Un premio Nóbel de Economía habló de cuál sería la mejor inversión en Capital Humano

LA NACIÓN Sin hacer mención directa a la coyuntura argentina, el distinguido economista James Heckman resaltó la importancia de la inversión en primera infancia para fomentar el ascenso social.

En los primeros días posteriores a la crisis que sacudió al Ministerio de Capital Humano, un evento liberal reunió a economistas que defendieron el concepto de “capital humano”, aunque “marcaron la cancha” sobre cómo debería invertir sus recursos esta área de Gobierno. El economista ganador del premio Nobel en 2000, James Heckman, habló de la importancia de la primera infancia y el desarrollo de capacidades que no se enseñan en las escuelas para fomentar la movilidad ascendente social.

Sin referirse directamente a esta situación, Heckman inició su presentación en el evento organizado por la fundación Libertad y Progreso con una observación suya: “Todavía hay muchas desigualdades”. En consecuencia, destinó los minutos de su exposición en explicar de qué manera, “no marxista”, se debería estimular el progreso de quienes padecen los peores indicadores demográficos.

El reconocido economista de la Universidad de Chicago citó el principio de Pareto: “El 20% de la población concentra el 80% de los problemas”. Heckman identificó a la primera infancia como la piedra fundamental para desatar ese nudo gordiano. Incluso, calificó como “cimiento principal” la inversión destinada al segmento etario compuesto por los menores de cinco años.

De esta manera, el premio Nobel de 2000 sedujo a la audiencia para convencerla sobre la importancia de la inversión en esta área con la ganancia que podría generar. De hecho, cuantificó que puede tener un retorno de hasta el 10% a lo largo de la vida de las personas. Para eso, profundizó sobre la relevancia del desarrollo de capacidades que no son las tradicionales, como las competencias medidas por las pruebas PISA en los colegios, a los que describió como carentes de dinamismo y desperdiciadores de capital humano. Habló de adquirir nuevas capacidades a partir de las habilidades tradicionales. De este modo se refería a la motivación por ser mejores, la curiosidad, la voluntad de trabajo, entre otras. “Esto es importante para la movilidad social”, argumentó.

Entonces, citó varios estudios académicos, pero al que más tiempo le dedicó fue al proyecto preescolar Perry. En él, se comparó a dos grupos de jóvenes: uno que recibió los beneficios de inversión en su primera infancia y el otro no. Según resumió la Organización de Estados Americanos (OEA), “los investigadores evaluaron a los niños de ambos grupos anualmente desde las edades de 3 a 11 años, de 14-15, de 19 y a los 27 años”.

Al final del estudio, es decir cuando los jóvenes llegaron a los 27 años, los resultados arrojaron que los beneficiados con la inversión en su primera infancia alcanzaron niveles superiores de educación, salarios más altos, compraron más viviendas, sufrieron menos arrestos y recibieron menos servicios sociales.

Además, Heckman agregó que estos resultados pueden obtenerse independientemente de las características de los padres, como por ejemplo nivel educativo alcanzado, aunque enfatizó sobre la importancia de un hogar donde las familias fomenten el progreso. De esta manera, según su visión, se podría romper correlaciones generacionales negativas e impulsar la ascendencia social.

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