Durante el evento organizado en conjunto con @catoinstitutevideo, Felipe expuso sobre los grandes cambios que acontecen a nivel internacional, la posición de la Argentina en ese contexto, y como se puede actuar en el mismo.
Transcripción:
Buenas tardes. Quiero agradecerle a la “Fundación Libertad y Progreso” por su invitación. Aprovecharé esta oportunidad para hacer algunas reflexiones sobre la situación internacional de la Argentina, lo que está pasando en el mundo, la ebullición, los grandes cambios que están ocurriendo y qué tenemos que hacer o más bien, qué es lo que podemos hacer.
En primer lugar, con respecto a la situación de Argentina, quisiera darles algunos datos que podrán parecerles poco simpáticos y hasta un poco deprimentes, pero que son importantes y sobre todo, muy consistentes con lo que ha explicado el profesor Douglas Irwin durante su exposición.
Observemos cuatro datos importantes de la inserción de Argentina en el mundo. En primero lugar, si tomamos el coeficiente de apertura, (importaciones más exportaciones, dividido 2, dividido PBI) nos da como resultado un 13%. Estamos entre los 10 países más cerrados del mundo.
En segundo lugar, analicemos nuestra participación en el comercio internacional. En el año 1950 nuestra economía participaba del 2.5% de la economía mundial en términos de comercio. En la actualidad es del 0.25%, es decir que es 10 veces menos. En otras palabras, la declinación no solamente ha sido muy grande sino que también ha durado en el tiempo. Si bien es cierto que ha sucedido en forma gradual, ha sido muy dramática.
Tercer punto: si miramos el patrón de comercio, veremos que está sumamente concentrado en pocos productos, en pocos destinos y en muy pocas empresas. El 70% de nuestras exportaciones son productos agrícolas o agroalimentarios. Después tenemos algunas otras cosas, pero lo fundamental es eso. Si miramos el número de empresas, tan sólo 40 grandes empresas explican el 66% de nuestras exportaciones.
Y ese número no es de estos últimos dos años, es de los últimos 35 o 40 años. Tampoco son números positivos en términos de inversión extranjera directa. Típicamente, Argentina recibía inversiones extranjeras del orden del 2% del PBI. Este número cayó en los últimos 20 años al 0.5%. Recibimos menos inversión extranjera directa que Perú, Chile, Colombia ó que muchos otros países.
Casi toda la inversión directa que hemos tenido en los últimos años, salvo algunas excepciones para el litio y las energías no renovables y algunas excepciones en la agricultura o en lo agroalimentario, han sido fundamentalmente reinversión de utilidades.
Así que tenemos un panorama, yo diría, muy negativo, que viene de muy largo plazo. Ahora, ¿por qué nos pasa lo que nos pasa? ¿Por qué puedo darles estos números y nadie está shockeado? Porque existen estos números desde hace mucho tiempo.
Están los que dicen que el mundo nos discrimina. Déjenme decirles que el mundo discrimina a todo el mundo. Están los que dicen que los empresarios argentinos son incapaces de exportar. Eso obviamente no es cierto. Otros dicen que no tenemos acuerdos comerciales internacionales relevantes y que, porque no podemos exportar con un acuerdo de libre comercio a Europa o a los Estados Unidos o a Japón, no podemos participar del comercio mundial. Mentiras. Si firmáramos acuerdos de libre comercio con los principales países del mundo hoy, nuestra situación, la que yo he descrito no cambiaría en lo fundamental.
¿Cuál es el problema de fondo? Una mala macroeconomía, una macroeconomía que no funciona. La primera condición para poder insertarse en el mundo es que la economía funcione domésticamente. Y como muy bien lo explicó el profesor Irwin, y además no es un tema ajeno, la inflación permanente, los déficits fiscales desorbitantes, el gasto público en exceso y que produce niveles de imposición muy altos, los controles de cambio, las crisis recurrentes financieras, el incumplimientos de los contratos, de la deuda externa y de los demás contratos. Todo eso ha creado una enfermedad argentina, un malestar argentino que ha hecho que Argentina esté prácticamente aislada del mundo y que lo que hace y lo que tiene es muy poco y lo tiene de la misma forma desde hace 40 años sin cambios.
