Carta abierta a los fanáticos de siempre

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

INFOBAE En estas reflexiones telegráficas me refiero a los que operan a ciegas en materia de la religión católica, aquellos que no usan la bendición del raciocinio y el consecuente libre albedrío y todo lo aceptan sin chistar como meros robots. Si por ellos fuera todavía estaríamos con los Borgia.

Esta aseveración no hace más que reiterar su honestidad intelectual al proclamar la necesidad que el aparato estatal se apropie de recursos de unos para entregarlos graciosamente a otros en el contexto de la llamada justicia social. Esta última expresión solo tiene dos acepciones: o constituye una redundancia grotesca ya que la justicia no es vegetal, mineral o animal o en su empleo habitual que significa que el monopolio de la fuerza les arranca a unos su propiedad para regalar a otros el fruto del trabajo ajeno.

Es que el bienestar de la gente no puede establecerse por decreto ni es consecuencia del volutarismo, los salarios e ingresos en términos reales con inexorable consecuencia de las tasas de capitalización, esto es, maquinarias, herramientas, instalaciones y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico para aumentar sus rendimientos. Esa es la diferencia entre los ingresos en Alemania respecto a los de Uganda, son marcos institucionales que en la medida en que respetan derechos en un contexto civilizado a contramano de las recetas papales de hoy que han sido una y otra vez probadas con la inevitable consecuencia de la pobreza y la marginalidad. No se trata tampoco de recursos naturales, véase el caso de Japón que es un cascote del que solo es habitable en veinte por ciento, préstese atención a Suiza Singapur que no cuentan con recursos naturales, mientras que el continente africano reúne los mayores recursos naturales del planeta y la mayor parte de su gente fenece por hambrunas e infecciones varias el climas estatistas, es decir, impuestos insoportables, inflaciones galopantes, endeudamientos colosales, legislaciones laborales contra el trabajo y regulaciones asfixiantes para redistribuciones que imponen los megalómanos de siempre. Por su parte, las extraordinarias recetas liberales estimulan a los genuinos empresarios que al acertar en los gustos y preferencias de la gente obtienen ganancias y si yerran incurren en quebrantos a diferencia de los pseduoempresarios que explotan miserablemente a todos con sus alianzas hediondas con el poder de turno para obtener privilegios a contracorriente del mercado abierto.

Estas diatribas -diplomacias aparte- vienen en línea con otros de los postulados del Papa Francisco. En otras circunstancias me he referido en detalle a sus documentos y a sus declaraciones en Cuba, Paraguay, Perú, Brasil y Chile pero en esta ocasión me circunscribo a tres manifestaciones. Declaró en entrevista de Eugenio Scalfari –director de La Reppublica- al Papa Francisco, publicada el 11 de noviembre de 2016 en el mencionado diario, donde el periodista le preguntó qué opinaba que en muchas ocasiones se lo acuse de comunista a lo que respondió: “Mi respuesta siempre ha sido que en todo caso son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

En su mensaje a la OIT -reproducido en YouTube desde el Vaticano- afirmó que “siempre junto al derecho de propiedad privada está el más importante anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y por tanto el derecho de todos a su uso. Al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario que depende de ese derecho primario que es el destino universal de los bienes.” A nadie se le escapa que con este peculiar silogismo la propiedad privada queda sin efecto e irrumpe lo que en ciencia política se conoce como la tragedia de los comunes, es decir, lo que es de todos no es de nadie, lo cual perjudica muy especialmente a los más vulnerables debido a la extensión de la pobreza que significa el derroche de los siempre escasos recursos.

Como he apuntado antes, el sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología- en uno de sus libros titulado El marxismo en la teología consigna que: “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido. Desgraciadamente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensado ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.

En este contexto es pertinente reiterar que en la Encíclica Rerum Novarum se lee : “Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es este afán, y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma, grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad en la fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad; porque necesitan para su gobierno la vida común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la fortuna de cada uno”.

Pio XI ha señalado en Quadragesimo Anno que “Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero” y Juan Pablo II ha aclarado bien el significado del capitalismo especialmente en la sección 42 de Centesimus Annus.

En este cuadro de situación es importante siempre tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Cuando pronuncié la conferencia inaugural en el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) el 30 de junio de 1998 en Tegucigalpa expresé que si se piensa que la pobreza material -y no la evangélica de espíritu- es una virtud debería condenarse la caridad puesto que mejora la condición del receptor y si se estima que los pobres materiales están salvados los sacerdotes debieran dedicarse solo a los ricos.

Como una nota al pie sostengo que el Estado Vaticano consolidado por Mussolini vía el Tratado de Letrán es a contracorriente de aquello de “mi reino no es de este mundo”, para no decir nada de su banco…¿no era según este Papa que “el dinero es el estiércol del diablo”?

Celebro que muchos no se resignan a lo que sucede en parte del seno de nuestra Iglesia. No uso improperios en público pues si todos subimos la marca convertimos el entorno en una cloaca, pero en este caso hago una excepción con los fanáticos y les digo con énfasis: jódanse.

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