Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
El mayor referente del liberalismo en el país afirma que, en gran medida, la sociedad sabe que hay que atravesar el mal trago para dejar la crisis atrás
LA NACIÓN: A los 83 años, Alberto Benegas Lynch (h) siente que su arduo peregrinar por el sendero de las ideas ha dado, al fin, sus frutos. Javier Milei ingresó a la Casa Rosada recitando, como un credo, una de sus máximas: “El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”.
El máximo exponente del liberalismo argentino de las últimas décadas celebró como un hito el triunfo de Milei, al que por momentos alude como “Javier” y en otras como “Presidente”. Pero sabe, también, que los desafíos son muchos y los riesgos, sustanciales. “Vamos a sufrir, pero no hay más remedio que pasar esto”, dice durante la entrevista con LA NACION. “La paciencia de la gente tiene un límite; por eso se está haciendo todo muy rápido”.
Doctor en Economía y en Ciencias de Dirección, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fundador y profesor emérito del Eseade, autor de decenas de libros, conferencista y tanto más, Benegas Lynch (h) se erigió durante los últimos años en fuente de consulta de Milei, con quien dice mantener ciertas diferencias, que son lógicas y “bienvenidas” entre los liberales. Lo importante, remarca, es que el Gobierno avanza en la dirección correcta y con “coraje” para sobrellevar la transición entre lo que dejamos atrás y lo que podemos ser. “Hay que pasar”, dice, “por este mal trago”.
Desde una charla que dio en 1968 en la Bolsa de Comercio, en la que lo insultaron en rechazo a sus ideas, hasta el gobierno liberal actual, han pasado más de 50 años. ¿Imaginó alguna vez que llegaría este momento? “Cuando llegué de estudiar afuera, me ofrecieron ser asesor económico de la Bolsa y me sugirieron dar una conferencia –cuenta–. La alegría se convirtió muy rápido en alarma porque se referían a mi madre con epítetos nada alentadores mientras yo elaboraba el concepto de privatización de los teléfonos… Sí, ha sido un largo peregrinar”.
Benegas Lynch fue muy crítico de otras gestiones que pudieron ser liberales, como la de Martínez de Hoz durante la dictadura. Y no vislumbró que la oportunidad llegaría de la mano de Milei. “A Javier lo conocí cuando me invitó a un almuerzo en La Biela, en la Recoleta -rememora–. Me llamó la atención su capacidad analítica, su seriedad y su honestidad intelectual. A partir de ahí nos mantuvimos en comunicación y un momento clave fue, antes del Covid, cuando mantuve un mano a mano con Javier en el Aula Magna de la Universidad de Belgrano, donde 1200 jóvenes habían ocupado todos los asientos y hubo que habilitar tres aulas más con pantallas. Lo que más me impresionó de aquel encuentro no fue la cantidad de gente, sino el tipo de preguntas que se plantearon, porque mostraban que atrás había mucha biblioteca, estudio, reflexión. El público de Javier no se compara ni remotamente, por ejemplo, con el de la UCeDe, que era como una explosión de entusiasmo, mientras que la campaña de Javier ha sido una secuencia de clases de Economía, marcos institucionales y aspectos morales. Pero no me imaginé algo así y creo que muy poca gente se imaginó la diferencia de casi 12 puntos que sacó en estas elecciones”.
–¿Milei es un referente o encarna un síntoma de la sociedad tras la pandemia y lo que vivimos durante los últimos años?
–Javier es un referente, como también hay otros, por supuesto. Pero esa frase que él ha repetido muchas veces, que él no ha venido a guiar corderos sino a despertar leones, describe lo que él quiere hacer: quiere devolver las libertades que han sido subyugadas durante tanto tiempo. Usted aludió antes a la dictadura y a mis críticas a distintos aspectos de esa gestión, cuyo balance puede resumirse en los actos criminales que cometieron. En ese sentido, creo que el único golpe de Estado exitoso que hubo en la Argentina fue el de Urquiza contra Rosas y ahí podemos trazar un paralelo con los desafíos que afronta Javier. Alberdi sostuvo que se apoyaba en tres principios para las ideas de la libertad: derogar, derogar y derogar. Esto es, justamente, lo que está proponiendo ahora el Presidente a través de distintos instrumentos jurídicos.
