La educación pos-pandemia: ¡Cuánta razón tenía Ron Paul!

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

CLARÍN En agosto de 2020, el ex representante Republicano, Ron Paul, publicó una interesante nota motivada por una multitudinaria marcha en Berlín en contra de las restricciones impuestas en virtud del COVID.

En sus palabras: “El hecho es que los europeos se están dando cuenta que las cuarentenas hicieron poco o nada para protegerlos del virus, al tiempo que causaron una catástrofe económica y un sufrimiento humano incalculable”, a lo cual agregó que: “probablemente miraron a su alrededor y se dieron cuenta que Suecia, la cual nunca cerró su economía, no tuvo peores resultados que los países que se han convertido en prisiones al aire libre. No me extraña que la gente empiece a enojarse. Pero lo peor de todo es que están observando como el gobierno de Leviatán arrebata hasta el último pedacito de libertad”.

Es claro que Suecia eligió un camino alternativo, optando por el ejercicio de la libertad con responsabilidad, en desmedro de Estados que adoptaron características propias de un moderno Leviatán. Qué mejor ejemplo de ello que el que dio la Argentina.

Hoy es posible afirmar, ¡cuánta razón tenía Ron Paul!

Veamos lo hechos. Recordemos, por ejemplo, cuando a principios de mayo de 2020 el presidente Alberto Fernández utilizó las medidas adoptadas por Suecia frente a la pandemia, como el contraejemplo de lo que se debía hacer: “Cuando a mí me dicen que siga el ejemplo de Suecia, la verdad lo que veo es que Suecia, con 10 millones de habitantes, cuenta 3.175 muertos por el virus. Es menos de la cuarta parte de lo que la Argentina tiene. Es decir que lo que me están proponiendo, es qué de seguir el ejemplo de Suecia, tendríamos 13 mil muertos”. No hace falta aclarar que la evidencia demostró una realidad diametralmente opuesta.

Sin embargo, se podría argüir que el total de muertes es un indicador inexacto, en virtud que muchas de ellas, atribuidas a otras causas, constituyeron efectos secundarios del COVID y fueron reportadas por cada país en forma distinta.

Por dicha razón, un indicador más confiable consiste en tomar el número total de muertes por cualquier causa durante la pandemia y compararlo con el total de muertes, durante un período similar, de años anteriores, de esa forma es posible obtener un indicador considerablemente más preciso de la verdadera cifra de fallecimientos en virtud del COVID, que los datos reportados por los diversos países,

Una reciente nota de Johan Norberg, del CATO Institute, titulada: “Suecia durante la pandemia. ¿Paria o Parangón?” provee contundente evidencia al respecto. Cuando se calcula el exceso de muertes durante los tres años pandémicos, 2020-2022, en comparación con los tres años anteriores, la tasa de exceso de mortalidad de Suecia fue un 4,4% más alta que durante los tres años anteriores; menos de la mitad del nivel europeo promedio del 11,1%.

Más aún, la misma constituye, sorprendentemente, la tasa de exceso de mortalidad más baja durante la pandemia de los 31 países europeos considerados, incluidos Noruega, Dinamarca y Finlandia.

¡Cuánta razón tenía Ron Paul! Es claro que la libertad salvó vidas.

Toda restricción a la libertad genera costos que van mucho más allá de lo económico. Pensemos sino en Suecia, donde los niños y jóvenes menores de 16 años no perdieron días de clase y comparémoslo con la pérdida de aprendizaje en los países donde a los niños no se les permitió concurrir a la escuela durante meses y, en algunos casos, como preferimos no recordar, durante años.

Al respecto, un estudio publicado pocos meses atrás en Nature Human Behaviour reporta que, en promedio, los estudiantes perdieron más de un tercio del aprendizaje de un año escolar normal.

Lo más preocupante es que, como era de esperar, el cierre de las escuelas afectó más fuertemente a las familias más desfavorecidas económicamente, ya que no pudieron adaptarse a la virtualidad de la manera en que lo hicieron las familias socioeconómicamente aventajadas.

En contraste, los estudiantes suecos no aparentan haber sufrido pérdida de aprendizaje durante la pandemia, según lo describe un estudio publicado en el International Journal of Educational Research (2022), el cual examinó la decodificación de palabras y la comprensión lectora; es más, los niños de bajos niveles socioeconómicos no se vieron especialmente afectados.

Cuando el mundo perdió la razón, cuando se optó por no evaluar los costos futuros de las políticas adoptadas para enfrentar el COVID, nuestro país no fue la excepción, sino tristemente, todo lo contrario. Dentro de pocos meses, en diciembre próximo, se harán públicos los resultados de las evaluaciones PISA 2022, los cuales, me atrevo a predecir, constituirán evidencia fiel de lo aquí descripto.

En ese entonces será tiempo de afirmar, nuevamente, ¡cuánta razón tenía Ron Paul!

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