CATO Axel Kaiser indica que contrario a lo que suelen afirmar los anticapitalistas de todos los colores, la desigualdad global se ha venido disminuyendo conforme la economía mundial se liberalizó durante las últimas cuatro décadas.
La irrupción de Javier Milei en Argentina ha vuelto a resucitar el interés global por la libertad como el único camino para alcanzar el progreso de las naciones. Sus reformas promercado son de las más radicales que se hayan visto en alguna democracia en la época de posguerra y, sin duda, tendrán éxito si las condiciones políticas lo acompañan.
Milei, contra todo lo que predijeron sus críticos de derecha a izquierda, bastante acostumbrados a no acertar en nada a estas alturas, está dictando cátedra al mundo. Si continúa en esa senda desbancará a profetas anticapitalistas de todas las corrientes. Uno de ellos, algo pasado de moda, fue Thomas Piketty quien, en su libro Capital in the XXI Century, sostuvo básicamente que el capitalismo tiene una tendencia a incrementar el retorno sobre el capital a un ritmo mayor de lo que crece la economía. Como consecuencia, afirmó, los capitalistas ven aumentar su porción de la torta de riqueza, mientras los trabajadores quedan cada vez más rezagados y marginados. Esta idea la resumió en su famosa ecuación r > g, donde “r” es el retorno sobre el capital y “g” el crecimiento económico.
Además, según Piketty, los ricos dejan en herencia el capital a sus hijos, por lo que se crean verdaderas dinastías que no necesitan trabajar porque, al haber heredado, su patrimonio se incrementa solo. En su momento, este profeta fue considerado el referente máximo de la izquierda chilena obsesionada con enterrar el “neoliberalismo” a toda costa. No les importó, por supuesto, que incluso analizando los gráficos que presentaba Piketty se llegara a la conclusión contraria a la que él planteaba. En el caso de la gráfica referente a Inglaterra, por ejemplo, la realidad es que con el paso del tiempo la participación de los trabajadores sobre el producto nacional creció sostenidamente y la de los capitalistas bajó.
Según Xavier Sala-i-Martín, “la fracción que se quedaban los trabajadores en 1770 ha tenido una tendencia al alza”. Así, esta era del 65%, bajando hasta 57% en 1850, para luego subir hasta el 80% en 1920, manteniéndose ahí hasta 1970. Desde entonces, ha bajado algo, cayendo al 73%. Sala-i-Martín concluye que “la tendencia a lo largo de los siglos es clara: los trabajadores aumentan y los capitalistas bajan”.
De la misma manera, cuando se habla de distribución de riqueza en lugar de ingresos, se observa que, en Francia, por ejemplo, en 1810 el 10% más rico tenía el 80% de la riqueza y que en 1910 esa proporción subió a 90%. Pero a partir de ahí cayó sostenidamente hasta alcanzar el 60% en 1970, luego de que Francia se beneficiara de una serie de reformas liberales de posguerra. Desde 1970 a la fecha se ha mantenido en un nivel similar. En el caso del 1% más rico, este tenía el 60% de la riqueza en 1910 y apenas 25% en 2010, después de un siglo de capitalismo. En Gran Bretaña, Suecia, Estados Unidos, Japón y todos los países analizados por Piketty la tendencia es exactamente la misma: la desigualdad ha disminuido en vez de aumentar.
Ahora bien, es cierto que en las últimas décadas la tendencia se revirtió levemente. Sin embargo, según Sala-i-Martín, “si uno mira la evolución de la economía mundial, especialmente durante las cuatro últimas décadas, uno se da cuenta de que las tasas de pobreza se han reducido como nunca antes lo habían hecho, las desigualdades globales son cada vez menores, los indicadores de educación, mortalidad, esperanza de vida, salud, libertad y democracia mejoran en casi todos los rincones del planeta”.
¿Se puede esperar que Mario Marcel y la izquierda entiendan todo esto? No. La razón es que su ideología es una fe ciega a la evidencia e indolente al sufrimiento ajeno. No les importa sumir a la gente en la miseria, destrozar la creación de empleo o arruinar millones de vidas por falta de oportunidades. Su proyecto de poder basado en un igualitarismo primitivo, al que ellos no se someten, por cierto, es todo lo que los mueve. Detestan el capitalismo porque aborrecen la libertad de los individuos que son menos dependientes del poder político en sistemas de mercado. Por eso, siempre estarán del lado de la destrucción, del anticapitalismo y encontrarán nuevos profetas que den credibilidad a sus ideas. No les faltarán los Mazzucato, Stiglitz o Piketty que se presten para el juego. Para ellos es muy lucrativo apoyar a socialistas que les pagan bien por venir a validar sus recetas fracasadas.
De nosotros depende no solo evitar que continúen implementándose, sino desatar en Chile una revolución libertaria en la línea de lo que ha hecho Milei en Argentina. Es eso o la decadencia sin fin.
Este artículo fue publicado originalmente en El Mercurio (Chile) el 23 de diciembre de 2023.