Ahora, ¿qué podemos hacer? Lo primero que tenemos que hacer obviamente es ordenar nuestra macroeconomía. Sin un reordenamiento profundo de nuestra macroeconomía, sin estabilidad, sin equilibrios fiscales, con menor gasto público, con un Estado mejor organizado, con un sistema monetario estable, sin ninguna de esas reformas importantes que están ahora en discusión, más una desregulación para eliminar privilegios innecesarios, las posibilidades de que Argentina se inserte en el mundo productivamente son nulas. Vamos a seguir como estamos y empeorando todo el tiempo un poquito más, como lo hemos hecho en los últimos 40 años.
Ahora, el segundo tema importante no es solamente reconocer el origen de nuestros males, que no está en la discriminación ni en la falta de acuerdos internacionales. Está fundamentalmente en la inestabilidad de nuestras políticas macroeconómicas y la inestabilidad de nuestro sistema político y defectuosa organización económica.
Ahora, ¿qué hacemos? Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestros problemas y ordenar la macroeconomía, desregular la organización económica, hacer las reformas estructurales, hacer lo que ya estamos discutiendo y que se quiere y se pretende hacer. Lo segundo es entender a dónde va el mundo. Y el mundo está conociendo cambios muy profundos en los últimos 5 o 10 años.
La globalización que ustedes conocen y que representó un éxito tan fabuloso, donde hubo ganadores y perdedores, la Argentina fue sin lugar a dudas un perdedor. Otros países fueron ganadores: Israel, Chile, Turquía, muchos países de Europa occidental y oriental y del Sudeste Asiático. Pero nosotros fuimos un perdedor. Pero ese mundo de la globalización posterior a 1947 y sobre todo posterior a la caída del muro de Berlín, se está derrumbando.
El mundo está cambiando muy profundamente como resultado de una nueva variable que es la geopolítica. La geopolítica está cruzando adversamente la globalización. Lo que era una globalización basada en eficiencia económica, en asignación de recursos basados en el cálculo económico, está siendo afectada muy profundamente por la competencia geopolítica que se está dando en la actualidad entre China, los Estados Unidos y sus respectivos aliados.
Competencia que se da en varios campos, pero sobre todo en el campo económico. Creo que todos están al tanto de que el gobierno del señor Trump puso aranceles muy altos a las importaciones chinas. Se establecieron restricciones tecnológicas muy severas, prohibiendo la exportación de nuevas tecnologías en semiconductores, en telecomunicaciones, en defensa y se restringió la introducción de compañías chinas en los Estados Unidos. En otras palabras, que tanto en el campo del comercio como en el campo de la tecnología se están estableciendo barreras.
Lo sorpresivo de los últimos 10 años no es el surgimiento de China, sino el nacionalismo de los Estados Unidos. Es mucho más impactante porque eran los dueños del circo: fueron los que promovieron la globalización en los últimos 40 o 50 años. Ellos lideraron el proceso de globalización y ahora se han dado vuelta. Han decidido que las condiciones geopolíticas de rivalidad con China son suficientemente importantes como para tener que cambiar su “aproach” económico y han comenzado en cierta forma a imponer un clima nacionalista y proteccionista en muchas de las actividades de la economía mundial que tenemos que tomar en cuenta si queremos integrarnos al mundo.
Ahora, ¿cuáles son las condiciones de lo que ha sucedido en los Estados Unidos? Primero, ustedes ya saben que Trump puso aranceles y restricciones tecnológicas al comercio con China. Segundo, el señor Biden endureció esas condiciones reforzando no sólo los aranceles sino también las restricciones a las transferencias tecnológicas. Además de eso, realizó un gigantesco programa de política industrial. Los tres programas que los Estados Unidos han lanzado con Biden: el “Inflation Reduction Act”, el “CHIPS Act” y el “Infrastructure Act”, que juntos suman casi un trillón de dólares, son programas de desarrollo industrial, de política industrial, completamente contradictorios con las reglas de los OMC y las multilaterales de los últimos 70 años.
