La revolución educativa: el cambio necesario para la Argentina

Foto Agustin Etchebarne
Director General en 

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

INFOBAE  La educación argentina se encuentra en una encrucijada. Debemos enfrentarnos a una pregunta crucial: ¿Estamos preparando a nuestros jóvenes para el futuro que les espera o estamos perpetuando un sistema que no cumple con sus necesidades?

Si esta pregunta era necesaria cuando la hacíamos hace 20 años, hoy en día se ha vuelto imperativa y vital debido a la aceleración del avance tecnológico, especialmente impulsado por la difusión de lo que llaman “Inteligencia Artificial”, que ha parecido explotar con la aparición gratuita y ubicua del ChatGPT. El pronóstico de que la robótica, junto con la IA, reemplazaría la mayoría de los trabajos aburridos y repetitivos, está comenzando a convertirse en una realidad tangible. Ahora podemos ver robots repartidores circulando por las calles de ciudades como Los Ángeles y la IA colaborando en tareas como la producción de videos, música y artículos periodísticos, así como programar juegos. Además, también está comenzando a reemplazar profesiones como agentes de viajes, operadores de callcenter, choferes, abogados y contadores.

Nuestro sistema educativo actual se creó para una época que ya no existe. Como señaló Sir Ken Robinson, la educación debe ser transformadora, nutrir las aptitudes naturales de los jóvenes y fomentar la creatividad y la imaginación. El sistema actual, en cambio, está diseñado para producir uniformidad y conformidad. Pero no todos los alumnos aprenden de la misma manera, ni todos los estudiantes se ven atraídos por los mismos temas.

Nuestro sistema educativo actual se creó para una época que ya no existe

Las neurociencias nos ofrecen un camino diferente. Sabemos que el cerebro es plástico, se puede cambiar y se puede adaptar. Los avances en este campo demuestran que cada estudiante tiene una forma única de aprender y de relacionarse con el mundo. Asimismo, la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner nos invita a considerar que hay muchas maneras de ser inteligente, más allá de las habilidades lingüísticas y matemáticas tradicionalmente valoradas en la escuela.

Podemos combinar estas ideas con la pedagogía de María Montessori que enfatiza la autonomía, la elección, y la interacción con el entorno para aprender. Montessori nos recuerda que los niños son curiosos por naturaleza y que, si les damos las herramientas adecuadas, pueden llegar a ser aprendices autónomos y apasionados. Si a esto le sumamos el experimento de Sugata Mitra“Hole in the Wall”, que demostró que los niños pueden aprender por sí mismos y unos de otros cuando tienen acceso a internet; podemos concluir que la educación autodirigida es no sólo posible, sino también poderosa. Esta es una idea revolucionaria que podríamos incorporar al sistema educativo.

La AI facilitará este proceso que implica que cada alumno cree su propio currículo acompañado por un tutor que lo apoye y lo estimule.

La resistencia al cambio puede vencerse con el sistema de vouchers educativos, donde los fondos siguen al estudiante en lugar de asignarse a las institucione

Sin embargo, estos enfoques progresistas chocan con la persistencia de un adoctrinamiento ideológico, promovido en gran medida por la pedagogía de Paulo Freire. En lugar de liberar a los jóvenes, la educación se convierte en una herramienta de victimización. Los estudiantes son vistos como objetos pasivos y oprimidos que necesitan ser “concientizados” por sus maestros, en lugar de sujetos activos de su propio aprendizaje.

Es hora de romper con este paradigma y abrazar una revolución educativa basada en la diversidad de ofertas educativas. Deberíamos permitir a los jóvenes elegir su camino de desarrollo y proporcionarles las herramientas necesarias para ingresar al mundo de los adultos con el potencial no solo de ganarse la vida, sino también de disfrutarla.

La resistencia al cambio puede vencerse con el sistema de vouchers educativos, donde los fondos siguen al estudiante en lugar de asignarse a las instituciones. Esto permitiría una mayor diversidad de opciones y fomentaría la competencia y la innovación entre las escuelas.

La educación es una aventura personal, un viaje único que cada individuo debería tener el derecho de trazar por sí mismo. Necesitamos crear un sistema que ofrezca a cada estudiante la oportunidad de descubrir y nutrir sus propios intereses y pasiones.

En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, los jóvenes necesitan capacidades diversas, creativas y adaptables

Debemos dejar de ver la educación como un proceso estandarizado y homogéneo. No podemos seguir ignorando los múltiples intereses de los jóvenes y su innata curiosidad. Nuestra responsabilidad es crear un entorno que alimente esta curiosidad y que les brinde la oportunidad de aprender y crecer de acuerdo con sus propios términos.

Las tecnologías digitales pueden jugar un papel importante en esta transformación. El aprendizaje en línea y los recursos educativos abiertos pueden proporcionar acceso a una variedad casi ilimitada de conocimientos y habilidades, permitiendo a cada estudiante seguir su propio camino.

La transformación de nuestro sistema educativo es también una necesidad económica. En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, los jóvenes necesitan capacidades diversas, creativas y adaptables, ser capaces de pensar críticamente, de resolver problemas complejos, de colaborar y de adaptarse a nuevas situaciones y desafíos.

En este sentido, la revolución educativa debe ser un esfuerzo conjunto de toda la sociedad. Los padres, los educadores, los políticos y los empresarios deben trabajar juntos para crear un sistema que permita a todos los jóvenes alcanzar su máximo potencial.

Necesitamos crear un sistema que ofrezca a cada estudiante la oportunidad de descubrir y nutrir sus propios intereses y pasiones

Finalmente, debemos recordar que la educación no es sólo una cuestión de adquirir conocimientos y habilidades. Como destacó Maria Montessori, la educación es también una cuestión de formación del carácter. Deberíamos educar a nuestros jóvenes no sólo para que sean trabajadores competentes, sino también ciudadanos responsables y personas de bien.

La educación es el motor de nuestro desarrollo económico y social. Es el camino para multiplicar las oportunidades de cada persona y de la sociedad en su conjunto.

La revolución educativa que proponemos no será fácil. Requiere un cambio de mentalidad y un compromiso a largo plazo. Pero es un desafío que debemos asumir. Porque, como decía Nelson Mandela, “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.

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