Nuevo panorama electoral para el 19 de noviembre

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

LA NACIÓN  Todo cambió a partir del 22 de octubre. Ahora se trata de la libertad frente al espíritu autoritario. Esto último debido al atropello de derechos constitucionales, como la propiedad, en un contexto de endeudamiento astronómico, una maraña impositiva sin precedente, una inflación galopante, un enjambre cambiario de una densidad colosal, una marcada inclinación a asociarse con gobiernos criminales, una cerrazón absoluta al comercio internacional, una legislación laboral que atenta contra el trabajo, un manejo de la pauta oficial descarado que aplasta la libertad de prensa, un unitarismo que avasalla la concepción federal y equivalentes. Todo lo cual redunda en mayor pobreza, precarización y carestía insoportable, responsabilidad del actual equipo gobernante que no ha hecho más que acentuar en grado exponencial los males que veníamos padeciendo desde hace la friolera de ochenta años.

Frente a este desbarajuste peligroso están Javier Milei y La Libertad Avanza, que han expuesto un detallado plan de gobierno que apunta a reconstituir valores alberdianos desde la perspectiva moral, institucional, ambiental, monetaria, impositiva, laboral y de comercio exterior. En esta línea argumental Milei ha propuesto incluir el 19 a todos los que son partidarios de la libertad, lo cual ha aceptado con grandeza una parte considerable de otro espacio de la oposición.

Muchos incapaces de refutar sus propuestas se han dedicado a hacer cuestiones personales, lo cual incluye temas temperamentales que no hacen a los valores que sustenta el candidato. Dicho sea al pasar, a Alberdi se lo cuestionaba por mal carácter, especialmente a raíz de los adjetivos subidos de tono a que recurrió, por ejemplo, en sus libros Grandes y pequeños hombres del Plata, Cartas Quillotanas y La república argentina 37 años después de la Revolución de Mayo, lo cual no es para justificar malos modos, sino para poner en contexto el tema.

Por otra parte, hay quienes levantan dedos acusadores confundiendo campos, siendo partícipes activos de lo mismo que acusan. Lo relevante consiste en hacer un zoom sobre los valores que propone Milei y percatarse de que buena parte de los rechazos se deben a una escasa comprensión de lo que significa una sociedad libre donde cada uno debe poder hacer lo que estima pertinente sin lesionar derechos del vecino. De allí mi definición de liberalismo tan citada por Javier: “El liberalismo es el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros”, lo cual no quiere decir que adherimos a los proyectos de vida del vecino, más aún, nos pueden resultar repugnantes, pero, como queda dicho, si no se invaden derechos no puede recurrirse a la fuerza, la cual solo puede utilizarse con carácter defensivo. En este plano destaco que la expresión “tolerancia” no me atrae especialmente, puesto que arrastra cierto tufillo inquisitorial de perdonar errores ajenos desde una posición privilegiada, ya que los derechos no se toleran, se respetan. Como decía Einstein, “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos” y la forma de operar en una sociedad civilizada consiste en el respeto recíproco formado por la vida, la libertad y la propiedad, el resto es responsabilidad de cada cual. Bajo mi computadora tengo un enorme letrero que pertenece al lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, es decir no hay palabras finales. Como nos ha enseñado Karl Popper, el conocimiento tiene la característica de la corroboración provisoria, abierto a refutaciones. Esto en nada va en línea con el relativismo epistemológico, que no solo es incoherente con esa misma postura, puesto que sería relativa, sino que las verdades son correlatos entre el juicio y la cosa juzgada; los hechos y sucesos son independientemente de las opiniones, el asunto trata de los esfuerzos por incorporar conocimientos, para lo cual es indispensable la libertad de expresión.

No pocos son los que provienen de tradiciones muy distintas de la liberal y a los que todavía les quedan cicatrices, por lo que a esta altura aún no pueden digerir píldoras demasiado grandes de libertad. Pongo a título de ilustración la muy consistente posición de Javier Milei respecto de la banca central. Por más que su directorio esté integrado por las personas más competentes y honestas del planeta, estarán inexorablemente embretadas entre tres caminos posibles: a qué tasa emitir, a qué tasa contraer o dejar inalterada la masa monetaria. En cualquiera de las tres vías se estarán alterando los precios relativos y, como es sabido, los precios son los únicos indicadores en el mercado para saber qué es rentable y qué no lo es, a los efectos de aprovechar los siempre escasos recursos; lo contrario remite al despilfarro, con lo que se contraen salarios e ingresos en términos reales. Y si se pretende un banco central independiente, tal como han dicho los premios Nobel en Economía, Milton Friedman, Friedrich Hayek y Gary Becker, los banqueros centrales se equivocarán independientemente mientras tengan las facultades de la llamada autoridad monetaria. No hay salida posible. Es cierto que hay bancas centrales que estafan menos que otras, pero desde que el Banco de Inglaterra abandonó el oro, todas las bancas centrales han deteriorado sus signos monetarios, por más que en sus cartas orgánicas se estipule lo contrario.

Y si por la vía del contrafáctico se dijera que algún banco central tiene la bola de cristal y procede como hubiera procedido la gente en libertad, no tiene sentido su existencia para hacer lo mismo que hubiera hecho la gente con ahorro de honorarios. Por otra parte, para saber el activo monetario que prefiere la gente debe dejársela actuar. Tampoco tiene asidero suscribir la falacia ad populum, es decir, si nadie lo hace está mal y si todos lo hacen está bien, con lo que no hubiéramos pasado de las cuevas, el taparrabos y el garrote, ya que el arco y la flecha era algo novedoso. Hay diversas propuestas para finalmente lograr la competencia de monedas –lo cual resumí en otra nota en este mismo medio–, muchas de las cuales son compatibles entre sí, pero, reiteramos, la meta final es la libre elección del dinero. Como han escrito Friedman y Hayek respectivamente: “La moneda es un asunto demasiado importante como para dejarla en manos de banqueros centrales” y “hemos demorado doscientos años en darlos cuenta del error y el horror de vincular la religión al poder político, no esperemos otros doscientos años en percatarnos del error y horror de atar la moneda al poder político”.

Por último, en esta línea argumental se adiciona otro problema grave que no puede eludirse en este breve comentario sobre la situación argentina, y es la lamentable postura del actual papa, contraria a la mejor tradición cristiana, sobre lo cual también he escrito detalladamente varias veces en este periódico, que puede resumirse en la consulta que le formuló al Pontífice Eugenio Scalfari, director de La Reppublica, en Roma, el 11 de noviembre de 2016, sobre las imputaciones que se le hacen de ser comunista, a lo que respondió: “Mi respuesta siempre ha sido que en todo caso son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

En resumen, frente a este nuevo panorama electoral, es menester que los partidarios de los valores republicanos apoyen las notables propuestas del nuevo equipo que enfatiza ideas que hace décadas no escuchábamos en el nivel político.

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