–Resta ver, sin embargo, si esos instrumentos son los adecuados; la Cámara Laboral le impuso un primer freno…
–Podemos dividir el tema en dos capítulos: el conceptual y el procesal. En el conceptual, durante muchísimo tiempo nos hemos dejado embaucar con el lenguaje de las “conquistas sociales” que, en realidad, perjudican enormemente a los más necesitados. En una sociedad libre, donde hay contratos y acuerdos libres y voluntarios entre las partes, no hay nunca, bajo ningún concepto, desempleo, que es una tragedia y un drama. Podrán decirme que puede que no haya desempleo, pero sí salarios de hambre, y ahí viene otra cuestión: ¿de qué depende el salario? No pasa por establecer un salario mínimo, algo voluntarista, sino de las tasas de capitalización, o sea de los equipos, herramientas, instalaciones, conocimientos que sirven de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento, que dependen a su vez de contar con los marcos institucionales correctos. Y eso es lo que no hemos tenido durante los últimos 80 años.
–Planteó dos ejes de análisis ante el fallo de la Cámara Laboral…
–Sí, porque en el capítulo procesal, como han señalado varios juristas, el fiscal que intervino en el expediente y la jueza que votó en minoría, la competencia para dirimir esta discusión es el fuero Contencioso Administrativo, donde espero que se rectifique la decisión.
–Si usted tiene razón y Milei impulsa las decisiones correctas, ¿qué riesgos y desafíos avizora? ¿Puede, por ejemplo, dispararse el desempleo, la pobreza u otras variables durante la transición hacia esa situación “ideal” y carcomer el respaldo ciudadano al Gobierno?
–Es posible, sí, porque la paciencia de la gente tiene un límite; por eso se está haciendo todo muy rápido. Recordemos que Milei se ha encontrado con embrollos mucho más profundos de los que nos imaginábamos. Se trata de un proceso muy delicado, con precios que han estado pisados. ¡Desde Hammurabi que lidiamos con los precios máximos y todavía no nos dimos cuenta que no funcionan!
–¿Y entonces?
–Hay que moverse con pies de plomo, con cuidado, pero con rapidez. En ese sentido, creo que los asesoramientos que recibe Milei son de muy buena calidad y creo que van a alcanzar el objetivo, más allá de que siempre surgen problemas, aspectos que no se habían calculado, como también hay algunas cosas en las que podemos no coincidir con Javier. Pero debemos alejar el zoom y ver cuál es la dirección y el balance, que están bien. Javier es una persona desinteresada en el poder, que solo quiere que se implanten estas ideas. Eso no quiere decir que yo coincida con todas las cosas que dice el Presidente, ni que el Presidente coincida con todas las cosas que yo digo. Los liberales no somos una manada y detestamos el pensamiento único, de manera que bienvenidos los intercambios de ideas.
–¿Por ejemplo, sobre el cierre o permanencia del Banco Central?
–En el área monetaria, espero que el objetivo final sea la liquidación del Banco Central y que se produzca lo antes que se pueda porque los banqueros centrales, por más inspirados, competentes y honestos que sean, están limitados a tres opciones: emitir, contraer la masa monetaria o dejarla igual. Cualquiera de las tres altera los precios relativos.
–¿No hay ningún banquero central que haya resultado útil ante una crisis? Pienso en Ben Bernanke, en 2008, o en su antecesor en la Fed, Alan Greenspan. En ciertos casos, los bancos centrales pueden contribuir a paliar las crisis…
–A pesar de la gente que menciona, especialmente Alan Greenspan, a quien conocí personalmente y le tuve un gran aprecio, creo que los bancos centrales son cuestionables. Señala usted la crisis de 2008: creo que resultó una manifestación de una inmensa inmoralidad, porque la gente que no tuvo capacidad de lobby tuvo que financiar a empresarios incompetentes o deshonestos. Eso son los salvatajes. Además, desde que el Banco Central de Inglaterra abandonó el oro en el siglo XVI, todos los bancos centrales tienen la misión de preservar el valor de la unidad monetaria, ¿no? Bueno, pues ningún banco central en la historia de la humanidad ha hecho semejante cosa. Como decía Milton Friedman, el dinero es un asunto demasiado importante para dejarlo en manos de banqueros centrales.
–¿Cómo vivió el fallido ingreso de Emilio Ocampo al Banco Central?
–Emilio es muy amigo mío, es un señor, y no conozco los detalles, pero sé que Javier tiene varias etapas en mente, no ha perdido de vista la posibilidad de cerrar el Banco Central y que la gente elija la moneda que desee, pero se ha encontrado, como le decía, con algo de tal gravedad que han tenido que lidiar con una serie de cosas e improvisar otras para aliviar las tensiones y los problemas, lo cual me lleva a lo que hablamos antes sobre los desafíos durante la transición. Afortunadamente, Javier expuso que los precios estaban pisados, mostró la realidad y anunció lo que iba a hacer. Ahora estamos en ese proceso de ordenamiento de cosas que parecían casi gratuitas, pero que no lo eran. Hay que pasar por este mal trago, pero otra de las grandes virtudes que yo le veo al equipo y al Presidente es su coraje para enfrentar estas cuestiones.
