Jefe de economía de Libertad y Progreso. Profesor Economía Internacional en Universidad del CEMA, Profesor ayudante de Análisis Económico y Financiero en la Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires,Asesor en la Secretaria de Comercio Exterior la Nación yAsesor Secretaria de Comercio de la Nación.
Mg. en Economía y Lic. en Economía Universidad del CEMA
ÁMBITO FINANCIERO Los responsables de política económica se despiertan todas las mañanas y tratan de responder la pregunta “¿Qué hago?”. La respuesta que lanzaron desde el Ministerio de Economía es el programa Precios Justos. Empecemos por las buenas noticias. La historia sobre controles de precios tiene más de 4000 años, es decir, es un tema muy estudiado por la profesión económica. Ya sabemos qué generan, cómo, cuando, donde. Ahora las malas noticias. En esos 4.000 años, nunca un proceso inflacionario fue frenado por un control de precios. ¿Precios Justos romperá con 4 milenios de historia? Permítanme dudarlo.
Si dentro de esos 4 mil años tomásemos en cuenta solo los últimos 100 años, seguramente Argentina sea el país que más ha contribuido a sumar experiencia en el tema. Los controles, o también llamados acuerdos, de precios son una constante de nuestra historia económica. Como lo es la inflación. Bajo este panorama, es preocupante que sigamos insistiendo con las mismas recetas que ya fracasaron. Veamos un ejemplo. El programa de Precios Cuidados ha estado en vigor sin interrupciones desde 2013. Ese año la inflación anual fue de 25% y la pobreza era de 26%. En 2022 la inflación cerrará por encima del 100% y la pobreza en el 40%.
Describamos brevemente el programa de Precios Justos, según lo anunciado por el Ministro Massa. El programa, que incluye a alrededor de 100 empresas y tendrá una extensión de cuatro meses (hasta el 31 de marzo), tiene dos componentes:
(i) un compromiso de congelar los precios de unos 2000 productos, y
(ii) un compromiso de que los precios de los demás productos que ofrecen estas empresas subirán como máximo 4% mensual en ese período.
Los productos que congelen sus precios acumularán un atraso en sus precios relativos de 27% respecto al promedio de la economía argentina. Bajo el supuesto, tal vez optimista, de que no se hicieron ajustes de precios al alza antes de congelarlos; si este fuera el caso, entonces simplemente se habrían adelantado algunas subas de precios. Según el Relevamiento de Expectativas del Mercado que lleva adelante el Banco Central, la inflación mensual minorista sería de 6,4% en diciembre, 6,1% en enero, 5,8% en febrero y 6,2% en marzo. Atrasar artificialmente el precio de un producto generará faltantes, como ya ocurre con los del programa Precios Cuidados. Nadie produce y vende para perder plata.
“La inflación alta y persistente es siempre y en todo lugar un fenómeno fiscal, donde el Banco Central es un cómplice monetario”. Esta frase de Thomas Sargent, premio Nobel de Economía 2011, debería estar grabada en la entrada del Ministerio de Economía. Es una forma simplificada de resumir el problema argentino.
Nuestra inflación está explicada porque el Banco Central está quebrado. Y ese quebranto tiene su origen en que el Tesoro Nacional se financió con el BCRA. Este proceso se reflejó en nuestra moneda, que perdió valor de manera persistente y acelerada. Desde el año 2005, último año en que nuestro país tuvo una inflación anual de un solo dígito, el Índice de Precios al Consumidor acumuló una suba más de 11.000%.
Y la dinámica monetaria en 2022 no fue diferente. El BCRA siguió financiando al Tesoro, ya sea directamente vía Adelantos Transitorios, de los cuales emitió $950 mil millones, o de manera indirecta para apoyar las compras de bonos públicos. Los niveles de emisión fueron especialmente altos en junio y septiembre, momentos en que el Central decidió esterilizar la explosión monetaria con emisión de deuda remunerada. Como resultado, el stock de pasivos remunerados del BCRA trepó a los $9 billones, 205% de la base monetaria.
Esto da lugar a un déficit cuasifiscal, principalmente por pagos de intereses de las Leliqs (que pagan una tasa efectiva anual de 107%), de más de $550 mil millones mensuales. En términos anuales, es casi tres veces el déficit primario del Tesoro.
¿Qué se necesita para revertir esta dinámica?
Tener un Tesoro Nacional que no gaste por encima de lo que son sus ingresos genuinos. Y tener un Banco Central independiente cuya función primaria sea la estabilidad del valor del peso. Ambos objetivos requieren de reformas profundas que, durante una transición, pueden ser complementadas con algún tipo de acuerdo de precios y salarios que permita morigerar la denominada inercia inflacionaria. Pero si el acuerdo de precios es el núcleo del plan, entonces no llegaremos a buen puerto.