo realmente pagable. El premio por evadir impuestos tiene que ser tan bajo que no valga la pena evadirlos. De esa forma vamos a tener inversiones, el Estado no va a estar matando a los contribuyentes, y vamos a tener una economía formal donde la gente va a poder trabajar en blanco, tener una jubilación y obra social, entre otras cosas”.
“Pasa que en general a la dirigencia política le gusta mucho gastar la plata ajena, porque eso da votos. Ese es el problema del populismo que en cualquiera de sus versiones siempre cree que deben mirar en el resultado electoral que si bajan el gasto perderán votos, y entonces siguen gastando lo que significa que van a tener que seguir cobrando más impuestos, emitir más moneda, o tomar deuda del mercado internacional”, criticó.
“Tenemos un Estado grande y altamente ineficiente. En 1980 lo que se llama gasto social, con todo lo que incluye como jubilaciones, educación, salud, representaba 14 puntos del producto bruto, mientras que actualmente representa más del 30%”, describió y se preguntó: “Se duplicó el gasto social en Argentina en planes sociales, salud y educación pero ¿tenemos mejor educación o salud? ¿Los jubilados están mejor?”.
“Esto del gasto público, donde el grueso está en el gasto social, que tiene un alto contenido de populismo, está destrozando la economía argentina porque destruye la cultura del trabajo, tiene a la gente sometida a que el puntero político le dé un plan social y la plata ya no alcanza para hacer populismo”, consideró.
Voto castigo y figura presidencial
Por su parte, Kovadloff, graduado en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, al ser consultado sobre la posibilidad de que el crecimiento de la inflación y la caída del poder adquisitivo deriven en el denominado “voto castigo” durante las próximas elecciones generales, contestó que “la gente que irá a votar tiene, cada vez, razones menos interesantes para ir a votar porque está urgida por la supervivencia”.
“Lo que se está haciendo en Argentina es generalizar la demanda de la duración a la sociedad. Se quiere que dure, porque la rentabilidad política del voto hipotecado en la duración es más alta que la rentabilidad política del voto existencial, que es un voto fundamentalmente crítico con capacidad analítica”, analizó.
También advirtió que “el presidente (Alberto Fernández) ha profundizado su inexistencia. Se ha convertido en una figura espectral. Es muy parecido a un presidente, pero no lo es en verdad, no solamente porque no tiene autonomía en sus decisiones, sino también por un rasgo filosófico gravísimo ya que el Presidente no tiene palabra. La ausencia de palabra deshumaniza. El Presidente tiene un mecanismo de contradicción perpetua entre cosas que dice para luego negarlas o cosas que niega para luego afirmarlas. Al quitarle credibilidad a su palabra ha aumentado su volatilización personal y la inconsistencia de su investidura”.