–¿Teme que Milei recorra el sendero de ascenso fulgurante y rápido ocaso que registró “Beppe” Grillo en Italia con el Movimiento 5 Estrellas?
–No tengo tan presente los detalles de “Beppe” Grillo, pero lo que veo en las encuestas es que los argentinos tienden a decir, por supuesto sin generalizar, que saben que vamos a sufrir, pero que no hay más remedio que pasar por esto para tener una situación realista y retomar los valores republicanos.
–¿Refleja eso un logro de la “batalla cultural” que pregonó Milei?
–¡Claro! No se le escapa a nadie, creo, que Javier ha corrido el eje del debate incluso en otros políticos. Fíjese que los archivos, siempre indiscretos, muestran que estaban en una posición completamente distinta a la que tienen ahora, que hablan de reducir el gasto público. Y algo más, importantísimo: se habla del desorden presupuestario, que tiene consecuencias devastadoras en el campo monetario, pero déjeme subrayar que Cuba, hoy, no tiene déficit fiscal y Stalin tampoco tuvo déficit fiscal durante varios períodos. ¿Por qué? Porque se puede succionar el 100% de los recursos de la gente y tener así un presupuesto equilibrado, aunque evidentemente esa no es la solución. Entonces, el tema es el volumen del gasto público, al que ha apuntado este Gobierno con el DNU y el proyecto de ley. Yo celebro que haya gente como Federico Sturzenegger en el Gobierno.
–Si tuviera que recomendar un libro como introducción a las ideas liberales, ¿cuál sería?
-Si fuera uno solo, diría La ley, del economista decimonónico Frédéric Bastiat. Muestra cómo puede darse un robo legal a través de la legislación y aborda temas institucionales, morales y económicos en un libro muy corto y de fácil lectura. Y si tuviera que recomendar otros dos, diría La economía en una lección, de Henry Hazlitt, que aborda la columna vertebral de la economía con ejemplos muy sencillos y, aunque resulte autorreferencial, Estados Unidos contra Estados Unidos, dada mi preocupación ante lo que ocurre en el país que todavía es baluarte del mundo libre, pero donde se observa un fuerte contraste entre los valores extraordinarios de los Padres Fundadores y el declive actual, con niveles elevados de gasto público y deuda, ciertos síntomas de xenofobia y el posible retorno de Donald Trump al poder. Me preocupa el futuro del Partido Republicano y el decaimiento del federalismo. Allí, como en la Argentina, debemos volver al genuino federalismo.
–¿En qué sentido?
–En nuestro país, son las provincias las que han constituido la Nación y son las provincias, por tanto, las que deberían coparticipar fondos al Gobierno central al solo fin de solventar los servicios de Justicia federal, Relaciones Exteriores y Defensa. El resto debería ser responsabilidad de las provincias, compitiendo entre sí para que la gente no se mude a otra jurisdicción y para atraer inversiones. Pero, lamentablemente, a partir de la revolución fascista de 1930 se deterioró por completo la participación y el federalismo, hasta llegar a un gobierno unitario que maneja las provincias con el látigo y la billetera.
–¿Esa libre competencia no llevaría el crecimiento desmedido de ciertas provincias en desmedro de otras menos favorecidas?
–Ese es un tema interesantísimo. A menudo se plantea qué hacer con provincias “inviables”, como podría ser Santiago del Estero o la que fuera. Pero debemos entender que la viabilidad de una provincia o de un país depende de lo que tengamos de las cejas para arriba, de nuestra estructura neuronal y de los marcos institucionales. Miremos a Japón, un cascote donde solo el 20% es habitable, y miremos a África, el continente con más recursos naturales del planeta, pero donde la gente se muere de hambre. El tema es si cada provincia adopta medidas en línea con la Constitución de 1853, que hizo de la Argentina la admiración del mundo. Tenemos que volver a hacer lo que pudimos hacer una vez y podemos repetir. Es un tema de educación y los liberales debemos pensar qué otros límites al poder hay que establecer para que la democracia no se convierta en cleptocracia: un gobierno de los ladrones de sueños de vida, de libertades y de propiedades.
–¿Hay alguna pregunta que no le planteé y desee abordar?
–Ortega y Gasset insistía en que todos debemos contribuir a la sociedad civilizada y yo le planteo a mis alumnos que antes de acostarnos debemos preguntarnos qué hicimos hoy para que nos respeten. Si la respuesta es nada, entonces no tenemos derecho al pataleo. Recuerde que Thomas Jefferson decía que el costo de la libertad es su eterna vigilancia. Cada uno tiene que actuar desde su lugar, sin creer que la responsabilidad es de otro.