Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
PERFIL El pasado jueves 13 de junio, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó una nueva Ley de Mecenazgo Cultural, la cual contempla cambios que facilitarán el financiamiento del sector privado para impulsar proyectos artísticos y culturales en la ciudad.
Ahora, las empresas que aporten a estos proyectos podrán deducir como mínimo el 80% del Impuesto sobre los Ingresos Brutos (II.BB.), aportando solo el 20% en forma genuina, mientras que en la ley en vigencia las deducciones impositivas para estas empresas iban disminuyendo según la cantidad de proyectos anteriores aprobados, empezando en el 80% y bajando hasta el 50%.
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Es más, desde 2025, las empresas sólo iban a poder deducir el 50% sobre los ingresos brutos, lo que hacía difícil que muchos proyectos se realizaran por falta de fondos.
Por otra parte, la nueva ley establece que las empresas podrán imputar hasta el 20% de lo que aportan al II.BB., con excepción de los grandes contribuyentes que podrán imputar hasta el 10%. Finalmente, se podrán postular más proyectos, ya que la nueva ley amplía la posibilidad de presentar hasta tres proyectos, de los cuales se podrán aprobar dos.
En palabras de la ministra de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Gabriela Ricardes: “La Ley de Mecenazgo es un verdadero puente que conecta miles de proyectos culturales con los recursos económicos necesarios para su desarrollo, y que permite que las empresas contribuyan a potenciar la escena cultural. Estas modificaciones aprobadas hoy por la Legislatura son un paso clave para fortalecer ese vínculo de lo público y privado que tanto enfatiza Jorge Macri”.
Es claro que tiene razón, la nueva Ley de Mecenazgo Cultural dará un fuerte impulso a la actividad en la Ciudad, al incentivar la participación privada en el financiamiento de los mismos.
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Sin embargo, como vengo sosteniendo en diversas columnas que he publicado desde 2016, dada la crisis educativa que vive nuestro país, de la cual no escapa la Ciudad de Buenos Aires, es inaceptable la existencia de una Ley de Mecenazgo Cultural de no existir una ley similar de Mecenazgo Educativo.
Como muestra basta un botón. Como señala una nota de Perfil, el miércoles 29 de mayo el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hizo público un “programa de reforma educativa que impulsa cambios en la enseñanza y en el aprendizaje”.
Estos cambios se motivan en los resultados de las pruebas Progresiones 2023 y Aprender 2022, en los cuales, pese que los alumnos de la CABA superan claramente a los del resto del país, sólo el 29% llega al último año de secundaria con los aprendizajes esperados.
Frente a esta realidad, ¿Cómo justificar la existencia de una Ley de Mecenazgo Cultural sin la correspondiente Ley de Mecenazgo Educativo, dirigido a aquellos niños que menos tienen y más lo necesitan? ¿Por qué no generar incentivos fiscales que faciliten el funcionamiento de escuelas privadas de excelencia, en los barrios más carenciados de la ciudad?
En Uruguay existe una legislación de dichas características. La misma permite el funcionamiento de escuelas como el liceo de la Iglesia Católica Jubilar y el liceo laico Impulso. Ambos, centros educativos gratuitos de gestión privada en Casavalle, uno de los barrios más pobres de Montevideo, que se financian con aportes de empresas o particulares, no reciben ninguna subvención del Estado y brindan educación secundaria a adolescentes que viven por debajo de la línea de pobreza, alcanzando rendimientos académicos comparables con las mejores escuelas del país.
Hay que ‘hackear’ la educación tradicional
Si hacemos siempre lo mismo, no es posible esperar resultados distintos. Por ello, es hora de terminar con el tabú que impide llevar a cabo proyectos de mecenazgo educativo ¿Qué mejor forma de propiciar una mayor igualdad de oportunidades para aquellos niños que menos tienen y más lo necesitan?
No cuestiono los beneficios de la Ley de Mecenazgo Cultural, tan sólo recuerdo que existen fines múltiples y de distinta importancia. Toda expresión artística merece el mayor apoyo, pero si el costo de oportunidad de una Ley de Mecenazgo Cultural consiste en la imposibilidad de considerar una ley similar de Mecenazgo Educativo mi opinión es clara. Fines múltiples y de distinta importancia. Dejar de otorgar mejores posibilidades para los niños que menos tienen y más lo necesitan es un costo demasiado alto.
Por supuesto, si ambas leyes son factibles conjuntamente mucho mejor. Pero si la restricción presupuestaria permite al gobierno de la Ciudad inclinarse por solamente una de ellas, se está tomando la decisión equivocada. No debería existir una Ley de Mecenazgo Cultural, debería existir una Ley de Mecenazgo Educativo.