Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
Según Aníbal Fernández, se debe “sostener un tipo de cambio con flotación administrada que garantice que podemos mantener la demanda”. En realidad muy bien no se entiende la relación que hace entre flotación administrada y mantener la demanda, pero lo que sí queda claro, de acuerdo a la política cambiaria que lleva a cabo el Gobierno, es que está copiando la famosa tablita cambiaria de Martínez de Hoz en los 70. En ese entonces, aplicó una devaluación pautada, pero como la inflación, que en ese momento superó la tasa de inflación, el tipo de cambio real siguió cayendo hasta generar un serio problema en el sector externo a fines de 1980 y principios de 1981.
Si bien en los últimos meses el Banco Central aceleró un poco la tasa de devaluación del peso, claramente el aumento del dólar se encuentra muy por debajo de la tasa de inflación real, al igual que en la tablita cambiaria de los 70. Lo que nos dice Aníbal Fernández es que quiere anclar el tipo de cambio, al igual que se hizo con la tablita cambiaria, para desactivar la expectativas inflacionarias. El problema es que la gente no solo percibe la alta inflación. La gente no sigue la evolución de la emisión monetaria que está por arriba del 35% anual, pero sí sigue los precios internos y observa el desborde inflacionario que ha generado el Gobierno. A modo de ejemplo podemos citar el caso del stock de adelantos transitorios del BCRA al tesoro (pesos emitidos para financiar el déficit fiscal dado el desborde del gasto público). En octubre del año pasado ese stock era de $ 51.180 millones y en octubre de este año sumó $ 92.239 millones. Un incremento del 80% en un año. Es desborde de emisión por un gasto público creciente y cada vez más ineficientes se financia con el impuesto inflacionario.
La diferencia entre la tablita cambiaria de los 70 y la actual es la forma de sostenerla. En los 70 se tomaba deuda pública y se subía la tasa de interés para ingresar dólares y evitar la suba del tipo de cambio. El mercado ajustaba por la cantidad de dólares de corto plazo que se obtenían. En la actualidad, por más que suban la tasa de interés ya nadie ingresa capitales en la Argentina. ¿Qué hacen entonces? Prohíben la compra de dólares para que la gente no pueda defenderse de la inflación que genera el Gobierno, aunque inicialmente habían dicho que la autorización previa de la AFIP era para justificar el origen de los fondos con que la gente compraba dólares. Es decir, fueron cambiando el discurso de acuerdo a la conveniencia del momento. Lo cierto es que en rigor, el problema de tipo de cambio real no lo resuelven ajustando el mercado por cantidad demanda de dólares. En todo caso lo postergan prohibiendo la compra de dólares. Es que en la medida que el BCRA siga empapelando de billetes la economía, la inflación continuará su curso inexorable, el tipo de cambio real caerá y, finalmente, el impacto sobre el sector externo se hará sentir por el lado de las exportaciones las que, por cierto, cayeron el 12% en septiembre pasado de acuerdo a datos del Indec.
El otro problema que tienen es que al deteriorar el tipo de cambio real afectan las exportaciones y, por lo tanto, para poder sostener algún nivel de saldo de balance comercial tienen que frenar cada vez más importaciones impactando en el nivel de actividad interna. Como dato a tener en cuenta hoy la demanda laboral en Capital Federal y el Gran Buenos Aires está un 10% por debajo de abril del 2002 que fue el peor mes del peor año de la crisis 2001/2002, la industria y la construcción llevan 6 meses consecutivos de caída y la actividad inmobiliaria cayó el 47% septiembre contra septiembre, solo por citar algunos sectores y no entrar en detalles con las economías regionales. De manera que Aníbal Fernández evita un problema social con la devaluación, pero genera otro problema social con la baja en el nivel de actividad (basta con ver la evolución de la recaudación de impuestos como el IVA DGI y el impuesto al cheque para advertir cómo se desacelera la economía).
Hoy la gente siente el impacto de menor demanda de trabajo y de la caída de su ingreso real por efecto de la inflación y la recesión que está generando el Gobierno, al tiempo que el sector externo se complica por la caída del tipo de cambio real.
El mercado siempre ajusta por precio o por cantidad. Cuando a un producto el Gobierno le pone un precio artificialmente bajo, inevitablemente la demanda aumenta. Esa demanda que hacía la gente de dólares baratos en términos reales fue la que el Gobierno prohibió, pero no por eso soluciona el problema del comercio exterior. Con un dólar artificialmente barato, las exportaciones tienden a bajar y las importaciones a subir. Es más, con una brecha cambiaria del 30% se produce la subfacturación de exportaciones y las sobrefacturación de importaciones. El resultado es que como el Gobierno no puede solucionar el problema de la baja de las exportaciones, comprime más las importaciones y frena aún más la actividad económica por falta de insumos.
De manera que Fernández se equivoca al decir que quieren evitar un problema social. Lo están generando y en cantidades industriales. Y, encima, a pesar de prohibirle a la gente que compre dólares para defenderse de la inflación que genera el Central, la institución sigue perdiendo reservas. Al 31 de octubre pasado, las reservas del Central representaban menos del 40% del activo del banco, el resto son papeles sin valor que le entrega el tesoro al Central a cambio de las reservas que le quita.
¿Cuál es el riesgo que se corre hacia el futuro? Varios, pero uno de ellos es que los pesos que emite y se quedan circulando en la economía y en los bancos, un día se transformen en una corrida financiera si la gente percibe que el dólar sigue estando cada vez más barato y la tasa de interés no la cubre de la tasa de inflación. Esta es una historia conocida por todos porque ya la vivimos varias veces. La apuesta de “te doy tasa dame dólares” fue la que llevó a la crisis del Plan Primavera en la década del 80. La gente devenga una ganancia en dólares colocándose en tasa de interés hasta que decide no jugar más y cambia pesos por dólares. Y cuando hace eso, retira su dinero de los bancos.
Digamos que la “solución” que propone el Gobierno es un doble sacrificio para la población. En el corto plazo le hace sentir el rigor de la inflación, la caída en el nivel de actividad y la menor demanda laboral. En el largo plazo el inevitable ajuste por precio del mercado de cambios y su impacto sobre el ingreso de la gente.
Antes de terminar deseo aclarar que no soy de los que creen que los problemas del sector real de la economía se resuelven con una devaluación. Por el contrario, una devaluación solo esconde, detrás de un tipo de cambio alto, las ineficiencias estructurales, pero esconderlas no es resolverlas. La solución pasa por reformas estructurales, disciplina monetaria y fiscal y respeto por los derechos de propiedad, algo que el Gobierno no va a hacer. Conclusión: mientras el Ejecutivo siga con estas políticas cambiaria, fiscal y monetaria inconsistentes, la gente sufrirá los efectos recesivos en el corto plazo y los más recesivos en el largo plazo cuando haya que hacer consistentes las tres políticas por imperio de la realidad.