En otras palabras, hemos entrado en un mundo en el cual los principales jugadores, sobre todos los Estados Unidos, pero también Europa y China (que siempre fue una potencia mercantilista) están jugando un juego muy diferente al que practicaron durante los últimos 40 años. Y eso tiene obviamente consecuencias muy importantes para nosotros porque nosotros queremos abrirnos, integrarnos al mundo y dejar atrás las cosas que yo mencioné con respecto al cierre de la economía argentina. Pero lo vamos a tener que hacer en un contexto político, tecnológico, económico y comercial muy diferente al que existió en los últimos 60 años. Lo que no pudimos hacer cuando era fácil lo vamos a tener que hacer ahora cuando es difícil. Ahora, ¿es malo eso? No, no necesariamente. Recordemos el siglo XIX argentino.
El gran éxito de Argentina entre 1850 y 1930 se hizo en un mundo en el cual no existía ni el GATT, ni la OMC, ni el Banco Mundial, ni el Fondo Monetario. Había esferas de influencia. Estaba la zona Libra Esterlina, estaba la zona del Franco, los alemanes tenían su propia zona de influencia en el centro de Europa, los norteamericanos en el Caribe y en Centroamérica. Eran las llamadas “esferas de influencia”, que es exactamente lo que está pasando ahora. Y a pesar de eso, Argentina encontró el ángulo y la forma de desarrollar y sacarle provecho a la globalización, exportar, atraer inversiones, atraer inmigrantes y tener un éxito formidable.
Ahora, ¿cómo lo hicimos? Bueno, primero teníamos políticas macroeconómicas relativamente razonables, que es el primer problema que ya mencioné, que nos ha postrado derante los últimos 60 años. Sin políticas macroeconómicas razonables, las posibilidades de insertarse en el mundo son absolutamente insignificantes. Entonces, asumamos por un momento que tenemos éxito, que podemos realmente restablecer un orden macroeconómico que sea sustentable y que sea duradero y que podemos desregular la economía, reformar la economía, volver a darle un dinamismo y una capacidad de inversión dinámica al sector privado. Supongamos que somos capaces de conseguirlo a través de las reformas que se están implementando y esperemos alcancen el éxito.
A pesar de eso, nos encontramos con un mundo muy diferente al de los últimos 70 años en el campo internacional. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Cómo lo hicimos en el siglo XIX? Bueno, en el siglo XIX Argentina firmó más de 20 acuerdos bilaterales.
El primero fue con Gran Bretaña en 1822. El segundo fue con los Estados Unidos en 1823. Después firmamos otros con Dinamarca, con Suiza, con Japón, con el Estado Prusiano…
Para 1870, ya habíamos firmado 20 acuerdos bilaterales ¿y cómo se llamaban esos acuerdos? se llamaban “Acuerdos de Navegación, de Amistad, y de Comercio”. Y eran acuerdos que fundamentalmente fijaban las condiciones de comercio y de amistad y de inversión, de movimiento de personas, etc. Dos países, el firmante por un lado y nosotros por el otro, que además incluían dos cláusulas muy importantes: el trato nacional y la cláusula de la nación más favorecida.
¿Qué era el trato nacional? Si por ejemplo firmábamos un acuerdo con los dinamarqueses y tres años antes habíamos firmado un acuerdo con los holandeses, le ofrecíamos primero a los dinamarqueses la posibilidad de que sus compañías y las personas que vinieran a instalarse a Argentina o a invertir a la Argentina tuvieran el mismo trato que los argentinos. Y en segundo lugar, a través de la nación más favorecida, les asegurábamos que lo que le habíamos dado a Holanda o a cualquier otro país con el que hubiéramos firmado un tratado, se lo extendíamos a ellos también.
Y esa fue la base de nuestro éxito entre los años 1850 y 1930: sin instituciones multilaterales, con un mundo de esferas de influencia, de conflictos geopolíticos de primera magnitud, en medio de una guerra mundial, etc. En otras palabras, si bien el mundo era mucho más difícil en aquella época, fuimos capaces de identificar los productos en los cuales teníamos ventajas, la necesidad de negociar, de abrirnos y de participar de la economía mundial. No como lo imaginábamos, sino como era.
Ahora, ¿qué hacer en el corto plazo? Bueno, obviamente una de las cosas que hay que hacer es facilitar que los sectores que tienen un gran potencial de crecimiento comercial y económico y de inversión, como son la agricultura, las industrias alimentarias, la minería, la energía, se les facilite, se les abra el camino para poder avanzar y para que el sector privado pueda invertir sin restricciones o por lo menos con la menor cantidad de restricciones posibles como para que puedan crecer. Habiendo hecho eso y habiendo primero asegurado una macroeconomía sólida, estable y duradera, van a surgir muchos otros sectores dinámicos.
