Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
LA NACIÓN.- El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, va camino a otro de sus estrepitosos fracasos al establecer el congelamiento de precios. Ya fracasó en el control de la inflación, el blue, y su control de las importaciones contribuyó a la caída en el nivel de actividad económica que se refleja en la pobre evolución de la recaudación impositiva, por debajo de la inflación real, generando más problemas fiscales.
Con el congelamiento de precios, Moreno tiene un problema de ilusión óptica. Cree que los precios suben, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que la moneda se desvaloriza. Lo que acaba de hacer Moreno con el congelamiento de precios es tratar de evitar que la pileta se desborde tapándola con un papel de diario mientras la canilla está abierta y el desagote tapado. Tiene el problema de ver distorsionado el funcionamiento de la economía. Es decir, ve cosas que no existen y no ve lo que sí existe.
Lo que deberían distinguir en el Gobierno es la diferencia entre el aumento de precios y la inflación. Por ejemplo, si hay una mala cosecha de papas, el precio de las papas va a subir si la demanda se mantiene constante. Eso es un aumento de precios. Pero que suban las papas, no quiere decir que el resto de los precios de la economía también tenga que subir.
Lo que está ocurriendo en la economía argentina es que todos los precios parecen subir, cuando en realidad es que cada vez la gente puede comprar menos con los pesos que tiene por la moneda que se desvaloriza. Al respecto ya escribí unos días atrás una nota explicando por qué el BCRA emite barras de hielo.
En los últimos 12 meses la emisión primaria de moneda, cantidad de pesos en circulación, aumentó el 35%. Si uno mira los datos del BCRA se encuentra con que al 23 de enero de 2012 el stock de adelantos transitorios al tesoro (emisión monetaria para financiar el déficit fiscal) era de $ 65.280 millones y al 23 de enero de este año el stock de adelantos transitorios era de $ 128.000 millones. Un 96% de aumento.
Lo que está ocurriendo en la economía argentina es que el BCRA está aplicando una mayor tasa de impuesto inflacionario. Emite a marcha forzada, con lo cual el poder de compra del dinero se desvaloriza. Que el común de la gente no sepa qué está pasando con esta destrucción monetaria es lógico porque el común de los mortales no se toma el trabajo de leer los balances del BCRA y los datos monetarios. Pero lo que sí alarma es que alguien que ocupa el cargo de secretario de Comercio no tenga la capacidad profesional de poder relacionar dos variables al mismo tiempo: oferta de bienes y servicios y cantidad de moneda circulando.
Si la economía está, siendo optimista, estancada y al mismo tiempo se importan menos bienes, no hace falta ser Albert Einstein para advertir que hay menos bienes a disposición de la gente. Si esta menor oferta de bienes, que no es tan complicado de entender que la genera el mismo Gobierno, se relaciona con un aumento del 35% anual del circulante, cualquiera puede advertir que el problema no está en los precios sino que está en el BCRA.
¿Y por qué emite tanto el BCRA? Por lo dicho anteriormente, el déficit fiscal hace que el Central cobre cada vez más impuesto inflacionario. El 56% del aumento de la base monetaria del 2012 se explica por emisión para financiar al tesoro.
Pero agreguemos un tercer elemento. Por un lado, disminuye la oferta de bienes por las medidas que, entre otros, adopta el mismo Moreno. Por otro lado, Mercedes Marcó del Pont tiene a las máquinas de imprimir billetes echando humo y, en tercer lugar, la gente, que no lee los balances del Central pero no es estúpida, ve que sus pesos valen cada vez menos, con lo cual huye del peso. Esto se denomina en economía caída en la demanda de moneda. Al juntar los tres elementos: menos bienes en oferta, más pesos en circulación y caída en la demanda de moneda, tenemos la tormenta perfecta para generar un agudo proceso inflacionario.
Ellos creen que congelando los precios van a ocultar la realidad. En rigor, si el secretario de Comercio hubiese actuado con cierto grado de idoneidad profesional, debería haberle pedido a Marcó del Pont que congele la emisión de moneda, en vez de él congelar los precios.
¿Qué es lo que puede esperarse de esta medida de inflación cero a lo Gelbard de 1973? Que falten productos en las góndolas. Que los productos tengan menor calidad y/o vengan en envases más chicos. ¿Por qué? Porque nadie va a vender a 10 lo que luego le va a costar 15 reponerlo. Algunos perderán parte de su capital de trabajo durante un tiempo. Pero va a llegar un punto en que nadie va a querer trabajar a pérdida indefinidamente.
Cuando el secretario, afectado por su ilusión óptica, le diga al del supermercado por qué quiere subir el precio de la leche, el del supermercado le dirá que el que le vende la leche le aumentó el precio gracias a que desde el Central siguen emitiendo. Cuando el secretario llame al que produce leche, le responderá que el envase y otros costos le subieron. Tendrá entonces que hablar con los del envase y otros costos y así sucesivamente. En definitiva, tendrá que congelar todos los precios de la economía, lo que no significa que vaya a frenar la inflación porque el problema se genera en el déficit fiscal que se traslada al Central vía emisión.
Con el tipo de cambio real atrasado, las tarifas de los servicios públicos también atrasadas y los precios congelados, terminaron de reflotar la inflación cero de Gelbard que desembocó en el Rodrigazo de 1975.