Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
INFOBAE En el salón principal de mi Academia Nacional de Ciencias Económicas preside un enorme retrato de Manuel Belgrano haciendo honor a sus conocimientos, referencias y explicaciones de la economía y los consecuentes mercados abiertos.
Belgrano estudió derecho en Salamanca y Valladolid pero como dice en sus memorias le interesó mucho más la investigación sobre temas económicos por lo que frecuentó a pensadores como Jovellanos y Campomanes en tierras españolas y adentrarse en autores como James Mill (el padre de John Stuart) y detenidamente a los textos de los fisiócratas en sus críticas a la escuela mercantilista-estatista, con especial dedicación a François Quesnay a Pierre-Paul Le Mercier de La Rivière .
Hay dos fuentes principales para estas conclusiones, en primer lugar los Escritos Económicos de Manuel Belgrano de Editorial Raigal y en segundo término Las ideas económicas de Manuel Belgrano de Luis Roque Gondra, editado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Belgrano insistió en sus ideas de librecambio en el Consulado y en la Primera Junta. Entre nosotros se celebra “el día del economista” el 21 de septiembre debido a que ese día de 1794 esta insigne personalidad fue designada Secretario del Consulado. Fundó y alentó varias publicaciones al efecto de difundir los principios del comercio libre. En esta nota periodística hacemos un resumen comentado algunas de sus ideas y abrimos nuestro análisis telegráfico con palabras de Belgrano.
Este coloso del librecambio escribió (reproducido en sus escritos mencionados): “Dejémonos de cuentos, no hay fiel ejecutor ni tasa mejor que la concurrencia [hoy denominada competencia]: esta es la que nivela y arregla los precios entre el comprador y el vendedor; ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar, y éste se liga precisamente a la necesidad que tengamos de ella, a los medios de satisfacer esta inclinación, a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia; con lo que no hay otro camino que seguir para asegurar al público en el buen surtimiento de los frutos del consumo que dejar a la libertad y la concurrencia que tasen y nivelen los precios por sí mismas”.
En este pasaje hay dos elementos esencialísimos de la ciencia económica. Por una parte su formidable descripción (y anticipación) de la teoría subjetiva del valor, incluso antes de su formulación completa de la utilidad marginal en 1871 por Carl Menger a contracorriente de las establecidas como la teoría del valor trabajo tan elaboradas por neoclásicos y marxistas al mostrar que en definitiva las cosas no valen porque se las trabaja sino que se las trabaja porque valen.
También es indispensable apuntar su concepto de la competencia (concurrencia) como bastión del progreso en el que cada uno persiguiendo su interés personal de mejorar se ve obligado a mejorar la condición social de su prójimo vendiendo bienes y servicios que estos reclaman. En ese contexto cada cual intenta superar la calidad y precio de su competidor. El que mejor satisface las necesidades de sus congéneres obtiene beneficios y el que no da en la tecla incurre en quebrantos. Ese es el tronco central de la competencia donde cada cual usa y dispone de lo propio como base para el progreso.
Veamos ahora algunos de los puntos que enfatiza en el espacio que permite una nota de estas características a los efectos de ilustrar las preocupaciones y ocupaciones de Belgrano, además de tantas otras tareas extraordinarias.
Primero y como corolario de lo anterior su referencia a la trascendencia de los precios como indicadores para asignar recursos y los graves problemas que se generan cuando el gobierno pretende intervenir en ese delicado mecanismo de información diseminada en la economía.
Segundo, que “el hombre solo trabaja en aquellos ramos de que concibe puede sacar utilidad” mostrando como los beneficios operan en estrecho correlato con las demandas de la gente, a menos que se trate de privilegiados los cuales son combatidos en varios de los textos de nuestro autor. Como contrapartida también constituye una guía las pérdidas que contribuyen a alejar a los competidores de ese reglón.
Tercero, “El comercio en su sentido general debe entenderse, una comunicación recíproca” con lo cual también Belgrano se adelante a muy posteriores contribuciones sobre comunicación fraccionada y extendida que permite el sistema de precios consecuencia del comercio entre partes cada una en el spot realizando sus tareas específicas que en conjunto crean y conducen a un proceso que conduce al progreso de todos.
Cuarto, en materia monetaria fue un firme defensor del patrón oro y plata “como signo común” y cómo se deterioran las transacciones cuando los gobiernos se apartan de esas guías al incurrir en inflaciones y reducciones en el poder adquisitivo.
Quinto, su explicación de los beneficios de la división del trabajo y la cooperación social que sigue con ejemplos muy didácticos sobre la agricultura y la industria .
Sexto, señala las grandes ventajas del intercambio libre internacional para las partes involucradas sin restricciones aduaneras con lo que refuta las tesis colonialistas de la época, un tema en el que también refiere con ejemplos de librecambio y restricciones con las ventajas de lo primero y las desventajas de lo segundo en su época, escribe que “él concurre al mismo fin que el comercio interior”.