Los empresarios argentinos, no dudemos, van a encontrar muchas otras cosas para exportar o para importar, para invertir. Y muchas personas y muchas compañías en el mundo se van a interesar en la Argentina si les ofrecemos un marco adecuado para su inversión y para su actividad. En ese sentido, por más que el mundo esté cambiando en una dirección que no es la más favorable para nuestros intereses. Yo creo que no hay razón para preocuparse o considerar que no tenemos una gran posibilidad si decidimos abrirnos al mundo y de participar de él. La condición es que primero, nos adaptemos en términos de la política macroeconómica interna, de las reformas de regulación, privatización. En segundo lugar, otorgarle un rol privilegiado al sector privado. Tercero, reconocer que el mundo va a ser diferente, que las negociaciones van a ser diferentes, que no va a haber grandes acuerdos de libre comercio, sino que va a haber acuerdos bilaterales sobre el litio, sobre el cobre, sobre la seguridad alimentaria con los países que tienen inseguridad alimentaria, etc. Vamos a tener una multitud de acuerdos sectoriales y bilaterales que nos van a permitir abrir nuestra economía y participar de la economía mundial.
El otro tema que queda pendiente es el tema del Mercosur. El Mercosur tiene dos características. Primero, el comercio intramercosur es muy modesto. Todo el comercio intramercosur como porcentaje del comercio de los cuatro países miembros representa solamente el 15% del comercio total. El equivalente en el NAFTA es del 37% y en la Unión Europea del 63%.
La segunda característica es que Brasil y Argentina han sido muy proteccionistas. Tienen una serie de limitaciones muy importantes con respecto al comportamiento internacional y Brasil no ha estado dispuesto (y Argentina lo ha seguido) a realizar negociaciones internacionales que permitan abrir la economía y negociar con otros países. Entonces el Mercosur como plataforma de negociación ha sido prácticamente inútil.
El comercio intrarregional ha sido muy limitado y tiene que reformarse. ¿Cuáles son los caminos de esta posible reforma? Hay dos caminos. Uno es la propuesta del Ministro Guedes y de Bolsonaro, que en líneas generales significaba lo siguiente: bajar un 50% los aranceles del Mercosur (que son bastante altos: en algunos sectores llegan hasta el 35%), reducir las barreras no arancelarias entre los países del Mercosur y salir a negociar agresivamente internacionalmente.
Esa propuesta realizada por Guedes y Bolsonaro hace 3 años y medio fue rechazada por Argentina y no se pudo instrumentar. Los aranceles se bajaron solamente del 10%. En otras palabras, pasaron, supongamos, en un producto particular, del 30% al 27%, lo cual tuvo un impacto menor.
El segundo camino, que es el que yo recomiendo, es transformar al Mercosur en una Zona de Libre Comercio. Como lo ha propuesto Uruguay durante los últimos 5 años. En otras palabras, recuperar la soberanía nacional en el manejo de la política comercial. Tratar de hacer que el MERCOSUR aumente su comercio interno reduciendo las barreras no arancelarias, promoviendo la integración, etcétera, pero permitirle a cada uno de los países miembros que negocien internacionalmente los acuerdos que quieran y puedan con respecto a la apertura comercial escala mundial.
Este segundo camino es, para mí, el más seguro y recomendable porque no creo que Brasil, bajo la administración del presidente Lula y de su equipo económico, tenga otra pretensión que mantener un alto grado de proteccionismo en la economía brasileña.
Creo que he cubierto un poco el territorio de lo que es Argentina, de los problemas que tenemos y de por qué hemos cambiado tan poco en los últimos 40 años. También intenté responder a dos grandes interrogantes: ¿qué es lo que nos pasa como país? Y la segunda pregunta ¿Dónde está yendo el mundo y qué es lo que tenemos que hacer?
Así que les agradezco mucho y hasta la próxima.
Felipe de la Balze
Conferencia copatrocinada por el Instituto Cato
y la Fundación Libertad y Progreso
(11/06/2024)