Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
CATO INFOBAE Roberto Cachanosky dice que la pesificación de los bonos en dólares del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses es tan solo la última vez que se dispone de manera discrecional de los fondos de pensiones que administra el Estado.
El equipo económico dispuso la pesificación de los bonos en dólares que tiene el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, para “darle profundidad al mercado de bonos”. En primer lugar, conviene aclarar que el FGS fue creado en 2008 con los ahorros que el Estado confiscó a los que tenían ahorros en las AFJP (régimen de capitalización).
Cuando el kirchnerismo decidió terminar con el sistema de capitalización para apropiarse de recursos que necesitaba para hacer populismo, no fue que cerró el sistema de las AFJP y le devolvió a cada uno de los trabajadores que tenían sus ahorros en las AFJP dichos fondos. Directamente se los quedó. Lo cual es, más que una confiscación, un robo “legalizado” porque no había ninguna necesidad o urgencia en quedarse con los ahorros de la gente. En nombre de “solidaridad social” el Estado directamente nos metió la mano en el bolsillo sin ningún tipo de compensación.
Tomados dichos fondos, se prepararon para hacer una gran fiesta populista incorporando al sistema previsional a 3,5 millones de personas al sistema jubilatorio que no habían hecho aportes al sistema, con lo cual terminaron de pulverizar un sistema que ya venía bastante quebrado.
En rigor, los sistemas de reparto (se distribuye entre los jubilados y pensionados lo que se recauda mes a mes) están colapsados en todo el mundo, basta con ver lo que está ocurriendo en Francia en estos días con la decisión del presidente Emmanuel Macron de implementar reformas por decreto para aumentar la edad de jubilación y un año los de aporte, que pasaron de 42 a 43 años. Esto solo generó un caos en París.
Lo cierto es que, a diferencia de lo que cree mucha gente, cuando al trabajador le retienen dinero para las jubilaciones, no es porque está ahorrando para su futuro retiro de la vida laboral, esa retención en rigor es un impuesto para financiar a los que están jubilados y son pensionados. Es decir, en un sistema de reparto no hay ahorro para el uso futuro.
Muchos jubilados dicen indignados que el Estado les robó los ahorros porque aportó al sistema toda su vida y ese es su dinero. La cruda realidad es que no es su dinero. Le mintieron. Solo le cobraban un impuesto sobre su salario o sus rentas en el caso de trabajadores independientes.
Obviamente que debería haber alguna relación entre el impuesto que cada uno paga en un sistema de reparto mientras está en actividad y la jubilación que luego recibirá cuando se retire. Tal cosa ya no existe.
Pero los sistemas de reparto están en crisis en el mundo y, con las barbaridades que hizo el kirchnerismo, aún más, porque la esperanza de vida aumentó, mientras se amplió menos la edad para el retiro y los años de aportes. Gracias a Dios los jubilados viven más años, pero el stock de gente jubilada tiende a crecer y no crece a igual tasa la cantidad de personas que están en actividad.
Origen de los recursos
En un sistema de reparto, el ingreso de un jubilado depende de:
1) la cantidad de personas que están en actividad por cada jubilado;
2) el ingreso real de los que están en actividad porque su jubilación se nutre de los impuestos sobre el salario real del trabajador que paga éste y el empleador; y
3) la tasa de desocupación. Si aumenta la tasa de desocupación se deteriora la relación cantidad de aportantes/jubilados.
Según lo que se paga de impuestos sobre la nómina salarial en Argentina la relación debería ser de 4 personas en actividad que aporta al sistema por cada jubilado y pensionado.
Como puede verse, la relación se deteriora a partir de 2007 cuando, en plena campaña electoral, el kirchnerismo incorpora al sistema 1,1 millones jubilados que no habían aportado. Luego se siguió incorporando gente a través de moratorias, al punto tal que en 2022 hubo 1,8 millones de jubilados que aportaron toda su vida al sistema previsional y 3,4 millones que ingresaron por la vía de planes especiales.
En otras palabras, el costo de incorporar jubilados al sistema sin que haya aportado al Sistema Integrado Previsional Argentina recayó sobre los que aportaron. Incluso a los que aportaron y tienen ingresos más altos que la mínima le descuentan de su haber mensual para financiar a los que no aportaron. Más injusto y disparatado no podía ser el sistema que ideó el kirchnerismo en nombre de la solidaridad social.
Pero la desgracia de los jubilados no se acaba en la incorporación de 3,5 millones de beneficiarios. Además, como en un sistema de reparto el dinero que va a financiar las jubilaciones es un porcentaje de los salarios reales, al estar en franca caída por efecto de la inflación y la falta de inversiones, inevitablemente los haberes terminan siendo magros.
Agrego a esto el escaso estímulo para que los “planeros” entren al sistema formal y, de esta forma crezca la relación gente en actividad por jubilado, y se dan todas las condiciones para tener un sistema previsional que condena a la miseria a los que se retiraron de la vida laboral.
Régimen de capitalización
En otros términos, desde el punto de vista estructural el sistema de reparto por sí solo tiende a generar jubilados pobres. A esto se le agrega el explosivo que le metió el kirchnerismo al sistema al incorporar millones de personas que nunca habían aportado, con lo cual buscaron igualar a todos hacia abajo. Y, finalmente, las condiciones macroeconómicas calamitosas que hacen que los salarios reales sigan en caída.
La única opción hacia el futuro es volver a un sistema de capitalización, es decir de ahorro privado, porque está visto que los políticos solo pueden prometerle a la gente que cuando se jubilen van a ser indigentes.
El dilema es que, dado el grado de desequilibrio fiscal actual, se hace difícil imaginar la ingeniería financiera para matar al sistema de reparto y establecer un sistema de ahorro privado que asegure que la gente tenga sus ahorros para el retiro lejos de políticos populistas y confiscadores. O sea, financiar la transición es lo complicado del sistema.
De todas formas, es una reforma que Argentina va a necesitar ni bien ponga en orden sus finanzas públicas: ir a un sistema de jubilación privado donde cada uno busque la mejor forma de ahorrar para su futuro y no dejar un tema tan delicado en manos de los políticos.
Los efectos de haber dejado el sistema previsional en manos de los políticos es lo que se ve hoy: millones de jubilados indigentes, salvo pocos con retiros de privilegio.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 28 de marzo de 2023.