Reforma del Estado – Pon tu dinero donde están tus palabras

Foto de Martin Krause

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.

CLARÍN Toda reforma del Estado tiene impacto en el empleo público. Cuando éste se reduzca, habrá situaciones desagradables para quienes sufran las consecuencias, si bien tendrán una indemnización como ocurre cuando se termina cualquier empleo, para atravesar ese período necesario para encontrar otro.

La pérdida de empleos ocurre en todo momento en un mundo cambiante. La clave es que la creación supere su reducción o al menos la iguale para minimizar las consecuencias sociales. Es necesario un proceso de reforma que libere la creación de empleos de las trabas y elevados costos que la impiden. Éste es el verdadero drama que enfrentan quienes tienen el riesgo de perderlo.

Los empleados públicos, sin embargo, tienen estabilidad, tal vez una conquista para ellos, pero una derrota para todos los demás, incluyendo a todos los pobres.

¿Cuál es el sentido de la estabilidad? ¿Por qué no tienen estabilidad un kiosquero o un verdulero? Originalmente la razón era conformar una estructura burocrática neutra, estable en el tiempo, que permita el funcionamiento del Estado sin caer en los vaivenes de la política y sin tener que empezar de nuevo cada vez que llega un gobierno. Tiene cierto sentido.

Hay un número de funcionarios y empleados de carrera a disposición de los políticos que lleguen a hacerse cargo de la dirección. Esa idea en Argentina ha funcionado de otra manera: llega un gobierno y nombra una cierta cantidad de funcionarios y empleados y luego llega el siguiente, los mantiene y nombra los propios. La burocracia estatal crece, y se frena o tal vez pueda levemente revertirse cuando son más los que se jubilan que los que ingresan. La estabilidad se transforma de una garantía de neutralidad en un premio a la no neutralidad, a la lealtad al político de turno que logró el nombramiento.

Hay quien entrega su mejor esfuerzo por una cuestión de valores personales, porque cree que es su deber, pero no hay ningún otro incentivo. Aquellos que se desempeñan en el mercado tienen uno muy fuerte: las ganancias y las pérdidas: una fuerte motivación a ser eficientes porque pueden obtener más ganancias y también para evitar las pérdidas. Son la zanahoria y el garrote que hace caminar al burro.

Los políticos también tienen incentivos bastante fuertes ya que, si no cumplen su papel medianamente bien, los votantes los cambiarán por otros. Hay un grado de competencia en el mercado político donde los que participan se juegan su capital “político” en lugar de su capital monetario (y a veces también éste). La intensidad de esa presión depende de la configuración del sistema político: cuanto más competitivo más intensa será.

En síntesis, los que trabajan o emprenden en el mercado responden a alguien (sus clientes), los políticos en parte también (los votantes). ¿A quién responden los funcionarios y empleados? A su conciencia, a su voluntad de servir, a la supervisión de los superiores (los políticos).

Estas limitaciones son las que justifican que esa estructura burocrática sea lo más pequeña posible y que tenga fuertes límites a su expansión por parte de los políticos de turno (concursos, etc). Y esa definición depende a su vez de la que define la esfera de las acciones del Estado. ¿Debe el Estado tener actividades y funciones que se obtienen normalmente en el mercado? Medios de comunicación, agencias de noticias, aerolíneas, correos, talleres navales, laboratorios. ¿Es necesario tener la Casa Patria Grande Presidente Néstor Carlos Kirchner?

¿O el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena cuando ya existe todo un Ministerio de Agricultura? ¿Es necesario que el Estado tenga una empresa Vehículo Espacial de Nueva Generación S. A. cuando una empresa privada e innovadora como Satellogic terminó yéndose del país?

¿Tiene que haber una Comisión Nacional de Coordinación del Programa de Promoción del Microcrédito para el Desarrollo de la Economía Social cuando la política monetaria destruye la moneda y el crédito y existe la Fundación Grameen Argentina, que lleva adelante las ideas de Muhammad Yunus, el gran impulsor del microcrédito en todo el mundo?

Algunos ejemplos en una lista casi interminable. Y todo eso se paga con el esfuerzo de los que producen, ya que los fondos no salen de otro lado. Todos aquellos que entienden que se trata de tareas imprescindibles tienen una opción: financiarlas con dinero propio o aportes voluntarios que puedan obtener. Nadie objetaría eso ni sería una carga para los demás. Como dice ese viejo refrán norteamericano: pon tu dinero donde están tus palabras.

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