Séptimo, remarca la importancia de la seguridad que debe garantizar el gobierno para hacer posible la previsibilidad y atraer inversiones locales y del extranjero, “toda operación en el comercio de un Estado contraria a estos principios es una operación destructiva del mismo comercio”.
Octavo, es un precursor de los adelantos tecnológicos como apoyo logístico invalorable al trabajo: “El trabajo de los hombres consiste en suplirlo por el de las máquinas y de los animales, cuando es posible hacerlo con menos gasto”. Muestra que los equipos permiten liberar trabajo para dedicarlo a otras necesidades.
Y noveno, al solo efecto de subrayar que Belgrano estaba años luz de toda manifestación nacionalista destaca que “los ingleses, es decir el pueblo más sabio en el comercio” a lo que aconsejaba varios libros de ese origen donde se exponen los beneficios de la libertad puesto que en su momento Inglaterra era el ejemplo de librecomercio y de respeto a la propiedad como institución fundamental de la sociedad libre.
Belgrano era partidario de establecer una monarquía constitucional. Luego de la declaración de independencia de las Provincias Unidas en Sud América de “toda dominación extranjera” el 9 de julio de 1816, como responsable del ejército del norte propuso que fuera rey un integrante de la tradición inca con sede en Cuzco lo cual, entre otros, suscribieron San Martín y Güemes. No se imaginó lo que más adelante Alberdi definiera como gobiernos patrios separados de la colonia española pero sujetos al colonialismo de los propios gobiernos, lo cual condujo a caudillismos, proyectos de constituciones unitarias y rosismos. Para mayor confusión recordemos que en esa época los unitarios eran federales y los federales unitarios (como de un tiempo a esta parte nuestros gobernantes alardean de federalismo pero son férreos partidarios del unitarismo). En nuestra historia aquellos vaivenes tuvieron lugar hasta que operó la verdadera independencia el primero de mayo de 1853 con la jura de la Constitución liberal que permitió un progreso moral y material que convirtió al flamante país en la admiración y el aplauso del mundo civilizado mostrando indicadores solo comparables a los Estados Unidos. Todo hasta lo iniciado por Yrigoyen (“el pérfido traidor de mi sobrino” al decir del gran liberal Leandro N. Alem), llevado al extremo por el golpe fascista del 30 y muchísimo peor aún a partir de la revolución militar del 43 en la que se adoptó el estatismo empobrecedor de siempre del que aún no nos hemos podido librar.
Cerramos este resumen acotado con reflexiones del eximio historiador doctor Enrique de Gandia quien fuera mi amigo y colega en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires: “Belgrano fue el economista más sabio. Su grandeza espiritual ha ofuscado la comprensión de muchos de sus biógrafos. El afán de convertir al hombre en estatua ha ido más lejos que el de penetrar en sus sentimientos y en la crítica de sus ideas. Las ideas políticas de Manuel Belgrano, como la mayoría de las ideas de los próceres argentinos, son mal conocidas en su exacto desenvolvimiento. Los anacronismos, en cuestiones de ideas, son tan frecuentes que lo más común, en cualquier obra histórica, es atribuir a un personaje, en una determinada época, los pensamientos que tuvo en una época muy anterior o muy posterior. Estos defectos se deben a la costumbre de repetir tradiciones sin base o afirmaciones de historiadores que han escrito en unos años en que la historia de las ideas ni siquiera se concebía. Los sectarismos políticos o religiosos, por otra parte, han hecho difícil el estudio de las verdaderas ideas que han animado a los grandes hombres de nuestra Patria. Muchas escuelas historiográficas no vacilan en tergiversar la verdad para no confesar que el liberalismo político, económico y religioso ha sido el verdadero autor de nuestra independencia […] Belgrano se compenetró hondamente de las teorías del liberalismo económico. ´Al concluir mi carrera por los años de 1793 -escribe- las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la secretaría del Consulado de Buenos Aires, erigido en tiempo del ministro Gordoqui, sin que hubiese hecho la más mínima gestión para ello; y el oficial de secretaría que manejaba estos asuntos aún me pidió que le indicase individuos que tuvieran estos conocimientos para emplearlos en las demás corporaciones de esa clase, que se erigían en diferentes plazas de comercio de América´. Hemos de aclarar, con palabras del mismo Belgrano, que Gordoqui era un ministro ilustrado que había residido en los Estados Unidos de la América del Norte”.
En otros términos, se han pretendido ocultar los conocimientos de Belgrano en materia económica y su liberalismo expresado muchas veces en soledad para limitarse a describir sus faenas militares que aunque muy meritorias no deben empañar sus ideas clave sobre la sociedad libre y las consiguientes libertades individuales. Una faceta poco difundida pero medular en la vida de este libertador de mentes cerradas. Su notable desempeño en las batallas que liberó con hidalguía eran para reafirmar su visión liberal enfrentada a la autoritaria y la bandera que enarboló fue símbolo de esos valores que suscribía con insistencia desde su temprana juventud, todo lo cual se esconde por patrioteros vociferantes y estatistas retrógrados que desconocen la historia argentina y, como escribe el citado Enrique de Gandia, la pretenden sustituir por bronces anodinos.