Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
CATO Roberto Cachanosky considera muy difícil llegar a las elecciones generales de octubre sin una crisis inflacionaria y cambiaria.
La aceleración de la inflación en febrero generó señales de alerta. Antes de avanzar, es importante destacar que un estadio de hiperinflación no se produce a partir de determinado tasa de aumento de los precios, sino que se da cuando la gente huye del dinero cada vez más rápido y se manifiesta en remarcaciones diarias, o hasta varias veces en el día.
Cuando se produjo la hiperinflación de 1989, los años anteriores la tasa de aumento interanual del IPC del Indec se fue duplicando, pero nada hacía presagiar que a partir del 6 de febrero de 1989 todo se iba a desbarrancar tan aceleradamente.
Hay un dato actual que se asemeja mucho al entonces bautizado Plan Primavera, que fue el último intento del equipo económico de esos años para llegar a las elecciones anticipadas a mayo de 1989. En ese momento el Banco Central absorbía la casi totalidad de los depósitos que recibían los bancos, y los instrumentos que se utilizaban para inmovilizarlos en el BCRA eran varios, pero básicamente se llamaban “indisponibles” y tenían tasas de interés crecientes.
Hoy, el equivalente son las Leliq y equivalen a 2 veces la base monetaria y al 77% del total de los depósitos del sector privado; generan un déficit cuasifiscal superior al déficit fiscal primario de la Administración Central.
Como puede verse en el gráfico, las tasas de inflación anuales previas a la hiperinflación fueron duplicándose.
Cabe recordar que en 1985 se implementa el Plan Austral de estabilización de precios que posibilitó bajar en 1986 la inflación de poco más de 1.000% anual a 81,9%, pero luego empieza a duplicarse año tras año hasta que en 1989 se dispara la hiperinflación.
Considerando que el argentino mayor de 40 años está acostumbrado a sobrevivir los procesos inflacionarios y sabe cómo defenderse, no es de descartar que el proceso se pueda acelerar, y se manifieste en mayor huida del dinero. Eso no quiere decir que se avanza inevitablemente por ese camino.
Cambio de ritmo de la actividad
A este escenario complicado se le agrega la caída que se observa en el estimador mensual de actividad económica en los últimos cuatro meses de 2022, que se traducen en un aumento de la recaudación impositiva por debajo de la tasa de inflación. En febrero 2023 los ingresos tributarios aumentaron 82,3% mientras la inflación fue 102% respecto de un año antes, más allá que gravitó el menor ingreso de derechos de exportación, por liquidaciones anticipadas y la sequía.
La drástica baja esperada en el resultado de las cosechas determinará un importante faltante de dólares de exportación –se estiman en USD 20.000 millones–, para satisfacer las necesidades de los importadores de insumos para que puedan producir, excepto que el Gobierno disponga acelerar la tasa de devaluación del peso, para impulsar otras actividades exportadoras y desalentar importaciones de bienes de consumo.
En ese caso, habrá aumentos de costos en los insumos que, o se trasladan a precios o, si el mercado no absorbe esos aumentos de precios, cae la oferta.
Más cantidad de pesos que la gente no quiere volcados al mercado y menos oferta de bienes y servicios, es la tormenta perfecta para desatar un proceso inflacionario agudo, si genera un incremento notable en los tipos de cambio libres (blue, MEP o CCL) que lleve al retiro de depósitos para cubrirse contra la inflación.
Ese retiro de depósitos obligaría al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a cancelar el equivalente en Leliq emitiendo pesos que llevarían a acelerar el proceso inflacionario. Nada tan diferente a lo que ocurrió en 1989 con los depósitos indisponibles.
En definitiva, el Gobierno está en un serio problema para tratar de llegar a las elecciones generales de octubre sin una crisis inflacionaria y cambiaria. La sequía le complicó más los planes porque acentuó la falta de dólares y eso traba la actividad económica, en tanto las cuentas fiscales no cierran salvo que se licuen los gastos vía inflación. En ese caso la suba de los precios pasaría a ser un instrumento transitorio de “estabilización”, un verdadero oxímoron.
No se ve tan claro que el kirchnerismo duro vaya a tolerar un 2023 electoral sin un “plan platita” para hacer populismo y, sobre todo, tratar de sostener a los intendentes del conurbano.
No vaya a ser cosa que el ajuste vía licuación del gasto público (jubilaciones, sueldos de empleados, planes asistenciales, etc.) además de la inseguridad, le haga perder al oficialismo el bastión del conurbano donde la pobreza y el clientelismo político son sus armas predilectas para sostenerse en el poder.
En definitiva, para llegar a octubre todavía falta un largo recorrido, pero todo puede pasar en esta economía sino aparece un plan consistente de estabilización.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 21 de marzo de 2023.